lunes, 27 de abril de 2020

EDITOTIAL 101: AQUELLO QUE PERDIMOS Y GANAMOS


Noticias Bogotá: Colombianos pasan cuarentena sin perder sentido ...


“La ciudad: el paraíso artificial del hombre en la tierra. El hombre fue expulsado del jardín del edén y corrió hacia la tierra, un lugar donde es más vulnerable a la muerte todo el tiempo. Siendo la forma de vida mas débil, desarrollo el intelecto              y con el logro crear su propio jardín del edén.”
Neon Genesis Evangelion / Capitulo 17, El Cuarto niño elegido

Por causa del libre albedrío fuimos expulsados del paraíso. Pensamos huir a ese territorio en expansión al que llamamos tierra, desarrollando maneras de transmitir y conectar un sentido común que le permitió desarrollar el mundo en el que vivimos. Sin embargo, en algún momento la burbuja debía explotar. No estábamos preparados para ello, nos tomo por sorpresa. La pandemia era un concepto distante que solo veíamos en las novelas de los cronistas del mañana o en las alucinaciones capturadas en 8mm que promovían los directores de cine. Nunca paso por mi mente, ni por un instante, que estuviese confinado en esa jaula de paredes y ventanas que llamamos hogar. Transcribo mis pensamientos, que comenzaron muy apocalípticos y fatalistas, para irse depurando y dejar ver un cambio de paradigma, una condición de posibilidad para un ligero cambio en el orden habitual.
Las ciudades: costras abigarradas que se alimentan del sueño del progreso, cicatrices colonizadoras que se abren paso sobre la tierra drenando su energía vital, convirtiendo todo en una masa de concreto, acero y vidrio. Solíamos transitar por ellas señalando el aburrimiento de deambular por sus adoquines, testigos de los pasos de muchas generaciones que se enamoraron, discutieron, comentaron, gritaron y soñaron una metrópoli que alguna vez fue una Atenas suramericana para el mundo.

Hoy la ciudad es una fantasmagoría. Una alucinación consensuada que solo puede ser recorrida para cubrir las necesidades básicas. Los negocios han cerrado, los ecos de las discotecas se han sofocado. Los expendios de vegetales aun gozan de buena salud financiera, igual que las droguerías. La academia se traslado al ciberespacio gibsoniano con un dejo de Brunner y su jinete de la onda de choque. Un gusano informático recorre los conductos de cobre y silicio contaminando con el miedo todos los datos que consumimos a diario, un bálsamo para calmar la ansiedad que ha despertado el confinamiento.

Habíamos domesticado el presente con la plena seguridad de que nunca se saldría de nuestras manos. Nos habíamos creído dueños de ese presente, una idea muy descabellada, pues al final de la único que somos dueños es de nuestras experiencias y nuestros recuerdos, a menos que renunciemos a ellos por aceptar que otros nos digan como vivir, lo que debemos hacer, en un estructurado guion demagógico que solo busca incrementar nuestro individualismo y vendernos la falsa idea de un modelo de gobierno que ha perdido su norte hace mucho tiempo. Un estado que solo legisla para la banca que retiene la riqueza y aprovecha cualquier oportunidad para absorber lo poco que nos queda.

Esta confesión es solo el comienzo de una mirada que tal vez extraña los días previos a la pandemia, pero que de algún modo inicia un nuevo giro hacia una extrapolación distopica en la que mas que despertar es mirar críticamente aquello que alguna vez atesoramos con esperanza y alegría: el futuro. Nos venden un no futuro que tal vez le quedaba la dama de hierro, pero que en las actuales circunstancias es mas creíble un vampiro estelar que ha desatado el virus y no tanto lo que sucede mientras acontece esta pandemia. Sin más preámbulos deambulemos por estas postales de una ciudad que se ha convertido en una zona que stalkeamos a diario para arrebatar fragmentos de aquello que alguna vez llamamos ciudad.

Att ficciorama / Ops Room satelital cerca de la interzona epifital


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