Grady Hendrix, el autor revelación del terror moderno, ha escrito sobre herencias
malditas y casas embrujadas, exorcismos juveniles, clubes de lectura y vampiros,
aterradoras tiendas por departamentos; ¿Qué le faltaba en la lista? Claro, algo
de Heavy Metal.
Vendimos Nuestras Almas (2018) aparece en el catalogo de la editorial Minotauro
con un bellísimo diseño editorial, una portada digna de un álbum conceptual al
estilo South of Heaven de Slayer y con un tratamiento bien particular en
cada capítulo – que lleva el nombre de canciones de metal de los 90 hasta algo
de country.
Todo comienza en 1986 cuando Kris Pulasky, sentada en el sótano, rasga las cuerdas hasta replicar satisfactoriamente el riff de la popular canción Iron Man de Black Sabbath, un momento que la llevara a tomar la decisión, muy de la época, de formar una banda. En la siguiente pagina ya han pasado 34 años y Kris ahora trabaja en la recepción de un motel en Pensilvania, tal parece que no logro vivir de ese sueño adolescente y su vida se reduce a un mundo ordinario donde tiene lo suficiente para sobrevivir. Mientras conduce su vehículo recorriendo la nostalgia de su etapa metalera, se entera que Terry Hunt, el antiguo vocalista de su banda Dürt Würk – el nombre se inspira en el tratamiento de Mötley Crüe, está de regreso para la ultima gira de su grupo de nu metal Koffin. El metal nunca muere, el metal no se rinde, el metal no retrocede. Este será el detonante que llevara a Kris a buscar a los antiguos miembros de su banda y emprender una épica cruzada para salvar su alma y redimir un pacto que nunca debió ocurrir.
En la trama de esta novela se combinan diversos temas asociados con este
género musical: experimentos de control mental estilo MK-Ultra, las dinámicas del
negocio musical, el cambio de paradigma del heavy metal al nu metal, el guiño
al Woodstock 99 y el desastre tras la presentación de Limp Biskit y las
entrevistas y comentarios radiales que van complementando cada capítulo,
brindando un contexto que ayuda a dar coherencia al relato. Es muy dinámica y
no da tregua, la acción se va incrementando al compás de la densa batería, los
riffs de guitarra distorsionados y las voces rasgadas que van revelando un maquiavélico
complot de una entidad llamada la Montaña de Hierro Negro, que no está satisfecha
con el trato realizado por Terry Hunt y su Manager Bob Anthony, siendo Kris la única
con el arma sonora para desmoronarla.
Una brillante partitura narrativa que me devolvió a mi adolescencia y los
primeros encuentros con el metal gracias a los casetes que compartía con mis
amigos de colegio y también con los amigos del barrio melómanos que conseguían grabaciones
piratas. De verdad que me he dado un buen festin sonoro con esta novela. Muy
recomendada.