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Lanzándome en el vertiginoso
mundo de las reseñas, sin ser un experto en ellas, acudiendo a mi intuición,
quiero hacer un ejercicio sobre un texto que he sabido terminar y del cual me
siento muy honrado. En este primer semestre del año, a raíz de la relectura de
William Gibson, por sugerencia de unos grandes amigos y conocedores del
ciberpunk llegue a uno de esos autores que difícilmente se pueden olvidar: Neal
Stephenson. Si bien Gibson es el padre del ciberpunk –eso de que estuvo en el
momento indicado – Stephenson potencia la premisa a niveles insospechados.
Hasta el momento solo he leído
dos obras: La Era del Diamante, Manual
ilustrado para señoritas (1996) y Criptonomicón
(1999). Quizás en ambas resalta el uso de los recursos narrativos que
sumergen al lector en un sólido universo, es decir, lo que enuncia te engancha
con una ecosistema tecnológicamente desarrollado plenamente sin necesidad de
explicar el por que de tales avances. En La
Era del Diamante te transporta a una atmosfera en el que el siglo XIX y el
XXI comparten no solo una estética, también un avance que puede significar el
desarrollo del conocimiento, se podría decir que el dispositivo desarrollado es
una anticipación del iPad y las tablets como las distinguimos hoy día. Pero
quiero profundizar mas en su segunda obra, Criptonomicón.
Publicada por la editorial Avon
el 4 de mayo de 1999, se convirtió en el equivalente a El señor de los anillos
para los criptohackers y la narrativa ciberpunk, una novela de largo aliento,
918 páginas para ser exacto, en las que combina matemática analítica, criptografía,
segunda guerra mundial, submarinos alemanes, tarjetas de datos, Alan Turing,
Douglas McCarthur, Winston Churchill, máquinas Enigma y Turing (incluso un
guiño al test de Turing), John von Neuman, lingotes de oro y otros personajes
que complejiza la encriptada trama de la novela. En el 2007 ediciones B saco de
nuevo la versión integral en una bella edición de lujo, que llego a mis manos
gracias a Mirabilia Libros. Una vez adquirido, y con el tiempo para hacerlo, emprendí
la tarea de leerla. Puedo decir que nunca antes me había enfrentado a un
volumen tan alto de paginas, pero sin duda el reto valió la pena.
Lo
primero que puedo decir es que la narrativa presenta lo que llamo un “efecto
resorte”, las primeras páginas van tensando ese resorte y luego, en el momento
que se coge el hilo de los tiempos paralelos – segunda guerra mundial y
presente – el lector se ve lanzado a una suerte de montaña rusa que no se puede
parar. El titulo de la obra fue inspirado en el famoso libro que Lovecraft
introdujo en su universo narrativo, el Necronomicon, y vale la pena citar las
siguientes palabras de Stephenson al respecto:
“Quería darle el título que podría haberle
puesto a su obra un académico del siglo XVII. Y así es como se me ocurrió Criptonomicón. He oído por ahí la
palabra Necronomicón. En
realidad no he leído los libros de Lovecraft, pero está claro que el título
surgió como analogía de ahí.” (Locus Magazine. agosto de 1999. Consultado el 1 de mayo de 2010.)
El texto
inicia con Lawrence P. Waterhouse, quien se convertirá en un genio criptográfico
que conoce a Alan Turing en Princeton y que desarrollara uno de los códigos mas
complejos de romper: Aretusa. El conocerá mas adelante a Booby Shaftoe, un marine
que gusta de hacer haikus y que juntos integran el escuadrón 2702, una unidad
especializada en criptografía y transmisión de mensajes del enemigo. La otra
línea nos lleva a los descendientes de estos hombres, por un lado Randall
Waterhouse, Randy, un brillante criptohacker que junto a sus amigos de juego
Avi, Eb, John, Tom y Beryl crean una compañía ficticia, Epiphyte Corp, con la
cual crearan una surte de cloud informativa, un paraiso de datos llamada La Cripta. Su plan requiere de inversionistas
para implementar las redes y antenas que requiere este ambicioso proyecto, lo
cual los llevara a una red de conspiración que tiene sus orígenes en la segunda
guerra mundial. Exacto, las líneas temporales en apariencia independientes
comienzan a conectar y aparecen personajes como el teniente japonés Goto Dengo,
el exsacerdote Enoch Root – devoto de la orden de Atenea – y el general Wing,
recursos que se conectan en el territorio de las islas Filipinas y el ficticio
Sultanato de Kinakuta.
Sin hacer
espoilers, una vieja costumbre con otros autores, puedo decir que Criptonomicón es, como lo señalo un buen amigo, “un dulcecito para
degustarlo lentamente”. Sin lugar a dudas es una novela impecablemente
desarrollada, además no puedo dimensionar la profunda indagación que hizo
Stephenson para desarrollar esta ucrónica trama. Ahora bien, si la quieren leer
esta disponible en Internet la versión en tres tomos que sacara Ediciones B,
siguiendo el ejemplo de la transcripción francesa, titulados El Código Enigma, El Código Pontifex y El
Código Aretusa. Igual dejo el link para que puedan descargarla y
disfrutarla tanto como yo lo hice. Muy recomendada sobre todo por todo el
amplio uso de recursos diagramáticos que explican el desarrollo de estos
códigos, los computadores digitales y las reglas de seguridad en la transmisión
de datos. Solo me resta
decir que Stephenson ha creado una forma narrativa que atrapa y mantiene, en
capsula criogénica, esa migración técnica que es ahora nuestro paradigma
tecnológico actual.
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