miércoles, 30 de diciembre de 2015

Proyecto en cocción

RIFT

El calibrador holográfico ubicado a la salida del terminal aun no daba la señal al aerotransporte para el ingreso. Rift, así se hacia llamar en el feudo virtual, saco su dimov y se engancho a la red mas cercana, buscaba afanosamente el router para infiltrarse y derribar el firewall. Unos segundos de espera y el pin apareció, luego fue cuestión de ingresar el código de encriptación, una vez dentro del calibrador reviso los datos y apresuro a emitir la señal. A pesar de los muchos intentos de las compañías por naturalizar su acústica, la voz se seguía sintiendo metálica y fragmentada.
– No hay mucho que ver por estos parajes – resoplo el conductor, un cuarentón pasado de kilos y con peinado de cantante de genero urbano – Hace mucho que no vienen visitantes de la zona periférica, ¿oiga, usted no será uno de esos recolectores o simplemente intenta buscar fortuna en el mercado negro de simuladores extremos? –  su risa le asemejaba a esos anuncios de lechona del popular sector de la 27 sur.
– Ni lo uno, ni lo otro – respondió Rift con un dejo – debería salir de una buena vez  para que no nos arrebaten el ingreso ¿no lo cree? – Dicho esto se ajusto el cinturón y miro por la pequeña ventana la panorámica de la ciudad.

Tras unos minutos mas de espera al fin el aerotransporte alzo vuelo, en tan solo una fracción de segundos alcanzó los tres mil metros de altura, una vez en posición los rotores giraron y comenzó a avanzar a través de la densa capa de smog que semejaba una turbia acuarela. Rift no paraba de ver ese enjambre de calles que semejaban a los canales de circuitos de una tarjeta madre. No había mucho trafico, eran pocos los que venían a la ciudad, en especial después de aquel incidente que se convirtió en el festín de noticieros y agencias a nivel global.  ­– Cuanto desperdicio – pensó – los aerotransportes y calibradores no cambian, pretenden mantener unas costumbres anacrónicas en un entorno que ya no las aprecia – se sentía ansioso, cada segundo era relevante, algunos los usan para espiar personas, muy pocos logran hackear el tiempo mismo y usarlo en beneficio propio.

Tras una hora de viaje, antes de bajar a la plataforma de arribo, consideró la necesidad de verificar la transferencia. Saco su dimov de nuevo y verifico el alcance de red. Ingreso al app del banco suizo y este emitió un número, su cara rebosaba satisfacción. Se dirigió a la sala de espera occidental y se sentó cansinamente en una de las silla de cuerina y tallados florales barrocos. Dirigió su mirada a la pantalla, emitían una repetición del primer episodio de un viejo serial animado, el superagente cobra, le traía buenos recuerdos. Siempre soñó con ser un pirata espacial, tener una hermosa copiloto y saquear tesoros; quizás en parte si cumplió su sueño al ser un pirata informático, faltaba la copiloto y detectar el botín informático a saquear. El espacio para los comerciales era tedioso, la regulación de las autoridades de televisión exigía que fuesen solo quince minutos, pero en algunos canales podía llegar a cuarenta minutos, eso le molestaba, sobre todo desde el ingreso del software simplificado OCL, un paquete creado por neurohackers de la zona baldía del Bridge-Tech del distrito industrial de la extinta Puente Aranda.

Para no caer en el tedio de escuchar la estación radial del lugar decidió sacar su reproductor estereoscópico. Coloco cuidadosamente los digi-nodos a la altura de la sien y comenzó a deslizar sus pupilas por las frecuencias hasta encontrar la emisora sub-estatal. Lo particular de esta emisora es que transmitía con el protocolo BTR (Below The Radar) lo que permitía contenidos mas robustos y relevantes divergentes a la tendencia del mainstream impuesta por el ministerio cultural. Su reloj bio-quántico emitió un impulso que llegaba a su tallo cerebral informando que eran las cinco de la tarde, era el momento de Julius Hertz, el más celebre locutor BTR de la estación. Hertz tenia un registro acústico único, juvenil y refrescante, que tranquilizaba los neurosensores de Rift, en los contenidos anunciados por Hertz llamo su atención, tanto así que se aisló por un momento de si para concentrarse. Hablaba de un músico prodigio de 15 años de edad que interpretaría, para la colonia europea asentada en la estación lunar, una partitura estereoscópica de Rachmaninov, no ha habido registro alguno que supere la capacidad nemotécnica y precisión de este músico. Cuando volvió en si levanto la mirada a la pantalla, estaban en la escena en la que cobra descubre su psicoarma, una revelación de que su sueño era una memoria residual. Rift bajo la mirada y notó que su contacto ya habia llegado.

– Fue hace mucho tiempo – infirio el contacto –  ¿recuerdas los tiempos en que aun existían las verbenas populares, la bochornosa y apabullante atmosfera de neon, orin y cerveza mezcladas con esa irritante música popular?, miro de un lado a otro en busca de topos o vigias, el contacto saco de su bolsillo una tarjeta, siguió hablando – justo en el corazón de aquel parque de pueblo, estaba ese pequeño y precario stand, que no tenia mas de un metro sesenta centímetros de altura, tenia un viejo monitor de plasma y una cpu con Intel dual core y tarjeta de gráficos de sexta generación, y el gancho, ¿recuerdas el gancho? El que sostenía el visor Oculus – un alerta de mensaje de texto paro su monologo, era Orf, verificaba si se había hecho el negocio.  Rift recordó ese momento en el que uso el casco, su percepción se expandió, su mente podía ir mas allá de los limites que le imponía la carne, el miedo y la angustia se desvanecían; flotaba livianamente por el entorno, una nueva realidad se abría a sus pies, aunque el lapso de uso fue muy breve le mostró que si liberaba su mente ya no tendría restricciones.

Rift fue su primera opción al momento de ingresar su registro en los records del juego, el nombre derivo de aquella canción de la banda Phish, una ecléctica colección de ritmos americanos en la que el tema principal era la ruptura amorosa, un amigo le compartió el sencillo, nada volvería a estar en su lugar.  Harto de la predecibles que eran los videojuegos decidió ir mas allá e infiltrarse en servidores y bancos de datos. La agencia Van Eck comenzó a seguir sus pasos. Cuando conoció el cifrado solitario, el pontifex, el algoritmo criptográfico desarrollado por Bruce Schneir ejecutado mediante una baraja de cartas, su nivel y agilidad mejoraron notoriamente. Sobrevive trabajando para corporaciones como especialista en maniobras de infiltración de servidores y protocolos de acceso. Con dichos ingresos garantiza su pasatiempo: colectar errores de software, Bugs de ultima generación.

– Sabias que era un nicho de mercado reciente – volvió a hablar el contacto – su permanente crecimiento ha llamado la atención de varios conglomerados – el contacto se levanto de la silla y giro su cuello para dar una ultima frase – cuídate de ellos Rift, puede que te rompan mas que el corazón – Rift miro al techo, recogió sus cosas y salio a la salida norte. El contacto parecía un neurohacker, un extinto clan que operaba en lo que llamaban San Victorino, su especialidad era el comercio de codecs y pines para dimovs bloqueados, allí también estaban los cirujanos azabaches, implantadores de memorias residuales y tarjetas de identificación sensorial. Además de los azabaches estaban los bossale, ciberchamanes neurovudú, capaces de invocar loa cibernéticos que potencian los chips de personalidad. Sin embargo no era fácil encontrarlos en especial a Astral Verb, el mejor de los ciberchamanes y el único capaz de ejecutar dicha maniobra.

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