“La ciudad: el paraíso artificial del hombre en la
tierra. El hombre fue expulsado del jardín del edén y corrió hacia la tierra,
un lugar donde es más vulnerable a la muerte todo el tiempo. Siendo la forma de
vida mas débil, desarrollo el intelecto y
con el logro crear su propio jardín del edén.”
Neon Genesis Evangelion / Capitulo 17, El Cuarto
niño elegido
Por causa del
libre albedrío fuimos expulsados del paraíso. Pensamos huir a ese territorio en
expansión al que llamamos tierra, desarrollando maneras de transmitir y
conectar un sentido común que le permitió desarrollar el mundo en el que
vivimos. Sin embargo, en algún momento la burbuja debía explotar. No estábamos preparados
para ello, nos tomo por sorpresa. La pandemia era un concepto distante que solo
veíamos en las novelas de los cronistas del mañana o en las alucinaciones
capturadas en 8mm que promovían los directores de cine. Nunca paso por mi mente,
ni por un instante, que estuviese confinado en esa jaula de paredes y ventanas
que llamamos hogar. Transcribo mis pensamientos, que comenzaron muy apocalípticos
y fatalistas, para irse depurando y dejar ver un cambio de paradigma, una condición
de posibilidad para un ligero cambio en el orden habitual.
Las ciudades:
costras abigarradas que se alimentan del sueño del progreso, cicatrices colonizadoras
que se abren paso sobre la tierra drenando su energía vital, convirtiendo todo
en una masa de concreto, acero y vidrio. Solíamos transitar por ellas señalando
el aburrimiento de deambular por sus adoquines, testigos de los pasos de muchas
generaciones que se enamoraron, discutieron, comentaron, gritaron y soñaron una
metrópoli que alguna vez fue una Atenas suramericana para el mundo.
Hoy la ciudad es
una fantasmagoría. Una alucinación consensuada que solo puede ser recorrida
para cubrir las necesidades básicas. Los negocios han cerrado, los ecos de las
discotecas se han sofocado. Los expendios de vegetales aun gozan de buena salud
financiera, igual que las droguerías. La academia se traslado al ciberespacio
gibsoniano con un dejo de Brunner y su jinete de la onda de choque. Un gusano informático
recorre los conductos de cobre y silicio contaminando con el miedo todos los
datos que consumimos a diario, un bálsamo para calmar la ansiedad que ha despertado
el confinamiento.
Habíamos
domesticado el presente con la plena seguridad de que nunca se saldría de
nuestras manos. Nos habíamos creído dueños de ese presente, una idea muy descabellada,
pues al final de la único que somos dueños es de nuestras experiencias y
nuestros recuerdos, a menos que renunciemos a ellos por aceptar que otros nos
digan como vivir, lo que debemos hacer, en un estructurado guion demagógico que
solo busca incrementar nuestro individualismo y vendernos la falsa idea de un
modelo de gobierno que ha perdido su norte hace mucho tiempo. Un estado que
solo legisla para la banca que retiene la riqueza y aprovecha cualquier
oportunidad para absorber lo poco que nos queda.
Esta confesión es
solo el comienzo de una mirada que tal vez extraña los días previos a la
pandemia, pero que de algún modo inicia un nuevo giro hacia una extrapolación distopica
en la que mas que despertar es mirar críticamente aquello que alguna vez
atesoramos con esperanza y alegría: el futuro. Nos venden un no futuro que tal
vez le quedaba la dama de hierro, pero que en las actuales circunstancias es
mas creíble un vampiro estelar que ha desatado el virus y no tanto lo que
sucede mientras acontece esta pandemia. Sin más preámbulos deambulemos por
estas postales de una ciudad que se ha convertido en una zona que stalkeamos a
diario para arrebatar fragmentos de aquello que alguna vez llamamos ciudad.
Att ficciorama / Ops Room satelital cerca de la interzona epifital
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