lunes, 12 de febrero de 2024

EDITOTIAL 136: El sacrificio de un padre convertido en la causa de un exmilitar / The Running Man


En los últimos años la industria del entretenimiento ha explotado la nostalgia por lo retro, en particular por la década de los ochenta del siglo pasado, dulcificada con altas dosis de añoranza por la cultura material de ese periodo: videojuegos, walkmans, casetes, juegos de rol, trash metal y visajes raros. Cuando se analizan esos productos de aquel momento, los productores (escritores, directores y dibujantes) veían un panorama poco prometedor, el futuro se advertía inhóspito a través de la lente distópica, poniendo de manifiesto el poder corporativo y una baja calidad de vida producida por la brecha salarial. Dicho poder estaba relacionado a los medios de comunicación, en especial de la televisión, donde la oferta de programas de concurso detono en una abundancia sin precedentes. Por ejemplo, en Colombia estaban programas como concéntrese (desde 1967), El programa del millón (1987), Adán y Eva (1987), El precio es correcto (1982-1991) y El tiempo es oro (1987-1991); por mencionar los más conocidos. Los participantes, luego de un proceso de convocatoria y selección, eran escogidos para hacer parte de juegos en los que, si todo salía bien, se iban a sus casas con premios e incluso algunos billetes.


El escritor Stephen King, uno de los exponentes más reconocidos de la literatura de terror estadounidense, tenía una marcada postura contra las políticas sociales y económicas implementadas por Ronald Reagan (un actor de westerns que luego sería elegido como presidente justamente en la década de los años 80), motivándolo a escribir una novela de ciencia ficción distópica en el que su protagonista fuera parte de un programa de concurso, no uno cualquiera, donde el objetivo fuese no dejarse atrapar en un periodo de tiempo y obtener lo suficiente para salvar a su familia. La ira acumulada fue descargada en un manuscrito de 256 páginas cargadas de mucha acción, intriga y mucho sufrimiento. El resultado fue The Runing Man (traducida como El Fugitivo) publicado bajo el seudónimo de Richard Bachman en 1982 y llevada al cine en 1987 por Paul Michael Glaser, que contó con la actuación de Arnold Schwarzenegger y la cantante y actriz María Conchita Alonso.

La narración nos transporta a una distopía ambientada en los Estados Unidos del año 2025. Las circunstancias de dicha condición futurista, compuestas con un estilo que destila bellas mezclas entre la ciencia ficción y la novela negra, un perfecto empaque para esta ofrenda literaria. Parte de una idea muy presente a dia de hoy: Ben Richards entregará su vida para salvar la de su hija enferma y la de su mujer. La familia de Richards atraviesa por una situación de pobreza extrema. Ante esto la oportunidad de salir de la situación está en «El Fugitivo», un programa del emporio televisivo Librevisión, con una máxima audiencia en el que la muerte de sus participantes es el principal atractivo, pero los suculentos premios económicos atraen a todo miserable o desesperado. Como diría Wilfrido Vargas: “por la plata baila el mono” La crítica elaborada por King en esta novela a los medios de comunicación, tiene muchísima vigencia hoy día, que en la época en la que escribió la novela y por desgracia tendrá más sentido dentro de diez años. «La cadena», según la nombra el autor, forma parte de la «Librevisión», en la que con un sarcasmo elegante nos muestra el placer que produce el espectáculo televisivo en la población entendida como «masa», de ver morir a otros ciudadanos. Una perfecta ironía del control que ejercen los medios de comunicación, en especial la televisión a la hora de modelar nuestros patrones de conducta y comportamiento creándoles necesidades toxicas. Una muestra del análisis crítico está esgrimido en frases tan políticamente incorrectas como «No se puede matar a los rehenes, si hay espectadores». Una definición perfecta de cómo funciona la sociedad y los mensajes masivos que generan modas, costumbres y consumo absurdo y desenfrenado.


Por otro lado y profundizando en este planteamiento, sí realiza una visión clara de lo que significa y lo que debería significar el periodismo. Emplaza una farsa sobre nuestra sociedad, a día de hoy sometida cómodamente de los medios de comunicación al servicio de la autoridad corporativa, cuando deberían ser el aclamado «Cuarto Poder». Deberían ejercer su labor de control y no trabajar a su favor. Esta reflexión se puede apreciar durante toda la novela y con más claridad, según avanza la historia y la narrativa va alcanzando el clímax. Reflexiones que aumentan el valor de la obra y la alejan de la baja literatura. Este relato promueve las ideas de La Escuela de Frankfurt, que veían la radio y el cine en su momento, como instrumentos ideológicos para mantener la dominación social. Sin mas preámbulos, disfrutemos del espectáculo y veamos como Ben Richards “El Matón de Bakersfield” logra vencer a la televisión.

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