jueves, 9 de marzo de 2023

Editotial 128 / Supermercados, accidentes y nubes tóxicas: Ruido de Fondo (Don DeLillo, 1985)

 

Ilustracion María Jesús Contreras / 2022

Las ondas están por todas partes. La vibración recorre el espacio interior del radio transistor, del televisor de tubos catódicos, circunnavegando por las antenas de espina de pescado; tecnología ancestral de la era del neón y el synthpop. La máquina de escribir sigue el compás de la catástrofe neoliberal, la privatización y los créditos blandos; DeLillo esboza un mundo que abraza la inmortalidad y la trascendencia del consumismo, de la acumulación de bienes innecesarios, de la mitificación de figuras que marcaron el curso de la historia y mostraron la brecha que divide a quienes matan de quienes mueren. ¿DeLillo? ¿Por qué puse esa palabra? ¿Seria mas bien Delirio? No, no me equivoque ¿O si? Creo que el Evento Tóxico Suspendido altero mi estado de cordura.

Abro la despensa y encuentro el frasco naranja con una etiqueta tipeada a máquina, Dylar, ¿Qué hace esto aquí? Ya no recuerdo. Siento una enorme presión por la conferencia magistral sobre Hitler y su impacto en la industria cultural. Ahora imagino a Theodor Adorno revolcándose en su tumba, hasta pienso que le abran puesto jazz en su estancia en el nivel cuatro del viaje astral. La industrialización concibió el milagro de la reproductibilidad técnica, de masificar los objetos y las imágenes liberándolas del yugo del valor de culto, de la experiencia única. Ahora que lo pienso esto es una iluminación profana, la colisión de opuestos yuxtapuestos en el mismo espacio, una revelación que nadie percibe.

Don DeLillo, si, ya lo recuerdo. Alguien me recomendó una de sus novelas, Ruido de Fondo, White Noise, Ruido Blanco. Avanzo las primeras páginas y me detengo ante la granja, un espectáculo, una atracción turística que padece los síntomas de la obsolescencia percibida, su sentido se diluye entre los registros, las fotos, los videos, las estampas, las postales; ¿Cómo era antes de ser fotografiada? Ya no tiene aura, su esencia fue sustituida por su representación. Mientras escribo estas líneas una parte de mi muere, todos morimos un poco cada dia. Cuando dormimos Hypnos nos roba algo de tiempo, cuando enfermamos y mejoramos dejamos una parte de nosotros en ese proceso. Recuerdo eres y nostalgia serás.

Leo más páginas, avanzo ahora en una de esas camionetas balleneras en la que llevo los pesados lastres de mi vida familiar y las dejo en mi oficina. ¿Qué tiene Hitler que no tenga Elvis o Marylin? Todos ellos son enérgicas representaciones colectivas de sus ambiciones y expectativas. Ellos pisaron el acelerador a fondo, querían sentir el viento en sus caras, pero no calcularon el riesgo que daría como resultado el accidente, una consecuencia del acelerado progreso técnico. Nuestro único refugio es el supermercado, deambular con el carrito lleno de coloridas mercancías que nos generan esa sensación de libertad que nos prometió el hombre de la barba, ese mismo que abandono todo para sentar las bases del pensamiento posmoderno, el mismo que nunca ha sido correctamente interpretado, incluso podría llamarse el Malxismo, por que ha sido mal interpretado. Seguimos usando términos que han caducado como si fueran la novedad, lo único cierto es que no superamos la modernidad.  

“Se trata del lenguaje de las ondas y la radiación, o del modo en que los muertos se comunican con los vivos. Ese es el lugar en el que, independientemente de nuestra edad, aguardamos juntos frente a nuestros carritos cargados de mercancías bellamente coloreadas.” (Don DeLillo, 1985)

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