martes, 13 de abril de 2021

¿EL FANZINE HA MUERTO?

 

El fanzine y la historia no oficial en Colombia

En este mundo, cada vez más moribundo y poco fértil para la cultura, las publicaciones autogestionadas parecen estar cercanas a sus últimos momentos. ¿En serio? Estas líneas parecen más una declaración pesimista y desencantada que puede estar en lo que han denominado “Realismo Capitalista”, pero ese no es el caso. El fanzine, que nace como un medio de difusión de las pequeñas comunidades alrededor de cierto fenómeno de nicho cultural, está cada vez más expuesto, más visible, al punto que ha ingresado en diversos escenarios como el académico y que se han encargado de no solo analizarlo, también constituirlo y decantarlo a una morfología que semeja la metáfora de Borges y las mariposas. Borges decía que las palabras orales estaban llenas de vida es decir como una mariposa libre, pero cuando las escribes pierden esa condición y mueren como una mariposa capturada y puesta en un cuadro. Así las cosas, este interrogante que titula esta reflexión sirve como detonante para examinar el ascenso y caída de una idea que parece llegar a un estancamiento, una petrificación, que nos lleva a reflexionar sobre la condición del fanzine. No hay que tomarla de manera literal, eso no va a pasar en un buen tiempo, es mas bien cuestionar la idea de fanzine que ha sido construida por creadores y creadoras que han visto en este una condición de posibilidad en la construcción de identidad, de comunidad y el hacer un llamado sobre esos fenómenos que no son vistos por la agenda cultural hegemónica.

Para resolver este interrogante, y no caer en el riesgo pragmático, la trampa misma que puede encerrar, voy a proceder desde el término acuñado por Nick Land y la Unidad de Investigación en Cultura Cibernética CCRU hiperstición, que se define como una ficción que se vuelve real en si misma. Así las cosas, el fanzine, palabra acuñada por Russ Chauvenet en la década de 1940, se definió como una publicación (esto al ser reproducido mecánicamente y distribuido a una red de personas) realizada por personas que no tenían conocimiento alguno de artes gráficas o diseño editorial, en otras palabras, personas sin la experticia para realizar un magazine profesional. Bajo esta configuración el fanzine comenzó su construcción en el nicho de la ciencia ficción, que luego llevo a los fandoms o convenciones de ciencia ficción, y que logro generar un llamado para visibilizar a la ciencia ficción. Con el paso de los años esas mismas personas comenzaron a ganar experticia y al mismo tiempo las herramientas de producción comenzaron a evolucionar.    

 En Colombia en la década de los años 80 este medio de expresión-creación apareció de la mano de la escena clandestina de punk y metal en Medellín, una ciudad muy convulsionada por cuenta del sicariato y el narcotráfico, en la que se tenía plata y se vivía poco, o se vivía lo suficiente con muy poco. Quienes hacían estas publicaciones no sabían que estaban creando fanzines, el termino llego años después. Para esa época las herramientas de producción eran muy rudimentarias: maquina de escribir, papel carbón, esferos, papel y claro una buena fotocopiadora para replicar y distribuir la palabra.  Esta distribución tenia un circuito clandestino asociado con los toques de las bandas en los barrios marginales, no había otra manera de conseguirlos. Estas condiciones instalan una concepción y una morfología que caracterizaba al fanzine, un medio contestatario, que hablaba sin pelos en la lengua, visceral y con la convicción de construir comunidad.

En los años 90 el fanzine servirá como medio de difusión para las historietas. Para ese momento la situación de aquellos y aquellas que querían publicar historietas era muy difícil, las editoriales no tenían espacios enfocados en estas narrativas, por lo tanto, la mejor alternativa era hacer sus propias revistas. En ese sentido la autogestión se incorpora a estas iniciativas y quienes colaboran en estas revistas lo hacen sabiendo que no tendrán una compensación económica, pero si simbólica y generar una escena local. Esto sucedió principalmente en Bogotá, Cali y Medellín, en especial con proyectos como Sudaka, Prozac, Agente Naranja, Revista Acme y Zape Pelele, entre otras. Esto nos lleva a contemplar una mutación de la condición y la idea de fanzine. Este ya se convertía en un concepto que caminaba intermitente, pero con paso firme. Para la primera década del Y2K los fanzines comienzan a ser realizados por profesionales y estudiantes de programas relacionados al diseño y el arte, lo que produjo otra mutación y esto pone en consideración lo que significa hacer y leer fanzines. Acá es donde se evidencian los síntomas que ponen en crisis la idea de fanzine, en especial por las conexiones con la academia, la creciente escena que transformaría al fanzine de lo underground a lo overground.

Ahora con estos insumos, usando un mecanismo muy nietzcheano al estilo Zaratustra, podemos ver que la palabra fanzine puede ser inefectiva frente a las condiciones materiales de producción, las herramientas para su elaboración y el ambiente que lo rodea. La reflexión que queda por construir esta justamente en potenciar una palabra derivada del anglosajón Fanatic Magazine. Sin duda hoy vemos proyectos e iniciativas que son cada vez mas elaboradas, muy pulcras y que siguen lineamientos del campo editorial, lo que deja a un lado esa posibilidad de experimentación, de darse la posibilidad de explorar otras formas de creación desde lo visual, lo escrito y, más aun, esa mirada contestataria contra el establecimiento, los medios y el poder. ¿Puede el fanzine, en tanto idea, tener una nueva condición de posibilidad en esta era virtual y efimera? ¿Qué condiciones deberá tener para mantener su esencia? En esta vuelta de tuerca, sumo al debate entonces que el fanzine, en tanto hiperstición, necesita encontrar su esencia local, aquello que lo distingue de otros modelos producidos en los lugares en los que ha circulado. Cada país le aporta al fanzine las características que lo identifican, por ende se trata de desterritorializar la palabra y darle un carácter que le permita proseguir su camino.    

lunes, 5 de abril de 2021

El hombre que hablaba de Marlon Brando

 

Marlon Brando y Evaristo Márquez en una escena de Quemada (1968)

La Batalla de Argel (1966) deja al cineasta italiano Gillo Pontecorvo con una impronta particular: una marcada postura contra el colonialismo en sus diversas formas, lo que convenció al gran Marlon Brando, activista por los derechos de la comunidad afroamericana y los nativos americanos, para aceptar el rol estelar en su siguiente film Quemada (1969). Pontecorvo puso el ojo en la ciudad de Cartagena para filmar este épico relato de esclavos de plantaciones de caña que se rebelan contra sus amos en la isla de Quemaida, ayudados por el espia William Walker (encarnado por Brando) y un regimiento de ingleses. Era 1968, un año que cambiaría al mundo de muchas formas, en especial a Cartagena de indias, sobre todo con la llegada de Marlon Brando, a quien describieron como Jesús entrando a Jerusalén. Durante los seis meses siguientes las calles de la heroica se convirtieron en el plato de filmación donde gran parte de la población hizo de extra, entre ellos un joven bien parecido y con recios músculos que salto a escena: Evaristo Márquez. La tensión entre la superstición de Pontecorvo y el ego de Brando hicieron que el rodaje se trasladara y finalizara en Marruecos, fue en ese momento donde las luces se apagaron, las cámaras y las claquetas emigraron y la gente volvió a lo suyo, a la pesca y el turismo. Junto a Brando y Márquez estaba también Giuseppe Tomassi, quienes hicieron una promesa de volver a la ciudad amurallada para remembrar aquellos días dorados

Muchos años después Tomassi, haciendo honor a la promesa, decide regresar a las calles de Cartagena para rememorar, junto a Alsino Bitar -un profesor de ajedrez y rebuscador famoso por sus historias mitad verdad mitad ficción – quien le ayuda a localizar a un abogado y escritor ocasional de buenas crónicas, Santiago Barón, al cual le dan el encargo de escribir una buena crónica sobre los días de filmación de Quemada en aquella Cartagena de 1968. En ese contexto se sitúa la reciente novela de John J. Junieles (San Luis de Sincé, 1970) El Hombre que Hablaba de Marlon Brando (Planeta 2020), una maravillosa combinación de cine, novela negra y crónica periodística que nos lleva a recorrer las calles de una Cartagena muy diferente a la actual, al son de las viejas grabaciones de discos fuentes y los recuerdos del paso de Marlon Brando por la heroica.

El detonante viene cuando Santiago Barón comienza la investigación para la crónica: en esos días de filmación se descubre el cuerpo sin vida de Evangelina Saumeth, una revelación de canto que perdió su brillo de manera fugaz. Esta pista lo llevara a revolcar ese pasado enterrado del que pocos y pocas quieran hablar, que conectara una historia de amor que termina en tragedia y que al parecer involucra a una poderosa familia del corralito de piedra. Con cada entrevista a los extras de la película, Barón comienza no solo a reconstruir aquellos días de ensueño, también revive el fantasma de Evangelina y sus conexiones con la poderosa familia Saumeth, la aparición del detective Sabalza -un aspirante al cargo de comandante de policía- se convierte en esa piedra en el zapato de Santiago, Tomassi y Bitar; obstaculizando toda posible revelación de tan funesto crimen. A medida que las paginas avanzan nos vamos encontrando con ritos yoruba, el bullicio del mercado de Bazurto, las calles de Getsemaní y otros lugares que se sienten muy vividos, al punto que dejas por un instante la fría habitación en la que estas leyendo para hacer inmersión total en la heroica. Muy buena trama, además se van conectando los acontecimientos con las vivencias de cada personaje y eso enriquece mucho la lectura, mas aun cuando uno recién ha visitado la ciudad amurallada. Muy recomendada para quienes gustan del gótico tropical.




Editotial 138: Trascender lo humano para mejorarlo, Cyborgs y quimeras ciberneticas

¿Existe la posibilidad de que una persona pueda recuperarse luego de un incidente catastrófico? El escritor Martin Caidin se hizo esta pregu...