Diseño del artista Boris Bilinsky 1927 |
Un aullido ensordecedor
penetra en la trémula rutina de la gran Metrópolis. Es el Anuncio para el
cambio de turno, la gran máquina, el musculo, no puede parar y requiere sangre
nueva. Los obreros siguen la orden con la sumisión propia de los de su clase –
eso es lo que les han hecho creer – para que el orden sea perfecto y la producción
no se detenga. En la superficie la clase dirigente se divierte bailando y
bebiendo en exceso, nadie sospechaba lo que estaba a punto de ocurrir, una
visita inesperada de los habitantes del subsuelo. Las puertas del gran ascensor
se abren para revelar a un grupo de niños y a su guía María, una bella mujer de
clase obrera que llama la atención de uno de los dirigentes se trata de Freder,
el hijo del calculador y frio amo de metrópolis Joh Fredersen. Este flechazo
entre el hijo del dirigente y la mujer será el detonante que cambiará el
porvenir de la inhumana maquina urbanística.
Al enterarse de
este vínculo, Fredersen contacta con el científico Rotwang, un alquimista visionario,
que ha creado un ingenio que puede cambiar el curso de los acontecimientos. Se
trata de Futura, un androide (o replicante) hecha con una aleación de metal que
no solo le permite sentir, también puede adoptar la forma de cualquier mujer,
el plan perfecto para sustituir a la bella María y desatar un motín para destruir
a la maquina y culpar a los obreros. Pero como todo plan de sabotaje tiene un
fallo y esto llevara a una resolución donde el cerebro y el musculo son
reconciliados por el corazón. He visitado esta ciudad un par de veces, incluso
en alguna de ellas me encontré con uno de sus habitantes ilustres, el celebre
Forrest J. Ackerman, que vivía en la lujosa torre Rotwang, ubicadas en el nivel
Lang cerca del camino aéreo Harbou. Siempre que voy al café Géiser el dueño me
cuenta esta historia, que no me canso de escuchar, por cada vez que lo hace
siento algo diferente.Rotwang contempla su creacion: Futura
Miro el reloj, pronto los silbatos aullaran anunciando el cambio de turno. Miro por la ventana del local y todo se mantiene exactamente igual, hasta el aroma de la época que la produjo, aquel 1927 donde el expresionismo alemán llevaba la batuta. Dejo la propina y salgo a mi cita con Fritz Lang, es momento de ver cómo, a pesar del implacable paso del tiempo, su visión sigue siendo un referente para quienes siguen edificando el futuro, esa proyección especulativa en la que aguarda el bienestar de la humanidad. Miro nuevamente y veo la imponente torre central que vigila el paso de vehículos, aviones y dirigibles, regulando el flujo de esta maravillosa ciudad silente y desaturada cuyos contrastes siguen ejerciendo ese influjo imponente que la ha convertido en patrimonio de la humanidad.
Suban a su transporte de confianza y sin mas que decir visitemos entonces esta Metrópolis tan particular.
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