martes, 12 de agosto de 2025

The Night Manager — John le Carré y su salto a la pantalla


En medio de petardos, ladrillos volando, coches ardiendo y ráfagas de armas automáticas, un hombre avanza hasta la zona segura. Es El Cairo, 2011, pleno estallido de la Primavera Árabe. Entre el humo y los gritos, un inglés con camisa azul camina con calma, agachándose lo justo, no por miedo sino por costumbre: ha visto peores escenas en Irak, cuando era soldado. ¿A dónde va? A trabajar. Es el gerente nocturno del hotel Nefertiti.

Ese hombre es Jonathan Pine, interpretado por Tom Hiddleston —sí, el Loki del universo Marvel— que aquí deja la ironía nórdica para convertirse en un espía británico de manual: educado, tranquilo, encantador, autocrítico, un poco misterioso y, por supuesto, absurdamente apuesto. El perfil soñado para un spy thriller.

En el hotel, Pine conoce a Sophie Aleka, una mujer tan magnética como peligrosa. Entre coqueteos y silencios, ella le entrega documentos comprometedores: pruebas de que su novio, Freddie Hamid, compra armas a Richard Roper, “el peor hombre del mundo”, con el fin de aplastar un levantamiento popular. Pine, que además de encantador es decente, hace lo correcto: entrega la información a un contacto de la embajada británica y pone a Sophie a salvo. O eso cree. Porque en este género, la decencia rara vez sale barata. Sophie no sobrevive.

Ahí está la gracia de The Night Manager. Los ingredientes —traficantes de armas millonarios, agentes de pasado turbio, mujeres fatales— son familiares, pero John le Carré les da una profundidad que rara vez se ve en el género. Pine no es un simple tablero en blanco; es un hombre atravesado por la soledad, el orgullo, el arrepentimiento. Roper no es un villano de caricatura, sino un depredador elegante, calculador, casi seductor. Le Carré escribe con esa mezcla suya de minuciosidad y melancolía, a veces demasiado atado al procedimiento y la burocracia, pero siempre con la capacidad de clavar una verdad incómoda en medio de la trama.

La adaptación televisiva de 2016, escrita por David Farr, juega con el material original sin traicionarlo. Cambia Irlanda del Norte por Irak, Zúrich por Zermatt, y a Leonard Burr —hombre en la novela— por Angela Burr, interpretada por una Olivia Colman embarazada (detalle que el guion incorpora con naturalidad). El telón de fondo también se actualiza: la Primavera Árabe reemplaza a los escenarios noventeros, encajando tan bien que parece escrita así desde el inicio.

En pantalla, la serie se inclina un poco hacia el territorio Bond —apenas un 0,07%, para ser precisos— sin perder el pulso lecarriano. Hiddleston aporta un Pine que es todo discreción y contención, Hugh Laurie encarna a un Roper deliciosamente odioso, y Tom Hollander brilla como el sibilino mano derecha del villano. Los paisajes alpinos, los hoteles de lujo, las cenas con copas perfectas… todo huele a peligro envuelto en seda.

Pero bajo esa elegancia se mantiene el motor de la historia: Pine no ha olvidado a Sophie, y su entrada en el círculo de Roper no es solo un trabajo encubierto; es una venganza personal. El resultado es una serie que, como la novela, mezcla el espionaje clásico con una exploración sutil de lo que impulsa a sus personajes: lealtad, deseo, orgullo, y el peligroso gusto de jugar demasiado cerca del fuego.

The Night Manager no revoluciona el género, pero lo interpreta con una artesanía impecable. El libro merece leerse, la serie merece verse, y ambos dejan la sensación de que, en el espionaje, el mayor lujo no es un hotel de cinco estrellas, sino la oportunidad de saldar cuentas.

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