martes, 15 de julio de 2025

Entre ilusiones implantadas y almas alteradas: la distopía emocional en La primera calle de la soledad / Porcayo y el ciberpunk emocional en un contexto mexicano


Lanzada en 1993, La primera calle de la soledad de Horacio Porcayo es reconocida no solo como la primera novela ciberpunk de México, sino también como una de las exploraciones literarias más profundas sobre la subjetividad fracturada en un mundo de control digital y neoliberalismo emocional. Este texto se sitúa no en un futuro distópico, sino en un presente manipulado. Su estilo, forma y simbolismo se organizan en torno a una inquietante pregunta que resuena incluso tres décadas después: ¿qué queda de nosotros cuando ya no tenemos memoria de quiénes fuimos?

Prosa híbrida y herida, tecnopoética

La escritura de Porcayo es singular, fusionando lo técnico con lo lírico de manera sorprendente. En una hoja aborda temas como algoritmos, sueños programados o circuitos neuronales; y en la siguiente se recoge el dolor de sueños quebrados, gaviotas lastimadas y almas sin nombre que vagan por ciudades fantasmales. Esta novela emplea un lenguaje que no teme a la densidad o la fragmentación, desafiando al lector a ensamblar el sentido, como si recolectara fragmentos de un rompecabezas incompleto, igualmente afectado por el sistema.

El resultado es una narrativa que tanto confunde como impacta. Al leer a Porcayo, el objetivo no es encontrar respuestas, sino más bien sentir la incertidumbre de no saber si los recuerdos que lo pueblan a uno son auténticos o implantados.

El Zorro: ciberpunk o alma arrasada

El personaje principal, El Zorro, se aleja del cliché del hacker atractivo del ciberpunk anglosajón. No es un rebelde sofisticado ni un saboteador digital. Es un fugitivo emocional, un individuo desgastado cuya identidad ha sido despojada, cuyos sueños han sido fabricados en laboratorios y cuya angustia ha sido elaborada como parte de un esquema de control.

Este planteamiento existencial transforma a La primera calle de la soledad en algo que trasciende la ciencia ficción. Se convierte en un poema distópico que retrata el alma latinoamericana intervenida por la lógica del capital, la biotecnología y la fe artificial. No existe evasión para El Zorro, ya que su prisión no tiene paredes: reside en su memoria, en su ser, en sus emociones. 

Un entorno sin dolor físico… pero colmado de simulacros 

La trama de la novela no incluye torturas tradicionales. En cambio, presenta simulaciones emocionales, manipulación de recuerdos e inserciones de traumas que, como el sueño de la gaviota, se tornan bellos y aterradores a la vez. Los antagonistas no son soldados ni máquinas, sino técnicos del emocionalismo: Bata Blanca, el Gordo, el Flaco. Gestores del vacío. Administradores del dolor digital.

Este sistema de control está integrado por empresas como Laboratorios Mariano y la Trip Corporation, responsables de generar espiritualidad en masa, ilusiones consumistas y memorias preestablecidas. A su vez, una entidad como la CTP —difusa y omnipresente— se asemeja a un Estado descentralizado de vigilancia, reminiscente de las ideas de Foucault, pero adaptado al contexto neoliberal en América Latina.

Cristorecepcionismo: la fe como señal

Una de las creaciones más perturbadoras de la novela es el cristorecepcionismo, una fe cibernética donde la creencia no es el resultado de una convicción, sino de la recepción. La fe se transforma en un conjunto de códigos y datos. En este sentido, Dios se percibe como una emisión más que como una revelación. Así, Porcayo alcanza una crítica profunda tanto a nivel espiritual como simbólico, recordando a autores como Philip K. Dick y Burroughs: la religión ya no tiene el poder de sanar o condenar, solo actúa como un mecanismo de sincronización.

El personaje de Mateo Ayala es un reflejo de esta alienación teológica. Aunque es un ferviente creyente, se siente vacío. Cree sin cuestionar su fe, que está alineada con una lógica de control. Su alma se ha enlazado a una frecuencia divina que no demanda voluntad ni duda.

 Estética postmoderna y sensibilidad mexicana

A pesar de que su visión incorpora elementos del ciberpunk tradicional, Porcayo los recontextualiza dentro de una esfera emocional, religiosa y política que lo arraiga en México. Se perciben ecos del país tras el TLCAN, un México marcado por la privatización, la narcopolítica, el control simbólico y simulacros de modernización. Además, hay resonancias con la música urbana y melancólica: La primera calle de la soledad podría muy bien pertenecer al mismo ámbito espiritual que las composiciones de Cecilia Toussaint o Jaime López.

La “calle” no se define solo como un sitio físico, sino como una condición emocional; representa una zona intermedia entre lo que fuiste y lo que te permitieron ser. Es una interzona al estilo de Burroughs, una fisura en el sistema donde el dolor no es resistencia, sino una mera cifra. 

Para resumir:

 La primera calle de la soledad es una narrativa que no brinda redención, sino la dura claridad de estar consciente de que uno está programado. Porcayo erige un mundo donde la identidad se ha reescrito, la fe se ha transformado en software y la resistencia se manifiesta como un leve temblor emocional que persiste bajo la vigilancia.

Con una prosa que mezcla complejidad conceptual, sensibilidad poética y estructuras simbólicas, la novela no solo ha iniciado un camino para la ciencia ficción mexicana contemporánea, sino que permanece como una obra inquietante, relevante y emocionalmente devastadora.

No se trata de una historia del futuro. Es un reflejo sombrío de nuestra realidad actual. Y esa calle, la de la soledad… podría ser la tuya.


No hay comentarios:

Entre ilusiones implantadas y almas alteradas: la distopía emocional en La primera calle de la soledad / Porcayo y el ciberpunk emocional en un contexto mexicano

Lanzada en 1993, La primera calle de la soledad de Horacio Porcayo es reconocida no solo como la primera novela ciberpunk de México, sino ta...