“En
fanzines, los bichos raros de todos los días hablaban claramente sobre sí
mismos y nuestra sociedad, una intimidad reveladora y un saludable "vete a
la mierda" a la autoridad autorizada, sin dinero ni reconocimiento,
escribiendo para una audiencia de inadaptados de ideas afines.”
Stephen Dumcombe / Notes from Underground (2008)
Los fanzines llegaron a
Colombia de la mano del movimiento punk y metal en Bogotá y Medellín, durante
la convulsionada década de los años ochenta del siglo XX. La motivación por
compartir la poca información que llegaba de las bandas de afuera convirtió al
fanzine en el vehículo ideal para construir una intranet, como lo expone Vortice Rebel en Refractarios: Ruido y Fotocopias, que configuro la escena punk y
metal que resistió hasta finales de los noventa. Trozando las páginas de las revistas y periódicos cursis del
establecimiento para ensamblar los arquetipos de la marginalidad, lacerando las
hojas con el martilleo de la máquina de escribir y el kilométrico de tinta azul,
construian exploraciones periféricas a la cultura impresa oficial, que les permitía
hablar con total honestidad de sus rituales. Eran los tiempos de las parias y
narcos, de un país mancillado por masacres y pobreza que tenia en el punk y el
metal a sus cronistas que solo vivían el presente, no había futuro.
El país sigue siendo el
mismo. La violencia está a la orden del día y los fanzines parecen haber dejado
su refugio clandestino, que operaba bajo el radar, para exiliarse de su función
inicial y abrazar el reconocimiento que merece. Esta acción le ha permitido
ganar un espacio importante en las universidades, se hacen talleres y electivas
del tema, e incluso se han constituido en objeto de investigación. Las
librerías y las bibliotecas ya lo incluyen entre sus categorías de archivo. Es más
sencillo encontrarlos ahora, sobre todo con el auge de las ferias
independientes y festivales de auto-publicación. Sin duda todo esto parece
bueno, pero, ¿no representa también una amenaza a su esencia?
En la actualidad con la masificación
de las redes sociales, los blogs y los portales de prensa independiente a las lógicas
de los medios oficiales; el fanzine ha diversificado sus intereses, centrando
su atención en los fenómenos de nicho, las comunidades y actividades del ocio,
y los procesos de creación artística. También debemos sumar la proliferación de
herramientas digitales y de reproducción a la que algunos tienen acceso algunos
realizadores y realizadoras, haciendo que los fanzines sean muy diferentes en términos
de calidad y contenido a sus predecesores. Las motivaciones han cambiado, así
mismo las personas que los hacen. Los primeros
fanzines eran hechos por personas que poco sabían de diseño o artes gráficas,
el perfil era más cercano a oficinistas, empleados de tiendas y trabajadores
que en el poco tiempo libre hacían su ejercicio de producción para lograr su publicación.
Cuando me lance a
investigar sobre los fanzines en Colombia, el escenario era reducido, pero con
una enorme capacidad de expansión. Tuve la oportunidad de intercambiar notas
con realizadores y realizadoras, como el caso de M. Noregna, Andres Frix,
Rapiña, Vortice Rebel, Robot; entre otros, que rememoraban un fanzine
subterráneo, que solo se conseguía en toques de punk o metal, fotocopiado y
cuyo contenido apuntaba mas al periodismo aficionado, a la escritura y el
dibujo amateur – un préstamo lingüístico del francés que guarda relación con la
motivación por la cual se realiza – elaborado de manera más artesanal, con
pegante, recortes y escrito a mano con altas dosis de ingenio y
autenticidad.
¿Qué caracteriza al fanzine
en la actualidad? ¿todos los fanzines se terminan pareciendo? ¿esta perdiendo
su chispa de autenticidad diluyéndose entre los intersticios de una nueva
industria subeditorial? Sobre la caracterización me gustaría citar un aparte de
la convocatoria Beca Fanzine – Laboratorio de Comunidad, de la Fundacion
Gilberto Alzate, en 2019:
“Fanzine es un vocablo de origen inglés
que contrae las palabras fan (aficionado) y magazine (revista) siendo entonces, una revista hecha y autoeditada por artistas alrededor de un tema. Lo
que hace a un fanzine diferente de otro tipo de expresiones artísticas es
que no se encasilla en una forma o estética en particular. Los
hay de todos los tipos: como cartillas, como revistas, con técnicas semejantes
al collage (recortar y pegar), digitales, impresos a través de técnicas como la
risografía, a mano.”
La cita nos da unas pautas para contrastar la percepción
que tienen las instituciones públicas sobre este tipo de publicaciones. Quiero
señalar que se habla de los realizadores y realizadoras como artistas, etiqueta
que puede condicionar el juicio sobre los resultados esperados de los mismos. También
se identifica al fanzine como expresión artística, un indicio de la lente con
la que es observado privilegiando la forma en que son realizados con ciertos aspectos
de la gramática del dibujo, la pintura, el collage y la fotografía; pero el
fanzine no es solo una expresión artística, en un medio, y como dijo McLuhan, The
Medium is the Mess-age, el medio es la edad del desastre. Ese privilegio al
medio más que el contenido que transporta, hace que los fanzines caigan en la
trampa de la forma dejando al contenido al margen del mismo. En algún momento
de la primera década del siglo XXI apareciera lo que se denominó “Fanzine
Mostro”, compilaciones de dibujos de creaturas temáticas, más visuales que escriturales.
También parece haber una autocensura por parte de algunas propuestas, pero
afortunadamente en los últimos años el panorama esta cambiando.
1 comentario:
Muy interesante maese Boris
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