domingo, 8 de junio de 2025

Área protegida, de Edmundo Paz Soldán: Utopías al borde del abismo

En Área protegida, Edmundo Paz Soldán presenta una novela que explora de manera intensa la lucha entre la ruina y el anhelo, entre la destrucción del entorno natural y la firme intención de imaginar otros mundos posibles. En una época donde el apocalipsis se ha transformado en una realidad climática y política, la obra plantea una cuestión apremiante: ¿qué hacer cuando ya no hay tiempo? 

La trama se desarrolla en un parque natural de la Amazonía de Bolivia —un lugar fértil, dañado y lleno de significado—, y sigue la vida de el Profe, un hombre común que ha sido afectado por la desaparición de su tía.  Él encuentra en una revista sobre el fin del mundo la motivación para dejar su vida en la ciudad y unirse a La Comunidad: un tipo de refugio ecoespiritual, compuesto por ambientalistas, creyentes en lo paranormal, madres, hijos y animales. Sin embargo, aunque este grupo alternativo busca reconectar con la naturaleza, resistir el sistema y repensar las relaciones sociales, pronto se verá amenazado tanto desde adentro como desde afuera: confrontan al Estado, una carretera que se aproxima, la invasión del extractivismo y las tensiones entre aquellas personas que intentan reconstruir el mundo a partir de las cenizas. 

Paz Soldán crea un mundo narrativo que se aleja del dogma y la propaganda. Aunque Área protegida podría haber tomado el rumbo de una novela con un mensaje claro —ecológica, política o educativa—, el autor elige un enfoque más sutil: una investigación sobre los límites de la utopía al chocar con las verdaderas crisis humanas. El sueño colectivo no es perfecto: está lleno de contradicciones, ilusiones, ingenuidades y fallos fundamentales. Hortensia, que tiene fe en los ovnis; Rilma, que lucha por el bosque desde un activismo pragmático; Darlin, que halla consuelo emocional en los pájaros: cada uno representa diferentes aspectos de la esperanza, pero también del desvío. 

La novela se apoya en un lenguaje claro y casi restringido, que permite que el conflicto surja no por la exageración retórica, sino desde lo más profundo de lo simbólico. No se describe la selva con un romanticismo exuberante, sino con una reverencia sencilla, como si el narrador entendiera que lo vivo ya está en declive. Existen influencias de la literatura climática y de la ciencia ficción especulativa, pero lo que distingue a Área protegida es su estilo: una melancolía que no ignora la vitalidad, pero evita la idealización. 

Uno de los principales logros de Paz Soldán es su habilidad para conectar las tensiones ecológicas con los dilemas personales: el dolor, la fe, la locura, y el deseo de pertenencia. La novela no solo se cuestiona si salvar el planeta es viable, sino también si es posible preservar nuestras relaciones con los demás, el tiempo, lo sagrado y lo que aún no ha llegado. Como menciona el autor: “Debes solicitar a los humanos empatía por aquellos que aún no han venido al mundo. . . ”. Aquí es donde el aspecto político de la novela adquiere su dimensión ética: la imaginación no es solo un refugio, sino un compromiso. 

No es sorprendente que Área protegida converse con obras como El planeta inhóspito de David Wallace-Wells. En la novela hay un eco claro con los que se consideran "profetas del clima", esas voces que combinan ciencia, locura, misticismo y una urgencia apremiante. El Profe, como personaje principal, representa esa ambivalencia: su decisión de ir a la selva es tanto un acto de creencia como un escape, tanto una visión como una rendición a la locura. No obstante, ese es precisamente el punto: la utopía, cuando surge en medio de la calamidad, nunca es completamente pura. Está impregnada de temor, contradicciones y deseos mal dirigidos. 

Lejos de ser moralista o cínico, Paz Soldán ofrece una alternativa: la utopía imperfecta como forma de resistencia. En un mundo donde el futuro ha sido anulado por la calamidad, imaginar comunidades que, aunque delicadas, persistan en el cuidado, ya constituye un acto profundamente político. 

Área protegida no es una novela que brinde comodidad, pero es indispensable. Esta obra cuestiona nuestras nociones sobre lo que implica proteger, habitar y sanar. Y, sobre todo, nos recuerda que, incluso en tiempos de crisis, la humanidad aún puede imaginar una manera diferente de existir en la Tierra.

martes, 3 de junio de 2025

Reencarnación, espectáculo y extraterrestres: un recorrido por Los Concursantes

 


En Los Concursantes, Juan Andrés Fernández construye una distopía sin necesidad de recurrir a visiones futuristas o tecnologías impresionantes. La premisa es a la vez absurda y inquietantemente viable: una especie de reality show donde los participantes compiten por la posibilidad de una nueva oportunidad. El programa se revela como una parodia, la audiencia se muestra insaciable y la crítica social resulta implacable. En este marco, la ciencia ficción no se proyecta hacia adelante, sino que está profundamente arraigada en la lógica distorsionada del presente, recordándonos un futuro que ya ha pasado.

No obstante, lo que distingue esta obra no es únicamente su relato, sino su concepción como objeto literario. Escarabajo Editorial no proporciona simplemente un libro, sino un artefacto narrativo. En su interior se incluye un contrato que simboliza el acuerdo implícito entre el lector y el autor, presentado aquí de manera explícita: al abrir el libro, el lector acepta los términos del concurso. Además, el ejemplar contiene un flip book sobre abducciones, un código fuente, y un apéndice que describe las reglas del programa, funcionando como un dossier alienígena o una guía para ingresar a una nueva vida. Esta edición convierte la lectura en una experiencia cautivadora y sutilmente perturbadora.

En el ámbito narrativo, la novela entrelaza las historias de Sara, Carmen, Ámbar, Benedicto, Violeta y Nicolás: una mujer deseando regresar para subsanar lo que no pudo alcanzar en su vida, una influenciadora intentando mantener su relevancia inclusive tras su muerte, un alienígena en busca de un paraíso en la Tierra, y oficinas de reencarnación donde las profecías no son anticipaciones, sino recuerdos atesorados en las células.

El narrador —un editor transformado en guionista del programa— asiste a la comercialización de la miseria como entretenimiento, y observa cómo incluso la vida post mortem puede ser convertida en un producto audiovisual. El humor negro y la aguda ironía de Fernández convierten esta narrativa en una poderosa alegoría sobre el capitalismo emocional, el consumo del sufrimiento y la vacuidad de la cultura de masas.

Los Concursantes ofrece una distopía tropical, húmeda y absurda. Una novela que no necesita imaginar un futuro alternativo para perturbarnos, dado que esta pesadilla se desarrolla en el presente —grabada en un estudio, editada con filtros y transmitida en horario estelar.

Sobre el autor: Juan Andrés Fernández (conocido como Juan sin Ombligo)

Juan Andrés Fernández (1987) llegó al mundo con un onfalocele, una condición médica que le impidió tener ombligo. Desde su infancia, esta ausencia física se convirtió en un disparador para su creatividad: la llenó con narrativas peculiares, teorías sobre el cosmos y universos paralelos. Durante su adolescencia, luego de una ceremonia de ayahuasca, adoptó el nombre de Juan sin Ombligo, que ha estado presente en su obra y perspectiva artística desde entonces.

 Se graduó en publicidad con enfoque en medios audiovisuales en la Corporación Universitaria Unitec (2016) y se capacitó en dramaturgia y guion en la Escuela de Cine Black María. Ha contribuido con relatos y crónicas en publicaciones como El Malpensante, Las 2 Orillas, el Diario Longino de Iquique y el colectivo Letras Poesía. Ha sido reconocido con premios como el FIAP y el EFI por sus logros en el ámbito publicitario.

 
En 2019, lanzó Cuentos cortos para viajes largos a través de Santabárbara Editores, y en el mismo año colaboró como asistente en un taller de escritura para el desarrollo de una serie de ciencia ficción comisionada por HBO Latam. En la actualidad, se encuentra trabajando en su primera novela titulada El día que no supimos en qué creer.

miércoles, 28 de mayo de 2025

Las dimensiones que nos desbordan: ficciones desde el magma

 En Las dimensiones absolutas, Rodrigo Bastidas Pérez entrelaza una trama que es tanto radical como imprescindible: una exploración especulativa que recorre volcanes, cuerpos híbridos y memorias fragmentadas, amalgamando la ciencia ficción con la historia viva de Colombia.

La premisa inicial es sencilla, casi legendaria: Martin, un programador, regresa a su ciudad de origen y se dirige hacia un volcán acompañado de tres guías. Sin embargo, lo que inicialmente parece un relato de regreso se transforma en una inmersión en la multiplicidad, donde las leyes del tiempo, el espacio y la propia carne sufren alteraciones. Lo que descubrimos no es un único mundo alternativo, sino una plétora de ellos, en los que lo tecnológico, lo ancestral, lo biológico y lo espectral coexisten en una misma trama narrativa.

Bastidas utiliza una prosa rica y casi onírica, evocando a Ballard por su profundidad psicológica, así como al "weird latinoamericano" por su sintonía con lo telúrico y lo histórico. Esta obra no se adhiere a la ciencia ficción dura según lo convencional, sino que profundiza en la especulación ontológica más que en la tecnología misma. Las máquinas que surgen en su narrativa no son meros dispositivos: se presentan como extensiones rituales, entidades simbióticas que transforman el cuerpo y la identidad.

La novela también actúa como un cartograma del trauma: las repercusiones del conflicto armado, la violencia paramilitar, las desapariciones y los silencios que marcan al país se manifiestan como capas sobrepuestas en el paisaje. Su lectura se asemeja a adentrarse en un terreno minado, donde cada elemento del entorno puede estallar en una visión política, mística o cibernética.

Las dimensiones absolutas no es una experiencia de lectura sencilla ni complaciente, pero resulta absolutamente cautivadora. Representa una de esas obras que amplían nuestra comprensión de la ciencia ficción proveniente de América Latina: no se conforma con imitar los ampliamente transitados modelos anglosajones, sino que los subvierte desde una perspectiva geológica, histórica y emocional propia.

Es ideal para aquellos lectores en busca de una ciencia ficción distinta, que se acerque más al ritual que al algoritmo, más poética que programada. Una novela en la que perderse, con el riesgo —o el anhelo— de no regresar como antes.

Les dejo este video del Canal Estereoscopio sobre esta novela 


Reinas, ruinas y vampiros: una parranda gótica en Altasangre

 

En Altasangre, la escritora barranquillera Claudia Amador erige una novela que se despliega como un palacio en ruinas: majestuoso, inquietante y lleno de secretos que supuran desde las paredes. Con una prosa poética, oscura y cuidadosamente acompasada por tamboras y trompetas, la autora nos arrastra hacia un universo gótico que trasciende el tiempo y el espacio carnavalesco para convertirse en una alegoría inquietante de la historia barranquillera y latinoamericana.

Desde las primeras páginas, la novela nos sitúa en un ambiente tupido y de parranda, dominado por la decadencia de una estirpe que vive aislada del mundo, atrapada en sus propios fantasmas. La fortaleza en la que habitan —más prisión que refugio— actúa como herencia maldita, un espacio donde los ecos del pasado se repiten y deforman. La enfermedad, la sangre, el silencio y el delirio recorren las páginas como hilos invisibles que entrelazan generaciones.


Amador no se limita a contar una historia: invoca una atmósfera. Su lenguaje, cargado de lirismo y sombra, es uno de los mayores logros de la novela. Cada frase parece labrada con precisión, construyendo imágenes que conmueven tanto como perturban. Esta belleza formal, sin embargo, no mitiga la violencia latente en la narración; al contrario, la intensifica, demostrando que la historia de una nación también puede ser narrada como una pesadilla estética.

Los personajes, marcados por la herencia y el trauma, se mueven como sombras atrapadas en un ciclo eterno. Hay algo profundamente simbólico en sus destinos, como si encarnaran las heridas no cerradas de una sociedad entera. A través de ellos, Altasangre habla del poder como maldición, de la memoria como cárcel, y de la violencia como legado.

Pero esta novela no solo confronta desde la oscuridad: también lo hace desde el carnaval. Usando la lectura del bando, la elección de la reina del carnaval y el ritmo frenético de las comparsas como telón de fondo, Amador incorpora a los vampiros de forma mimética, fundiéndolos con los rituales del baile y la fiesta. Cada página mueve el esqueleto del lector, haciéndolo sentir el compás de la percusión y las cantaoras como una extensión de su propio cuerpo. En esta mezcla, la celebración se convierte en conjuro, y la alegría en máscara de lo ancestral.

Altasangre no ofrece respuestas fáciles ni desenlaces tranquilizadores. Por el contrario, deja al lector con una inquietud persistente, como si hubiese sido testigo de algo prohibido, algo que se repite cada año entre disfraces y sangre.

En definitiva, Altasangre es una obra poderosa que renueva el imaginario gótico desde una mirada latinoamericana, profundamente enraizada en la historia y el dolor de su territorio. Claudia Amador ha escrito una novela que no se olvida fácilmente: un altar escritura de la sangre, donde la belleza y la muerte bailan al mismo ritmo.

Les dejo este video del canal estereoscopio que revisa esta maravillosa novela


jueves, 15 de mayo de 2025

El Eternauta: La nevada que continúa

Estamos en 1957. Un guionista de cómics se encuentra finalizando las últimas líneas de una historia que debe entregar lo más pronto posible. De repente, un sonido extraño en el suelo y en su asiento interrumpe su concentración. Gradualmente, una figura toma forma ante él. Es un hombre que afirma provenir de un bucle temporal interminable. Se presenta como Juan Salvo y, visiblemente desorientado, dice: "Supongo que estoy en la Tierra".  El guionista, Héctor Germán Oesterheld, lo observa con asombro. Lo que está a punto de escuchar será una narración que dejará una huella perdurable en la ciencia ficción argentina: la llegada de una nevada mortal y de fuerzas extraterrestres en la penumbra que invaden Buenos Aires.

Así arranca El Eternauta, una de las obras más impactantes y cargadas de crítica política en el cómic latinoamericano. Escrita por Oesterheld y ilustrada por Francisco Solano López, esta historieta se lanzó inicialmente en 1957 en la revista Hora Cero Semanal. Desde ese momento, la nieve que cubre Buenos Aires ha estado congelando nuestro aliento.

El Eternauta es, sin duda, ciencia ficción.  Sin embargo, no se trata de un escape. No hay manera de evadirse. Por el contrario, nos introduce en nuestras propias calles, en nuestros hogares, junto a nuestras familias, confrontando el horror en lo familiar. La invasión no tiene lugar en Nueva York ni en Marte, sino en lugares como Flores, Vicente López o la General Paz. Sus protagonistas no son héroes con habilidades sobresalientes, sino ciudadanos comunes: vecinos, oficinistas, técnicos. Oesterheld nos lleva a comprender que solo enfrentando lo desconocido, lo monstruoso, lo deshumanizante, podemos hacerlo colectivamente. El verdadero héroe es el pueblo organizado.

Este mensaje, en un contexto de creciente represión y autoritarismo, no era inocente. Oesterheld era consciente de ello. Por eso, en 1976, ya involucrado en la resistencia contra la dictadura, reformuló El Eternauta con un tono más sombrío y explícito. Los "Ellos", los enemigos verdaderos, no solo son extraterrestres: son las estructuras de poder que, desde la sombra, manipulan y ordenan asesinatos, desapariciones y silencios. Poco después, Oesterheld sería secuestrado y desaparecido por el régimen, al igual que sus cuatro hijas.

Hoy, cuando quienes están en el poder niegan la existencia de la dictadura, minimizan los crímenes de lesa humanidad y recortan la memoria en nombre del "ahorro" o el "orden", El Eternauta resurge para desafiarnos. Vuelve a advertir que no hay invasión más peligrosa que el olvido. Que el adversario ya no necesita casco ni tentáculos: puede ir vestido de traje, hablar de libertad mientras impone disciplina, utilizar el miedo como argumento y los medios como herramientas.

La nevada continúa cayendo. En forma de represión, recortes, censura o indiferencia. Lo que decidamos hacer ante esta situación, al igual que en la historieta, dependerá de si actuamos solos o si elegimos resistir como lo hizo Juan Salvo: en compañía, con memoria, con dignidad.

Tal como mencionó Oesterheld: “El auténtico héroe en conjunto es la gente.”

Y la gente, como todos sabemos, no requiere de un manto para redimirse.


domingo, 20 de abril de 2025

HELLBLAZER JOYRIDE (un paseo en Coche). Escrito por Andy Diggle y dibujado por Leonardo Manco

 

El cielo y el infierno están aquí, detrás de cada pared, de cada ventana. Es un mundo tras el mundo, y nosotros estamos en medio. Ángeles y demonios no pueden entrar en nuestra dimensión. A los que lo hacen les llamo híbridos. Son los suministradores de influencia, solo pueden susurrarnos al oído. Pero una única palabra suya puede armarte de valor o convertir tu placer favorito en la peor de tus pesadillas. Tanto los esbirros del demonio como los de naturaleza angelical viven entre nosotros. Llaman a eso el equilibrio, en cambio yo le llamo hipocresía eterna

John Constantine

 

Tal como él mismo admite, John Constantine se desempeña como el tipo que se encarga de las tareas más complicadas que conllevan lidiar con entidades malignas. Este exorcista de clase trabajadora y con un estilo punk inicia esta historia en una situación precaria, atado y con el agua casi al cuello, siendo interrogado por un asesino a sueldo que ha sido enviado a acabar con su vida. Esta escena inicial sirve como el primer indicio de un complot que llevará al lector a explorar un nuevo caso de gentrificación urbana, donde fuerzas caóticas buscan demoler un antiguo conjunto habitacional.  A lo largo de los dos primeros capítulos, descubrimos que el asesino trabaja para un gangster que, tras ser encarcelado, delega sus actividades delictivas a su hija, lo cual desagrada al segundo al mando, quien conspira para eliminarla. Constantine recibe una solicitud del gánster para investigar la situación, y luego de una incursión infernal en la prisión, el gánster ordena a su mano derecha que acabe con él. Aunque la situación parece crítica para Constantine, es crucial recordar que entre sus habilidades se encuentra la de ser un embaucador astuto, cuyo ingenio lo llevará a una salida inesperada que lo enfrentará a viejas memorias no resueltas y a un adversario que persigue solo sus propios intereses.

Andy Diggle regresa a las raíces de Constantine con un enfoque que recuerda a los tiempos de Dangerous Habits.  Revive al personaje con su característico sarcasmo y su naturaleza áspera, utilizando sus trucos habituales para equilibrar los aspectos oscuros y luminosos de su vida. De igual forma, el ilustrador Leonardo Manco, conocido por su trabajo en All His Engines de Dany Carey, crea una atmósfera sombría y densa que nos transporta a los rincones más oscuros de Londres. Tras su salida, Constantine se dirige a un antiguo asilo que ahora ha sido convertido en casino, donde había estado internado en el pasado.  Su misión es clara: recuperar un objeto perdido en ese lugar durante su estancia, que podría ayudarle a manejar sus habilidades más eficazmente.  Sin embargo, regresar trae consigo recuerdos dolorosos y momentos difíciles que preferiría olvidar.  

La tercera historia presenta a una pandilla de delincuentes menores que, durante una noche de borrachera, atropellan accidentalmente a una pareja con su bebé, resultando en la muerte del niño.  El padre, en su dolor, busca justicia que jamás llega, visto que su origen humilde parece jugar en su contra.  Un día, un extraño se presenta y le ofrece la oportunidad de mudarse a un exclusivo complejo residencial, prometiendo que todo será gratuito y brindándole la posibilidad de vengarse de aquellos que causaron la muerte de su hija.  El hombre acepta y se traslada a este lujoso vecindario, donde todos muestran una amabilidad inquietante.  Poco después, los culpables comienzan a morir de maneras misteriosas, aparentemente eliminándose entre sí.  Constantine, al investigar, descubre cadáveres extraños en la vecindad de la pareja que había dejado atrás.  Estos cuerpos revelan signos de magia negra, y las pistas lo conducen de vuelta a la urbanización idealizada y al extraño que la gestiona, un individuo que claramente tiene intenciones siniestras al atraer a esa gente allí.


Como alguien que no lee Hellblazer con frecuencia, he observado que en tiempos recientes parece haber una rotación constante de escritores, siendo Leonardo Manco el único que se ha mantenido constante durante este tiempo. En términos generales, creo que su estilo encaja perfectamente con el cómic. Sus ilustraciones de los personajes tienen una calidad cinematográfica, presentando rasgos bien definidos y algunas imágenes a página completa. Sin embargo, lo que realmente me impresiona es su habilidad para representar los elementos sobrenaturales de Hellblazer. Debo reconocer su destreza para crear escenas de horror: ya sea con tentáculos que surgen de un símbolo grabado en el suelo o con un antiguo chamán de cuernos flotando en una prisión de almas, Manco logra capturar la esencia de lo sobrenatural, lo extraño y lo aterrador de manera magistral. Esto complementa la narrativa de Diggle, quien parece intencionalmente proporcionarle a Manco situaciones que realzan su talento visual. Además, otro aspecto en el que Diggle sobresale es en la representación del entorno realista que rodea a estos personajes. Me gustan sus ilustraciones de edificios, ya sea el horizonte de Londres o una antigua mansión de estilo gótico. Hay un gran nivel de detalle en su trabajo, y es un verdadero deleite tomarse un momento para admirar estas creaciones. Aunque Manco puede parecer un tanto apresurado en algunas páginas de vez en cuando, esto resalta sobre su trabajo habitual, que generalmente es mucho más cuidado.

Sin lugar a duda, aconsejo leer este arco de John Constantine, quien se encuentra en circunstancias que ningún ser humano normal se atrevería a concebir. Esta historia no solo nos conecta con lo que reside en las tuberías de la ciudad, sino que también aborda la inseguridad en las áreas urbanas y las estrategias utilizadas para continuar gentrificando la ciudad en favor de una minoría privilegiada.

miércoles, 16 de abril de 2025

Black Mirror 7ma temporada: Si el presente es distopía ¿Qué sentido tiene la ciencia ficción?


Desde que los smartphones y las tablets se apoderaron de la atención humana, emerge ese Black Mirror, ese espejo negro que refleja lo peor —y lo más inquietantemente posible— de nuestra relación con la tecnología, el poder y nosotros mismos. A lo largo de sus temporadas, la serie creada por Charlie Brooker ha pasado de ser una visión casi profética de futuros posibles, a convertirse en una antología que no solo incomoda, sino que también nos obliga a mirar de frente las preguntas que evitamos hacernos.

La recientemente estrenada séptima temporada marca un punto de inflexión: el espejo ya no solo refleja pantallas, sino también proyecta un optimismo utópico. ¿Qué pasa cuando la distopia es el presente? ¿Para que la ciencia ficción? Estas son las preguntas que cruza esta nueva entrega, en la que cada episodio explora los bordes difusos entre el sistema de salud, la creación fílmica y los recuerdos dolorosos.

Seis capítulos que tienen una duración que oscila entre 50 minutos y una hora y media, enfocados en las posibles innovaciones tecnológicas y sociales que podríamos encontrar en un futuro cercano. La trama incluye a una pareja que enfrenta serios problemas de salud y se ve obligada a abonar una suscripción premium para garantizar la vida de la mujer. También se presenta a un hombre que busca reconstruir sus recuerdos relacionados con una exnovia que recientemente ha fallecido. Además, hay un diseñador de videojuegos que ha guardado un secreto desde la década de los 90, así como una excompañera de instituto que regresa con el objetivo de acosar a quien antes la atormentaba.

Dos giros resaltan en esta nueva temporada, que es la segunda en lanzarse desde la pandemia y la quinta en Netflix; las dos temporadas originales se estrenaron en el británico Channel 4 y fueron auténticas explosiones creativas. El primero de estos giros es la introducción de una secuela directa, algo inédito hasta ahora, de un episodio anterior; a pesar de que la serie está repleta de referencias cruzadas, esta nueva entrega, más que ninguna otra, se centra en: USS Callister: Infinity, que es la continuación de USS Callister de la cuarta temporada, exhibida en 2017. Este detalle resulta intrigante porque ambas episodes son críticas al fenómeno de Star Trek, un icónico ejemplo del género de ciencia ficción y de una categoría específica de sus seguidores.

En la mayoría de los episodios, no se introduce contenido novedoso que no haya aparecido en entregas anteriores. La única excepción parece ser la loca trama sobre el acoso escolar y los universos paralelos, que se aparta de la plausibilidad tecnológica con una vuelta de tuerca característica de casi todo Black Mirror.  Esta trama se asemeja más a un inquietante juego de terror en la línea de Richard Matheson o Roald Dahl, pero con un toque contemporáneo.

Parece que esta serie gira en torno a sí misma, a veces de forma literal, reflexionando sobre las maneras de comunicar emociones auténticamente humanas en un contexto tecnológico que tiende a deshumanizar. En una era donde la inteligencia artificial, aunque superficial y en ocasiones engañosa, tiene un papel predominante, Black Mirror elige enfocarse en lo que nos distingue de los chatbots que pretenden mostrar emociones.  Eulogy, que cuenta con Paul Giamatti en el papel principal, se adentra en esta temática, sugiriendo que, más allá de los avances tecnológicos, nuestras emociones fundamentales permanecen inalteradas y que la tecnología puede ser una herramienta para expresar esos sentimientos.

El episodio sobre las facturas médicas no se presenta como algo futurista, sino como una versión de un presente aún más absurdo, donde la experiencia premium implica no tener anuncios intrusivos en tu mente para poder sobrevivir. Es una mezcla de dos relatos de Cory Doctorow: Radicalized, que parece predecir a Luigi Mangione, y Unauthorized Bread. Resulta irónico que se estrene en Netflix, una plataforma que ha sido pionera en el fenómeno de la "enshittificación" del streaming. La narrativa es desoladora, pero reconocible, y no es casual que la crítica al sistema de salud estadounidense sea encarnada por un alemán.

Desde una perspectiva creativa, se puede argumentar que el principal problema de Black Mirror en este punto es su pulido nivel de producción. En el inicio de cada relato, se introducen ciertos elementos que necesariamente se volverán relevantes al final, creando trampas mortales donde parte de la tensión radica en saber que los personajes están destinados a caer en ellas. Ha perdido la capacidad de asombro que caracterizaba a sus primeras temporadas, quizás porque la realidad ha superado a la ficción, con conceptos como las puntuaciones sociales de Nosedive, el primer episodio de la tercera temporada en 2016, que ya se siente natural. A veces, quisiéramos que lo peor que nos ofrecieran los actuales líderes del mundo fuera solo el espectáculo grotesco de verlos involucrarse en conductas extremas o ser caricaturas demagógicas.

Lo sorprendente es cómo intenta, con desesperación, replicar la magia de su capítulo más optimista, San Junípero, también de 2016. Esa historia de amor que trasciende la muerte y el software, entre dos mujeres que anhelan la nostalgia de los años ochenta, contenía un final que muchos consideraban esperanzador, mientras que otros lo veían como aterrador.  Esa visión romántica atrapada en un servidor, cuyo consumo de recursos es incierto, eventualmente se quedará sin energía y esas almas digitales también se desvanecerán en el vacío.

Black Mirror, siempre manteniendo un enfoque nihilista, proporciona críticas demoledoras sin ofrecer alternativas o incitaciones a la acción, más allá de desahogarse agrediendo verbalmente a tu compañero de prisión. En un lapso de casi quince años, ha evolucionado de un escepticismo punk a un biocosmismo y un casi religioso tecnoptimismo. Quizás la dura realidad nos agota a todos, incluida la mente creativa de Brooker y su equipo, pero su obra refleja adecuadamente la cultura actual y la ciencia ficción de nuestra era.

En un presente aterrador y sin perspectivas, desde una visión claramente burguesa y citadina —en el mundo de Black Mirror, las abejas han desaparecido, siendo reemplazadas por microdrones, una fantasía tecnológica que en 2011 resultaba irónica, y que hoy suena como una idea engañosa de Elon Musk—, la única chispa de esperanza parece ser aguardar que el apocalipsis nos sorprenda disfrutando de nuestro videojuego favorito, o que la vida digital termine siendo, de alguna manera aún no clara, superior a la analógica.

Este cambio desalentador solo nos enseña lo pueril que puede ser el cinismo, que, al desplazar el miedo hacia un realismo desencantado, realmente oculta el mismo deseo de creer en lo mágico, aunque ahora se conozca como inteligencia artificial, que puede tener cualquier persona de fe ciega. Por eso, sus objeciones a la credulidad de Star Trek resuenan profundamente, ya que claramente desearía revivir esa otra utopía fundamentada en la razón, que espera un futuro donde los humanos sean mucho más avanzados. Tal vez logren dar ese paso en la octava temporada, ofreciéndonos una ciencia ficción más sincera que la temerosa de la séptima.


Reseña de The White Lotus – Detrás del lujo, el caos también descansa en piscina infinita

 

Se abre el telón

¿Quién podría imaginar que unas vacaciones en un resort de lujo se transformarían en una serie de traumas, interacciones superficiales y delitos que ocurren lánguidamente? The White Lotus, creada por Mike White y disponible en HBO, es una obra maestra televisiva que fusiona una sátira mordaz, personajes maravillosos y despreciables, y paisajes que son a la vez hermosos e inquietantes. Cada temporada presenta una nueva ubicación, un elenco renovado y una nueva dosis de incomodidad estética que se asemeja a estar atrapado en un empalagoso aperitivo interminable con personas acaudaladas que te resultan desagradables, pero es imposible dejar de observar.

Cada temporada de The White Lotus se asemeja a sumergirse en una pecera dorada donde los peces exquisitos se atacan entre sí mientras sonríen para la cámara. La premisa es simple pero cautivadora: un resort de lujo, huéspedes privilegiados y empleados al borde del colapso, todo ello con un cadáver que se anticipa desde el primer episodio. Sin embargo, lo verdaderamente relevante no es quién muere, sino cómo todos van menguando por dentro mucho antes de que se acerquen al ataúd.

La primera temporada, ambientada en Hawái, nos transporta a un paraíso ilusorio con atardeceres impresionantes y una tensión social palpable.  La segunda temporada, que tiene lugar en Sicilia, intensifica el deseo, la sexualidad y el misterio, con villas barrocas, aguas azul profundo y una atmósfera que promete "vacaciones que terminarán mal, pero todo se siente tan bien". La tercera nos lleva a Tailandia, se caracteriza por una atmósfera más operística y dramática, con una crítica al turismo superficial y la desconexión de los visitantes con la cultura local

Cada escenario trasciende ser un simple fondo atractivo: casi cobra vida como un personaje. Hawái resuena con un mensaje de "colonialismo acompañado de spa", mientras que Sicilia está impregnada de sensualidad, secretos y una atmósfera de tragedia griega acompañada de un buen Aperol spritz, en Tailandia el telón de fondo se tiñe de un barniz más wagneriano.

Máscaras, lujos y miserias

Uno de los aspectos que eleva The White Lotus a niveles casi adictivos es su desfile de personajes extravagantes pero auténticos; sí, auténticos, porque todos hemos conocido a alguien como Tanya, Shane, Harper o Greg (ojalá que no). Mike White posee un talento casi cruel para exponer las peores facetas de las personas, haciéndonos reír mientras se desmoronan emocionalmente junto a una piscina infinita.

En cuanto a Tanya, Jennifer Coolidge se adjudica cada escena como si fuera una diosa griega desorientada enfrentando una crisis existencial, adornada con flotadores en forma de flamenco. Su actuación es una mezcla magistral de comedia y tragedia. Exhibe fragilidad, excentricidad, vulnerabilidad, egoísmo y, de alguna manera, se establece como una verdadera reina. Su evolución es casi teatral, un tipo de historia que es difícil de olvidar.

En la segunda temporada, Aubrey Plaza nos ofrece una lección maestra sobre la contención y la agresividad pasiva. Su personaje, Harper, es la reina de los gestos sutiles, el arte de la incomodidad con clase y las miradas que transmiten un mensaje claro: "desprecio todo esto".  Y no podemos olvidar al trío Di Grasso (Michael Imperioli, F. Murray Abraham y Adam DiMarco): un linaje masculino cargado de traumas familiares, deseos reprimidos y una total falta de autoconciencia.

En la tercera el elenco incluye a Michelle Monaghan, Aimee Lou Wood, Patrick Schwarzenegger, Aubrey Plaza y Natasha Rothwell, quien retoma su papel de Belinda. La temporada también presenta a nuevos personajes que exploran dinámicas familiares y relaciones complejas.

Cada uno de los personajes, sin importar lo patéticos, narcisistas o molestos que puedan ser, está tan elaboradamente diseñado que resulta casi hipnótico. Es como observar a un grupo de adinerados lidiando con sus conflictos emocionales mientras el mundo a su alrededor se consume en llamas. . . y te resulta imposible apartar la mirada.

Entre hilos dorados y nudos emocionales

The White Lotus va mucho más allá de ser solo un relato sobre ricos lamentándose en jacuzzis. Se trata de una crítica punzante, sofisticada y a menudo cómica sobre el poder, la desigualdad, el colonialismo contemporáneo, las dinámicas de clase, el turismo explotador y, por supuesto, el sexo como una forma de trueque emocional y tangible. Todo esto se sirve con una estética de revista de viajes y una tensión que te impulsa a cuestionar tu propio pasaporte y ética al mismo tiempo.

En Hawái, la serie aborda de manera cruda, aunque camuflada como comedia incómoda, la apropiación cultural y el turismo colonial. ¿Quién podría olvidar a los huéspedes que buscan "conectarse con lo auténtico" mientras ignoran a los empleados, tratándolos como si fueran parte del mobiliario? Lo sorprendente es que nunca se lo lanza directamente en la cara, sino que te presenta un reflejo de tu propia realidad. . . y te hace reír de lo mal que te ves.

La temporada ambientada en Sicilia se vuelve más personal y visceral. En este contexto, el poder se desplaza entre pasiones, billeteras y mentiras. Las relaciones son marcadas por la desconfianza, la infidelidad y el incesante juego de apariencias. La belleza del entorno contrasta drásticamente con la fealdad interna de los personajes. Es como aceptar una invitación a una cena deslumbrante, donde todos son conscientes de que al final alguien terminará llorando, pero aun así se sirven otra copa de vino.

Mike White no produce sermones, sino laberintos. Cada diálogo trivial, cada gesto y cada mirada furtiva están impregnados de significado. Y tú, como espectador, te quedas ahí, atrapado, intentando averiguar quién es el más miserable. . . y disfrutando cada instante.

Al compás de la belleza y el caos

Visualmente, The White Lotus es una fantasía. Todo está cuidado al detalle: desde las vistas de postal hasta la decoración de los resorts, cada plano parece salido de una revista de lujo… si la revista tuviera una sección de ansiedad existencial. El contraste entre la belleza del entorno y la podredumbre emocional de los personajes es tan fuerte que a veces sientes que la cámara te está juzgando.

La primera temporada juega con la luz tropical, los colores cálidos, el paraíso aparentemente perfecto. Pero hay algo en el encuadre, en cómo se mueven los personajes, que siempre te hace sentir que algo no cuadra. La segunda, en Sicilia, es más rica, más barroca, más sensual. Las tomas son casi cinematográficas, y la arquitectura antigua le da un aire de decadencia hermosa, como si todos los personajes estuvieran participando en una ópera que aún no saben que es trágica.

Y ahora... el soundtrack. Ese opening. Eso no es música, es un hechizo. La intro de la primera temporada, con sus tambores tribales desquiciados, te pone nervioso desde el primer segundo. La segunda temporada sube la apuesta con un remix etéreo-electrónico de canto lírico siciliano que suena como si una sirena drogada te estuviera advirtiendo que huyas… pero tú decides quedarte, porque el ritmo está demasiado bueno.

Cristobal Tapia de Veer (el compositor) no solo hizo una banda sonora, creó un lenguaje. La música es parte de la narrativa. Te manipula emocionalmente, te avisa que algo va a explotar… y lo hace con tanta clase que ni te importa.

A modo de conclusión

The White Lotus es una experiencia. No solo ves la serie, la sientes, la analizas, la comentas en grupo, y luego te quedas mirando al techo preguntándote si en tu próximo viaje te vas a convertir en alguno de estos personajes (spoiler: sí, probablemente en una mezcla entre Harper con resaca y Tanya al borde del colapso).

Es elegante, incómoda, hermosa, oscura, retorcida y divertidísima. Cada temporada funciona como una cápsula de locura emocional, una especie de safari humano donde los animales peligrosos no son los cocodrilos, sino los invitados de cinco estrellas. Y lo mejor de todo es que nunca sabes si estás del lado de los buenos, porque probablemente no los hay.

Mike White ha creado algo único: una serie que te hace reír, pensar y sufrir todo al mismo tiempo. Y con cada temporada se supera, lo que solo hace que la espera por la tercera (¡Tailandia!) sea una mezcla de emoción, ansiedad y ganas de empacar ya.

En resumen: The White Lotus es puro arte disfrazado de entretenimiento de lujo. Una crítica social con bronceador y vino blanco. Y sí, la recomiendo con locura. Solo no la mires esperando descansar... porque el descanso se termina en el primer minuto, justo después de ese opening infernalmente perfecto.

domingo, 30 de marzo de 2025

Reseña de McGuffin contra los Alienigenas Ancestrales de Sergi Álarez

 ¿Qué es un McGuffin? Se trata de un recurso narrativo que activa la trama de una historia, aunque su relevancia no radica en sí mismo. Funciona como un elemento de intriga que puede manifestarse como una persona, un objeto o un acontecimiento. En 1939, Hitchcock expresó sobre el macguffin: "En relatos con villanos, suele ser un collar, y en relatos de espionaje, son los documentos".  ¿Qué sucede cuando este recurso cae en las manos de Sergi Álvarez? Se transforma en una pareja de detectives que desentraña misterios paranormales, y su papel se vuelve más crucial a medida que avanza la narrativa. Ellos son Leonard y Gloria McGuffin; él es un firme creyente en ovnis y teorías conspirativas, mientras que ella es una mujer dulce, escéptica y excelente en competencias de pulsos.

El catalizador en esta nueva novela de Álvarez es un antiguo interés amoroso de Gloria, el famoso Ulrich Draniken, conocido presentador del programa Los Ancestros de las Estrellas, quien los invita a un viaje. Draniken les menciona que en un remoto lugar de Freedony han aparecido extraños círculos en los campos de trigo y luces enigmáticas, sugiriendo una posible llegada de extraterrestres. En ese preciso momento, Leonard McGuffin se disponía a leer otra novela de Sheckly Homes titulada “El caniche de Basketville”, disfrutando de un buen vaso de whisky, pero la mera mención de Draniken lo saca de su tranquilidad y así, Gloria y Leonard comienzan su odisea a regañadientes. Esto marca solo el inicio de un relato delirante lleno de humor y muchas referencias a archivos X, extraterrestres ancestrales, más influencias del cine de Edgar Wright, como Shaun of the Dead y Hot Fuzz.

Conocía el trabajo de Sergi Álvarez a través de la editorial Vestigio, gracias a Alan Smithee No Salvo el Mundo, cuyo nombre no es casual, ya que hace referencia a un seudónimo utilizado para eludir la responsabilidad por una mala película.  Esta novela gira en torno a un escritor de poca monta con un humor mordaz y una personalidad ácida que se enfrenta al apocalipsis en una sala de cine. En la sinopsis se puede leer: “Esta es la historia del fin del mundo contada por el mismo Smithee. Sin mentiras ni omisiones. La verdad sin tapujos. Además de ser un escritor pulp de éxito cuestionable, es del tipo que suele pronunciar frases como: ‘No soy racista, pero…’ o ‘No soy machista, pero…’.  Mezquino, cobarde y obsesionado con teorías de conspiración, se verá envuelto con mafias dedicadas al tráfico de criaturas fantásticas y agencias gubernamentales secretas. Experimentará persecuciones alocadas, secuestros, jugadas sucias, tiroteos y explosiones. Descubrirá que los monstruos son reales y adquirirá un adorable perrito a un precio excepcional. ” En resumen.

Regresando al tema central, los McGuffin arriban a la tranquila localidad rural de Fredony, donde se cruzan con varios personajes pintorescos, como el comisario Astra, Costello, el agricultor, y Loup Garou, el prestamista que también es el dueño del bar llamado El Lobo Aullador.  Este último está locamente enamorado de Calamity Cheescake, quien es la propietaria del Sirius, la taberna más apreciada de Freedony. Juntos, estos personajes aportan un toque vibrante y provocativo a cada etapa de este singular misterio que sin duda se ríe de las teorías acerca de los Antiguos Astronautas. La prosa de Sergi Alvarez está impregnada de sátira y humor negro, y como afirma Gloria McGuffin, transforma la narrativa y teje una intrigante trama policial que seguramente te hará reír en cada una de sus páginas. Esta obra es una impresionante recomendación para aquellos que disfrutan del misterio y la parodia.

Sergi Álvarez nació en 1975, en Suiza, en pleno mes de febrero. Decidió hacerlo en San Valentín porque es un romántico.Como guionista de cómic ha publicado las novelas gráficas Bajo la piel, Cuentas pendientes(Astiberri), historias cortas en antologías como BCN Noire (Norma) y varios cómics books. Espíritu aventurero, ha sido deshollinador, asesino de saldo, crupier en Montecarlo y es campeón imbatido de lucha en tatami jaula en su comunidad de vecinos.Vive en l’Hospitalet de Llobregat, junto a su chica y sus gatos. Si le invitas a una copa se hace el remolón, pero se la bebe.

Ha escrito las novelas cortas McGuffin contra el defecador del hoyo ocho (Orciny Press) y El silenciador(El Transbordador). Orciny Press ha publicado sus novelas: Nunca digas vodka, nunca jamás, Alan Smithee no salvó el mundo Gastronomía pangaláctica para gourmets, McGuffin contra los alienígenas ancestrales. Escribe relatos sin parar y de vez en cuando vende alguno.

sábado, 29 de marzo de 2025

Editotial 149: Nosferatu de Eggers, Una relectura que mantiene su aterrador tono expresionista

 

Entre la adaptación literaria de Drácula, escrita por Bram Stoker, y la icónica interpretación del personaje a cargo de Bela Lugosi – quien tristemente asumió su rol de manera permanente – se encuentra Nosferatu, una película muda estrenada en 1922 y dirigida por F. W. Murnau, que se inscribe dentro del movimiento artístico conocido como Expresionismo Alemán. Esta obra del cine presenta a un peculiar conde de Europa del Este, llamado Orlok, cuya existencia se ve marcada por una obsesión por un amor no correspondido. Es bien sabido que esta película es una versión no autorizada de la novela de Stoker, lo que generó descontento en el círculo familiar del autor, especialmente en su viuda, quien demandó a los productores y pidió que se destruyeran todas las copias. Sin embargo, un aviso: no todas fueron destruidas. Gracias a las reproducciones que sobrevivieron, su impacto perdura, enriqueciendo la figura del vampiro a través de la inolvidable actuación de Max Schreck, la cual sirvió de inspiración para la película La Sombra del Vampiro (2001), dirigida por E. Elías Merhige, en la que Willem Defoe interpreta a un inquietante Max Schreck que resulta ser un vampiro real.

Este año, en enero, se presenta una nueva versión de Nosferatu, dirigida por Robert Eggers, un cineasta profundamente conectado emocionalmente con la obra original de Murnau, lo que le permite crear un ambiente inquietante y escalofriante que recuerda la Alemania del siglo XIX. Eggers no copia la película, sino que reinterpreta la historia de un hombre y un vampiro que provoca el caos, aplicando su estilo distintivo en el género del horror. El resultado es una obra que, aunque elegante, no se siente forzada; es intensa pero no sobrecargada de detalles, logrando evocar una atmósfera de folklore antiguo. Aunque quizás no se esperaba una nueva adaptación de este clásico casi perfecto, no podríamos haber elegido a un mejor artista para ofrecer a esta generación gótica una nueva pesadilla.

La narrativa esencial se mantiene: Alemania, 1838. El agente inmobiliario Thomas Hutter (Nicholas Hoult) recibe un nuevo encargo de su empresa: un noble que reside en un remoto castillo en los Cárpatos desea adquirir una vivienda en un puerto local. Dado que el noble no puede viajar por su grave estado de salud – “está a un paso de la tumba”, menciona su jefe (Simon McBurney) – Hutter debe ir en su lugar. La esposa de Hutter, Ellen (Lily-Rose Depp), siente un mal presentimiento sobre este viaje y también sufre episodios que podrían estar relacionados con un espíritu que, según rumores, ella habría invocado hace años. Afortunadamente, su hermano Friedrich (Aaron Taylor-Johnson) y su esposa (Emma Corrin) se comprometen a velar por ella durante la ausencia de su marido.

No obstante, al igual que en The Witch (2015), The Lighthouse (2019) y The Northman (2021), Eggers emplea esta fascinación para enriquecer la atmósfera de su obra. Esta nueva versión del relato antiguo que trata sobre el mal que atraviesa los océanos está impregnada de una intensa atmósfera, aunque a veces uno podría preguntarse qué es lo que realmente el director quiere comunicar.  Un personaje plantea la interrogante: “¿El mal surge de nosotros mismos o proviene de fuerzas externas?”.  Aunque la película no brinda una contestación clara, la figura esquelética y amenazante que acecha a sus presas como un murciélago desprovisto de alas parece insinuar lo segundo. Skarsgård ofrece una actuación que evoca al Orlok de Schreck sin replicarlo de forma exacta, y la incorporación de un bigote al estilo de Vlad el Empalador hace que su aspecto sea aún más distintivo.

jueves, 20 de marzo de 2025

Psicovisiones y otras formas de evadir el capitalismo de la vigilancia: una reseña de DumDum, estudio de grabación de Justo Navarro (2024)

 Durante mi visita a la feria de publicaciones Revuelta Gráfica, organizada por el FCE en el Centro Cultural García Márquez, aproveché la oportunidad y explorar la sección de ciencia ficción y descubrí una obra intrigante: DumDum, estudio de grabación. Esta publicación de Anagrama, lanzada en 2024, presenta una cubierta que se destaca como una inusual excepción dentro de su línea editorial, con una textura líquida que evoca las lámparas con globos flotantes típicas de la década de 1960, y el título actúa como una especie de máscara que revela su colorido. Al revisar la contraportada, me encontré con una serie de etiquetas muy atractivas: música, Cyberpunk, noir y psicovisiones.

Una parte del texto menciona: ¿Quién es el responsable detrás del espíritu o sustancia que otorga invisibilidad, y que ha provocado tantos apagamientos voluntarios, es decir, suicidios? Esta es la investigación que realiza la agente Santos Ololquiaga, que trabaja en el Departamento de Armonización e Higienización de UniComplex, un ente que ejerce dominio sobre el mundo mediante neurochips que prometen bienestar y salud, aunque en realidad se centran en la localización, vigilancia y control sanitario-policial. El autor de esta narrativa es Justo Navarro, nacido en Granada, España, en 1953, quien obtuvo su licenciatura en Filología Románica en 1975. Conocido por su vinculación a la poesía contemporánea española, ha publicado tres libros de poesía y varias novelas, además de colaborar ocasionalmente con periódicos como El País y traducir obras de autores como Paul Auster, Jorge Luis Borges, T. S. Eliot, F. Scott Fitzgerald, Pere Gimferrer, Michael Ondaatje, Joan Perucho, Ben Rice y Virginia Woolf.

¿Qué temática aborda la novela? Más que su contenido, se centra en sus personajes, destacándose Antonio Vigo, un hombre que dirige, de manera legal, el Kontakte Dance Club en la calle Cárcel Baja, un lugar donde se puede bailar y disfrutar de música en vivo (aunque los músicos se encuentren en Hungría y Alemania).  A su vez, mantiene el Dum-Dum, un estudio-laboratorio destinado a la grabación y remezcla de psicovisiones —es decir, visiones mentales, ensoñaciones y alucinaciones sonovisuales que pueden compartirse y comercializarse. Sin embargo, de manera ilegal, se dedica a la venta de dispositivos que evitan la vigilancia y que otorgan momentáneamente invisibilidad a los ciudadanos que los emplean.

No obstante, muchos de aquellos que buscan esta invisibilidad acaban eligiendo apagarse por su cuenta (la palabra suicidio está prohibida).  Aquí es donde entra en escena la policía, o algo similar, del servicio de Armonización e Higienización, Santos Ololquiaga, quien no solo intentará esclarecer las responsabilidades de Vigo y sus cómplices (la farmacéutica Ruth Rull y el pianista Voight/Stein) en esos incidentes fatales, sino que también descubrirá las luchas de poder y sus repercusiones dentro de UniComplex, la entidad encargada del control y bienestar de los individuos.

DumDum, estudio de grabación se presenta como una historia distópica que remite a las obras de autores como Ray Bradbury, Philip K. Dick, William Gibson y George Orwell, e incorpora conceptos de obras como La era del capitalismo de vigilancia.


En ‘DumDum, estudio de grabación’, Justo Navarro reflexiona, de manera no alarmista, sobre cómo ciertas prácticas de control han comenzado a establecerse, evidenciando que son consideradas necesarias y beneficiosas por aquellos que pueblan el planeta.  Tal vez se cometa un error al referirse a ellos como ciudadanos, (como es el caso de la inserción del bioPhone en el cuerpo o de los dispositivos de limpieza que vigilan cada rincón del hogar, por ejemplo).

Asimismo, ‘DumDum, estudio de grabación’ le proporciona a Navarro la oportunidad de mofarse de los numerosos músicos que, especialmente en el ámbito de la música electrónica, utilizan una variedad de seudónimos para llevar a cabo sus múltiples iniciativas.


Justo Navarro no es un profeta, aunque gran parte de lo que describe ya se encuentra presente en nuestra realidad.  Todo esto, por supuesto, se ejecuta con la intención de garantizar el bienestar de las personas, ya que este control se establece con el objetivo de conseguir la felicidad colectiva.  Toda una distopia lisérgica en la que la escritura se presenta como una alucinación que luego se decodifica y aclara en el testimonio de la agente Ololquiaga, quien nos confirma los desvaríos de Vigo y luego se contrastan con los de el pienita Stein; esto me recordó también a la trilogía Nova de Burroughs y su experimentación del lenguaje.

Muy recomendada para quienes gustan de los experimentos de escritura y que hayan disfrutado películas como Días Extraños (Catherine Bigelow, 1995) y con la trilogía del Sprawl de William Gibson.

Área protegida, de Edmundo Paz Soldán: Utopías al borde del abismo

En Área protegida, Edmundo Paz Soldán presenta una novela que explora de manera intensa la lucha entre la ruina y el anhelo, entre la destru...