sábado, 29 de marzo de 2025

Editotial 149: Nosferatu de Eggers, Una relectura que mantiene su aterrador tono expresionista

 

Entre la adaptación literaria de Drácula, escrita por Bram Stoker, y la icónica interpretación del personaje a cargo de Bela Lugosi – quien tristemente asumió su rol de manera permanente – se encuentra Nosferatu, una película muda estrenada en 1922 y dirigida por F. W. Murnau, que se inscribe dentro del movimiento artístico conocido como Expresionismo Alemán. Esta obra del cine presenta a un peculiar conde de Europa del Este, llamado Orlok, cuya existencia se ve marcada por una obsesión por un amor no correspondido. Es bien sabido que esta película es una versión no autorizada de la novela de Stoker, lo que generó descontento en el círculo familiar del autor, especialmente en su viuda, quien demandó a los productores y pidió que se destruyeran todas las copias. Sin embargo, un aviso: no todas fueron destruidas. Gracias a las reproducciones que sobrevivieron, su impacto perdura, enriqueciendo la figura del vampiro a través de la inolvidable actuación de Max Schreck, la cual sirvió de inspiración para la película La Sombra del Vampiro (2001), dirigida por E. Elías Merhige, en la que Willem Defoe interpreta a un inquietante Max Schreck que resulta ser un vampiro real.

Este año, en enero, se presenta una nueva versión de Nosferatu, dirigida por Robert Eggers, un cineasta profundamente conectado emocionalmente con la obra original de Murnau, lo que le permite crear un ambiente inquietante y escalofriante que recuerda la Alemania del siglo XIX. Eggers no copia la película, sino que reinterpreta la historia de un hombre y un vampiro que provoca el caos, aplicando su estilo distintivo en el género del horror. El resultado es una obra que, aunque elegante, no se siente forzada; es intensa pero no sobrecargada de detalles, logrando evocar una atmósfera de folklore antiguo. Aunque quizás no se esperaba una nueva adaptación de este clásico casi perfecto, no podríamos haber elegido a un mejor artista para ofrecer a esta generación gótica una nueva pesadilla.

La narrativa esencial se mantiene: Alemania, 1838. El agente inmobiliario Thomas Hutter (Nicholas Hoult) recibe un nuevo encargo de su empresa: un noble que reside en un remoto castillo en los Cárpatos desea adquirir una vivienda en un puerto local. Dado que el noble no puede viajar por su grave estado de salud – “está a un paso de la tumba”, menciona su jefe (Simon McBurney) – Hutter debe ir en su lugar. La esposa de Hutter, Ellen (Lily-Rose Depp), siente un mal presentimiento sobre este viaje y también sufre episodios que podrían estar relacionados con un espíritu que, según rumores, ella habría invocado hace años. Afortunadamente, su hermano Friedrich (Aaron Taylor-Johnson) y su esposa (Emma Corrin) se comprometen a velar por ella durante la ausencia de su marido.

No obstante, al igual que en The Witch (2015), The Lighthouse (2019) y The Northman (2021), Eggers emplea esta fascinación para enriquecer la atmósfera de su obra. Esta nueva versión del relato antiguo que trata sobre el mal que atraviesa los océanos está impregnada de una intensa atmósfera, aunque a veces uno podría preguntarse qué es lo que realmente el director quiere comunicar.  Un personaje plantea la interrogante: “¿El mal surge de nosotros mismos o proviene de fuerzas externas?”.  Aunque la película no brinda una contestación clara, la figura esquelética y amenazante que acecha a sus presas como un murciélago desprovisto de alas parece insinuar lo segundo. Skarsgård ofrece una actuación que evoca al Orlok de Schreck sin replicarlo de forma exacta, y la incorporación de un bigote al estilo de Vlad el Empalador hace que su aspecto sea aún más distintivo.

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