Hay misterios que requieren de hombres capaces de resolverlos, así como
fuerzas que no comprendemos y que exigen individuos con una intuición aguda,
capaces de mirar más allá del velo. Cada caso demanda un método distinto, pero
todos comparten una misma meta: el triunfo de la razón sobre la oscuridad.
Sherlock Holmes, Hércules Poirot, Auguste Dupin… nombres que forjaron el relato
policial, moviéndose entre la superstición y la observación deductiva que
devolvía la calma a la mente racional.
Inspirado por ese linaje, Tiziano Sclavi creó al investigador de
pesadillas Dylan Dog. El nombre proviene del poeta Dylan Thomas, y su
apariencia toma los rasgos del actor Rupert Everett; su atuendo, lejos de la
formalidad de sus predecesores, refleja un estilo más personal y atemporal.
Las aventuras —o más bien, los casos— de Dylan transcurren en Londres,
ciudad que oculta infinitos secretos tras sus muros de ladrillo y piedra.
Fantasmas, vampiros, hombres lobo y otras criaturas nacidas de la superstición
humana se cruzan en su camino, desafiándolo junto a su inseparable Groucho
—caricatura del célebre comediante Groucho Marx— y con el apoyo del inspector
Bloch de Scotland Yard y su ayudante Jenkins.
Mientras Dylan Dog persigue
manifestaciones espectrales y fugitivos del reino de las sombras, al otro lado
del Atlántico, Bob Kane y Bill Finger imaginaron —y dieron forma— al Caballero
Oscuro que vigilaría por siempre las calles de Ciudad Gótica. Batman, como se
hace llamar, patrulla las azoteas de la urbe con el respaldo del comisionado
Gordon y de Alfred, su mayordomo y antiguo agente secreto. Ambos, Dylan y Batman,
beben de la estética pulp de los años treinta, aunque cada uno con un giro
propio.
¿Sería posible que trabajaran juntos? ¿El mejor detective del mundo codo
a codo con el detective de las pesadillas? La respuesta, al menos en las
viñetas, es un rotundo sí.
La idea de unir a estas dos figuras tan distintas —y a la vez tan cercanas en su vocación de guardianes— cobró forma en Batman/Dylan Dog: La sombra del murciélago, una miniserie escrita por Roberto Recchioni y dibujada por Werther Dell’Edera y Gigi Cavenago. Publicada originalmente en Italia en 2019 y recopilada más tarde por ECC Ediciones, la obra imagina un cruce de caminos entre Ciudad Gótica y Londres cuando el Joker viaja a territorio británico para aliarse con Xarabas, la némesis de Dylan Dog. El resultado es un relato que mezcla el suspense policial con el horror sobrenatural, donde el humor ácido de Groucho se codea con el dramatismo de Batman, y donde cada página refleja la tensión creativa entre el cómic europeo y el estadounidense.
En el primer número de tres encontramos una referencia directa a los
orígenes —siempre mutantes y contradictorios— del Joker, ahora aliado con el
archienemigo de Dylan Dog, el doctor Xarabas. Que ambos villanos crucen caminos
en Londres obliga a Batman —y todo su aparato narrativo— a desplazarse a la
capital inglesa. Allí se produce el esperado encuentro entre los dos
investigadores: el italo-británico, expansivo y casi bohemio en su manera de
abordar un caso, frente al gothamita, rígido, metódico y de una obsesión casi
quirúrgica por el detalle. Dylan Dog confiesa que su método se basa menos en
protocolos y más en dejarse llevar por la intuición, algo que Batman observa
con cautela, pero que inevitablemente los llevará a complementarse en un
terreno donde la deducción lógica y la percepción instintiva deben coexistir
para sobrevivir.
También hay espacio para giros y guiños que los fans sabrán apreciar: Selina Kyle, siempre felina y ambigua, pasa fugazmente por los brazos de Dylan Dog; mientras que Groucho y Alfred protagonizan un cruce tan improbable como inevitable, marcando el contrapunto humorístico y entrañable del relato. El guion de Roberto Recchioni se muestra fresco, ágil y respetuoso con la esencia de ambos universos, equilibrando el peso de cada protagonista —aunque, como ya señalamos, Dylan Dog disfruta de una ligera ventaja en protagonismo—. El autor cubre los elementos “obligados” de todo crossover sin caer en la sobrecarga, y aprovecha la extensión de la obra para espaciar la acción, evitando la sensación de trama comprimida o excesivamente densa. Incluso con Batman presente, los diálogos se permiten destellos de humor que alivian la tensión sin romper la atmósfera.
En el apartado visual, Gigi Cavenago y Werther Dell’Edera fusionan con
acierto las tradiciones gráficas europea y estadounidense. Cavenago, dibujante
habitual de Dylan Dog, aporta el conocimiento minucioso de los gestos,
ambientes y tics visuales del personaje. Dell’Edera, aunque con raíces en la
tradición italiana, cuenta con experiencia en el mercado estadounidense (DC,
Marvel, IDW), lo que le permite integrar la narrativa ágil y el dinamismo del
cómic-book con la riqueza atmosférica del fumetto. El resultado es una estética
híbrida que respeta los códigos de ambos mundos, potenciando el contraste entre
el gótico neblinoso de Londres y la oscuridad opresiva de Gotham.
Batman/Dylan Dog: La sombra del murciélago es, en esencia, una celebración del encuentro entre dos tradiciones narrativas que rara vez se cruzan: el cómic europeo de atmósfera literaria y el cómic estadounidense de acción vertiginosa. Más allá del atractivo del “qué pasaría si…”, la obra demuestra que un crossover puede ser algo más que un ejercicio de marketing: aquí se construye un diálogo entre estilos, humores y maneras de entender la figura del detective. Para el lector habitual de Batman, supone una invitación a adentrarse en el universo inquietante de Dylan Dog; para el seguidor del investigador de pesadillas, ofrece la oportunidad de ver cómo su mundo se expande al compartir viñeta con el Caballero Oscuro. El resultado es un cómic que, sin reinventar la rueda, sabe girarla con elegancia, ofreciendo una lectura que se disfruta tanto por su historia como por su peculiar mestizaje cultural.
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