viernes, 27 de mayo de 2022

In Memorian: DE LA LUZ A LA OSCURIDAD

Rogelio Spare y su esposa circa 1956

Un homenaje al escritor Rogelio Spare, nacido en Girardot, Cundinamarca, en 1890, y desaparecido en 1957. Spare fue un adelantado a su tiempo y sus cuentos ya plasmaban los lineamientos de un horror cósmico con tintes tropicales

Por Edgar Modorwsky

Su nombre podía mezclarse entre los de Robert E Howard, Robert Chambers y Ambrose Bierce en una conversación de literatos, porque se desvivía por los relatos de horror, y él mismo era, en su manera de vivir, un invocador de horrores, o volverse único, inmortal e imperecedero si alguien hablaba de horrores cósmicos. “Un hombre reservado”, solían decir de él aquellos que lo habían tratado, para añadir luego de mil formas distintas, que marcó una época literaria de la literatura oculta en los 40, y que, por él, por sus escritos, a veces introspectivos, a veces complejos y siempre desbordantes de estampas, las historias de miedo empezaron a cambiar.

Por Rogelio Spare, varios entusiastas clandestinos que se sumergían en sus historias decidieron volverse escritores. “Un día se perdieron en la selva que hay saliendo de Neiva hacia el Caquetá una pareja de extranjeros: Los Cavendish – relataba años atrás German Arciniegas-. Rogelio Spare se fue a buscarlos con unos guías, una comisión de campesinos que salió a buscarlos. Rogelio, un narrador urbano, pero el escritor mas insigne que se conoció en los cuarenta, se hizo una serie sobre los Cavendish que transportaba a los lectores a la selva y hacia sentir el calor y el rigor de la selva. Unas paginas prodigiosas. Entonces volvía a decir: “ahora si quiero ser esto en mi vida”. Algo similar contaría Eduardo Caballero Calderón.

Spare fue ocultista sin matricula, pue creía que era urgente renovar la literatura y el arte del terror, la poesía y, si se hubiera podido, la vida. “Eran unos estetas y estoy en parte de esos herejes”, decía a finales de los 40. Fue amigo de Howard Philips Lovecraft sin oficialismos, pues con él, en infinitas conversaciones sobre lo que llamaban, medio en broma, medio en serio, horror cósmico tropical, se reencontraba con los postulados de la rebeldía en extremo. Lovecraft decía que sus textos tenían “la calidad de lo inverosímil”. Spare declararía en sus ultimas apariciones, que “Lovecraft nos quedó debiendo muchas cosas. Fue una promesa fulgurante, pero desgraciadamente se lo llevo el abismo”.

Solía tutearse con la oscuridad, y por ella, con ella tal vez, caminaba despacio y hablaba quedo. Era, con otros nombres y diversas descripciones, un personaje de sus cuentos (La Sombra Sobre Girardoth, Los Gatos de Agua de Dios, La Orden Dagoniana de Mompox), un hombre enjuto de apariencia añeja que vivía en otros planos de existencia. “Beethoven decía ‘no he aprendido a morir’ – le dijo en una entrevista a tres años antes de su desaparición al periodista Guillermo Cano -. La música me ha salvado de morir, pero no he aprendido a morir’. Parece que un reto bellísimo que la gente asume pocas veces es el reto de la muerte, el reto personal, individual”.

Él asumió ese reto desde niño, cuando comenzó a crear un mundo, su mundo, en el que podía refugiarse. Boto cientos de cuartillas a la caneca para que nadie conociera sus pesadillas infantiles, Incluso, confesaría después, quemo su única novela. Después comprendió que habría otros miedosos como él que tal vez querrían vivir sus mundos imaginarios. Por eso ya no incendio mas sus papeles. Publico sus historias. Unas reales con toques de lo gótico, algunas imaginarias con toques de lo real. Al final, bien habría podido decir, como Lovecraft, “El miedo es una de las emociones mas antiguas y poderosas de la humanidad, y el tipo de miedo mas viejo y poderoso es el temor a lo desconocido”. Y su obra, en ultimas, fue su vida.

 

Edgar Modorowsky en la Universidad de Miskatonic

 

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