Para 1964 el mundo tenia un panorama muy particular: el
bloqueo a Cuba seguía intensificándose, Fidel visita Moscu sorpresivamente, los
Beatles alcanzaban su primer número uno con I
want to hold your hand, Sudafrica estaba en pie de guerra, Lydon Johnson firma
la ley de los derechos civiles y nace la banda Pink Floyd.
En estas condiciones se publica la duodécima novela del escritor Philip K. Dick Tiempo de Marte (Martian time-slip) en
la cual nos traslada a un planeta Marte colonizado en la que se han establecido
asentamientos que requieren de canales de agua que se raciona para mantener el
bienestar, el mantenimiento corre a cargo de equipos rusos y alemanes, nuevos
inversionistas intentan sacar el máximo provecho de las tierras salvajes
cercanas a los montes Roosvelt, las escuelas públicas cuentan con una planta de
máquinas docentes (androides) que replican y perpetúan el orden establecido y
los esquizofrénicos y autistas están marginados en campos especiales.
En la colonia estadounidense vive Jack Bohlen, uno de los
mejores técnicos reparadores – el arquetipo heroico dickeano por excelencia –
que trabaja para una empresa nipona, quien se intenta curar de sus brotes de esquizofrenia,
quien se interesa en Manfred Steiner, un niño autista, quien también interesa a
Arnie Kott – el presidente del sindicato de técnicos – pues con el método
adecuado Manfred podría predecir el futuro. En las zonas baldías existen
nativos marcianos que aun creen en las costumbres rituales y totémicas del
continente africano, incluso se describen como afrodescendientes a los cuales
se les intenta exterminar.
Kott contrata a Bohlen para que desarrolle un equipo que
permita ralentizar el tiempo y así comunicarse con Manfred y ver más allá de
sus posibilidades el futuro, sin embargo el inesperado giro dickeano pondrá las
cosas en otro curso. Muy recomendada por los factores que mencione y también
por que se puede ver en ella la influencia del pensamiento de Carl Jung y los
acontecimientos que rodeaban a la cultura americana.