Siguiendo los mandatos del acuerdo tácito, ese convenio voluntario entre escritor y lector, mi primer encuentro con esta novela me sorprende al iniciar con lo que parece una entrada de un diario, de la época colonial al parecer, que luego me enterare que pertenece a las memorias de Alonso de Narváez, el primer artista responsable del cuadro de la Virgen de Chiquinquirá, “la patrona de los colombianos”. Luego pasamos a lo que parece el presente 1947. Exactamente un 24 de diciembre y un periodista titulado en el extranjero recibe la llamada de un informante con una exclusiva para la sección de crónica roja: Un cura se ahorco en la iglesia del barrio Egipto. Lo que no sabe este periodista, que trabaja para el diario El Sigilo, es que pronto se vera involucrado en un misterio que lo superara y lo llevara a develar el lado oculto detrás del poder y el estrecho vínculo con una pintura de la Virgen de Chiquinquirá, realizada por Alonso de Narváez en 1555, encargada por la comunidad para conmemorar el encuentro/colisión de las dos culturas, la indígena y la europea.
El escritor Pacho Restrepo, quien edito fanzines y revistas alternativas en los años noventa del siglo pasado, se arma de una plétora de recursos propios de la novela negra, la historia de Colombia, las sociedades secretas, el misticismo y la ficción; para crear un relato en el que la ciudad de Bogotá, con olor a incienso y harina, sirve como lienzo de una fantasía urbana al mejor estilo del New Weird, que nos va arrastrando en cada pagina a lugares insospechados. Esta novela recibe el Premio Medellín Negro de Novela de Crímenes en 2017 y publicado por el sello Mondadori en 2018. Con una circulación mas bien baja, la obra tuvo su apogeo en la FILBo y la Fiesta del Libro de 2018. Me entere de ella por mi buen amigo Rodrigo Bastidas, quien público un post en su muro de Facebook con la portada y con un breve comentario que me dejaron intrigado. Fue hasta el año pasado, 2021, que pude hacerme a un ejemplar gracias a una plataforma de ventas on-line.
Con una prosa muy
ágil, Restrepo nos conduce por los callejones de La Candelaria, en los que
pasan personajes como el famoso cronista Ximenez, el policía Chocolate, Mamatoco,
Juan Roa Sierra, el quiromante Umland Gerd, entre otros, que se funden con los
personajes ficticios en un juego de sombras y espejos que dejan ver entre líneas
los intereses del poder político, la manipulación de los medios, las
motivaciones detrás de la campaña libertadora y las ordenes masónicas y lo mas
interesante: el secreto del cuadro que puede demoler los cimientos de la religión
impuesta por los conquistadores. Como lo menciona Edwin Peña Umaña, en su
reseña escrita para el portal cineyliteratura.com: “En "La doble espiral"
hay dos epicentros que soportan gran parte del relato, dos espacios religiosos
muy significativos para la historia y cultura colombianas: la Iglesia de
Nuestra Señora de Chiquinquirá, en Boyacá, y la Iglesia del Barrio Egipto, en
Bogotá. El tema de la duplicación va a ser un leitmovit, que se intuye
desde el título de la obra. Por un lado, esa "doble espiral" de
nuestros ancestros muiscas, que nos revela la existencia de una ciudad dorada
en un mundo subterráneo, protegido por los espíritus ancestrales, y la noción
de lo femenino en la cosmogonía muisca, como principio que rige la naturaleza,
que llevan al pintor Alonso de Narváez y al periodista, narrador de la novela,
a persistir en mantener el secreto y que jamás sea revelado.”
La expectativa que me había hecho de la novela quedo altamente
superada y me encanto. La forma en que Restrepo va hilando los acontecimientos
en un entramado que conecta la memoria ancestral indígena, el legado de la conquista
y la lucha del poder por parte de los liberales y conservadores, cuyo
intersticio devela esa conexión con los rituales misticos y los objetos mágicos
que posiblemente llevaban a la famosa ciudad oculta de El Dorado, hacen de este
relato algo innovador en lo que respecta a la novela policiaca escrita en
Colombia. Para cerrar quiero complementar con otro comentario de Peña Umaña: “La
imagen de la doble espiral se proyecta en la estructura interna de la novela,
pero también en su planteamiento filosófico-ontológico acerca de esa mirada a
la presencia ancestral indígena en las profundas raíces de nuestra historia y
nuestra identidad. Raíces que permanecen ocultas en los espacios geográficos
significativos de Bogotá y el altiplano cundi-boyacense, y también en nuestra
tradición religiosa, transculturada, tras la cual subyace el sentimiento
místico espiritual muisca. Una doble espiral que se ve, así mismo, en esa
violencia anclada en el inconsciente colombiano desde los tiempos de la
conquista, que se lleva por delante al periodista narrador de la obra, y que en
la actualidad una parte de nuestro país político persiste en mantener, violencia
que se ha vuelto la torpe herramienta que busca impedir que las miradas
renovadoras sobre la identidad colombiana puedan ser realidad, como la que hace
el escritor Pacho Restrepo en esta gran novela.”
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