lunes, 16 de noviembre de 2020

Auto tune y lencería: la apariencia que oculta la falta de talento.

 


La oferta musical ofrecida en los bares y cantinas populares de la ciudad nos muestran un panorama mas bien limitado en el que sus “artistas” lucen atractivas prendas que erotizan su cuerpo y voces que están lejos de ser naturales, más bien son producto de un sofisticado programa de computador que oculta los errores de registro vocal; en resumidas cuentas, importa mas la apariencia que la esencia, el talento no es innato es mas bien algorítmico.  

Andy Hildebrand, un geofísico y musico aficionado, desarrollo para la compañía Exxon complejos algoritmos para interpretar datos generados por una onda sísmica para encontrar depósitos subterráneos de petróleo. El giro particular es cuando Hildebrand descubre que su método para interpretar datos sísmicos podía ser usado para detectar, analizar y modificar el tono en los archivos de audio. La autocorrelación era la clave de su método y la industria musical consideraba que el uso de esta no era algo práctico debido al enorme esfuerzo computacional que se requería, pero Hildebrand encontró una manera simplificada que redujo casi un millón de multipply adds a solo cuatro. En 1996 se implementó el algoritmo en un computador personal Apple y presento el resultado en el National Association of Music Merchants (NAMN), hecho que se registra en el articulo “The Mathematical Genius of Auto Tune” de Zachary Crokett, fechado en septiembre 26 de 2016. Su primera aplicación seria la canción Believe, interpretada por Cher, una artista que huye al paso del tiempo, en la que se inyectan las modulaciones mecánicas de Auto-Tune de manera consciente, esto para exagerar la artificialidad de una corrección de tono abrupta.

Para el año 2000 el uso de Auto-Tune como efecto vocal se había propuralizado gracias al trabajo de T-Pain, artista de Rythim an Blues y Hip-Hop, que elabora el efecto haciendo un uso activo del Auto-Tune en sus canciones. El “efecto T-Pain” se convierte en un elemento habitual de la música, tanto asi hace parte de las aplicaciones de iPhone con la conocida “I Am T-Pain”. A esta lista se suman Kanye West y Lady Gaga; pero no todos lo aceptan, una canción de Jay Z de su álbum The Blueprint 3, Death of Auto-Tune, es una declaración de oposición a este artilugio digital. Pero otra historia es la nuestra, donde el Auto-Tune y la lencería han seducido a las jóvenes generaciones que no pueden disfrutar de una buena agria sin esas disonantes melodías de despecho, lujuria y muerte.

En el panorama de la música popular colombiana actual, la palabra “artista” puede carecer de sentido cuando quienes la usan no tienen mayor talento que decir burradas en las entrevistas, porque no pueden pensar fuera del guion, de un libreto a seguir. El denominado genero urbano, que alude al reggaetón, tiene varias canciones y artistas que usan estos actos de prestidigitación y teatralidad para seducir al ojo y al tímpano, que, al ser combinadas con las bebidas etílicas, producen una reacción en cadena que lleva a instalar estas tonadas en la mente a la manera un inception, implantan una idea natural que hace que esas rimas sean identificables con quienes las escuchan.  Así las cosas, nada mejor que un buen escote y un Auto-Tune para seguir fabricando ídolos de barro que se quiebran así mismos cuando se les quitan estos recursos. ¿Qué pasara entonces cuando estas vetas pierdan su efectividad? ¿Qué debemos esperar cuando la fiebre de lo retro y la conmemoración pierda su efecto? Estas y otras preguntas se resolverán conforme avance el tiempo, pero a corto plazo veremos un estancamiento de la cultura que requerirá de un giro copernicano para dar el siguiente paso hacia una nueva expresión.

 

 

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