La oferta musical
ofrecida en los bares y cantinas populares de la ciudad nos muestran un panorama
mas bien limitado en el que sus “artistas” lucen atractivas prendas que erotizan
su cuerpo y voces que están lejos de ser naturales, más bien son producto de un
sofisticado programa de computador que oculta los errores de registro vocal; en
resumidas cuentas, importa mas la apariencia que la esencia, el talento no es innato
es mas bien algorítmico.
Andy Hildebrand,
un geofísico y musico aficionado, desarrollo para la compañía Exxon complejos
algoritmos para interpretar datos generados por una onda sísmica para encontrar
depósitos subterráneos de petróleo. El giro particular es cuando Hildebrand descubre
que su método para interpretar datos sísmicos podía ser usado para detectar,
analizar y modificar el tono en los archivos de audio. La autocorrelación era
la clave de su método y la industria musical consideraba que el uso de esta no
era algo práctico debido al enorme esfuerzo computacional que se requería, pero
Hildebrand encontró una manera simplificada que redujo casi un millón de
multipply adds a solo cuatro. En 1996 se implementó el algoritmo en un
computador personal Apple y presento el resultado en el National Association of
Music Merchants (NAMN), hecho que se registra en el articulo “The Mathematical Genius
of Auto Tune” de Zachary Crokett, fechado en septiembre 26 de 2016. Su primera aplicación
seria la canción Believe, interpretada por Cher, una artista que huye al paso
del tiempo, en la que se inyectan las modulaciones mecánicas de Auto-Tune de
manera consciente, esto para exagerar la artificialidad de una corrección de tono
abrupta.
Para el año 2000
el uso de Auto-Tune como efecto vocal se había propuralizado gracias al trabajo
de T-Pain, artista de Rythim an Blues y Hip-Hop, que elabora el efecto haciendo
un uso activo del Auto-Tune en sus canciones. El “efecto T-Pain” se convierte en
un elemento habitual de la música, tanto asi hace parte de las aplicaciones de
iPhone con la conocida “I Am T-Pain”. A esta lista se suman Kanye West y Lady
Gaga; pero no todos lo aceptan, una canción de Jay Z de su álbum The Blueprint
3, Death of Auto-Tune, es una declaración de oposición a este artilugio
digital. Pero otra historia es la nuestra, donde el Auto-Tune y la lencería han
seducido a las jóvenes generaciones que no pueden disfrutar de una buena agria
sin esas disonantes melodías de despecho, lujuria y muerte.
En el panorama de
la música popular colombiana actual, la palabra “artista” puede carecer de
sentido cuando quienes la usan no tienen mayor talento que decir burradas en
las entrevistas, porque no pueden pensar fuera del guion, de un libreto a
seguir. El denominado genero urbano, que alude al reggaetón, tiene varias
canciones y artistas que usan estos actos de prestidigitación y teatralidad
para seducir al ojo y al tímpano, que, al ser combinadas con las bebidas etílicas,
producen una reacción en cadena que lleva a instalar estas tonadas en la mente
a la manera un inception, implantan una idea natural que hace que esas rimas
sean identificables con quienes las escuchan. Así las cosas, nada mejor que un buen escote y
un Auto-Tune para seguir fabricando ídolos de barro que se quiebran así mismos
cuando se les quitan estos recursos. ¿Qué pasara entonces cuando estas vetas
pierdan su efectividad? ¿Qué debemos esperar cuando la fiebre de lo retro y la conmemoración
pierda su efecto? Estas y otras preguntas se resolverán conforme avance el
tiempo, pero a corto plazo veremos un estancamiento de la cultura que requerirá
de un giro copernicano para dar el siguiente paso hacia una nueva expresión.
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