1. El mundo se fue de culo pal estanco
El mundo se fue de culo pal estanco. Esto produce una amenaza latente (nuclear de paso) que lleva a un grupo de personas muy adineradas —pudientes en el argot popular— a refugiarse en un búnker de lujo construido por la empresa Kimera, llamado Kimera Underground Park. ¿Cuántas veces se habla de búnkers y de fin del mundo? ¿Por qué volver a este escenario? ¿Se puede contar algo distinto? La respuesta es sí, sobre todo si el drama se alimenta de una venganza contra los privilegiados.
2. Drama bajo tierraÁlex Pina y Esther Martínez Lobato —los cerebros detrás de La casa de papel— vuelven con otro encierro, pero esta vez el atraco no es a un banco, sino a la idea misma de la supervivencia. Ocho episodios donde un grupo de multimillonarios se recluye en un refugio que parece un resort subterráneo: spas, vinos de colección, suites de diseño… y un aire enrarecido que ni los filtros de última generación logran purificar.
El gancho es claro: ver a los poderosos pudrirse en su propio lujo mientras sus secretos, odios y traiciones les muerden el cuello. El apocalipsis externo importa menos que la implosión interna. En este sentido, El refugio atómico acierta en mostrar que los búnkers no son fortalezas de seguridad sino cajas de resonancia de la miseria humana.
Eso sí, el viaje tiene baches: personajes que rozan el cliché, monólogos que quieren sonar filosóficos pero pesan como plomo, y un ritmo que a ratos se ahoga en su propio melodrama. Aun así, hay momentos donde la tensión se afila y la serie recuerda al espectador que la verdadera bomba está adentro.
3. ¿Quién merece sobrevivir?La serie no es la primera en usar el búnker como metáfora, pero consigue darle una vuelta mordaz: aquí no se trata solo de salvar la especie, sino de desnudar a quienes siempre creen estar a salvo. La pregunta que flota es sencilla y brutal: ¿merecen sobrevivir los privilegiados?
El refugio atómico funciona entonces como un espejo incómodo de nuestro presente. En una época donde la catástrofe climática y la desigualdad marcan el pulso, la fantasía de esconderse bajo tierra no es solo ciencia ficción: es un proyecto real de las élites. La serie, con sus excesos y todo, convierte esa fantasía en un drama vengativo donde el lujo se convierte en castigo y el encierro en ajuste de cuentas.
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