viernes, 2 de diciembre de 2022

Tinta (2011) de Fernando Trías de Bes

 

Un libro no solo es un objeto, un artilugio, es un dispositivo que acelera el intercambio de información y que sobrevive a los cambios de paradigma de la tecnología. Cada hoja contiene no solo palabras, contiene tinta, con esa idea conoceremos al primer protagonista: el librero Johan Walbach, el regente de una librería de préstamo en Maguncia, Alemania. Por si acaso estamos en el año 1900, así es, el comienzo del siglo XX. Antes de proseguir debo hacer mención de una nota particular: “cada mes de junio, en Maguncia (Alemania) se celebra la fiesta de San Juan. El momento culminante de los festejos tiene lugar el 21 de junio con el bautizo de los nuevos impresores. En plena Ludwigstrasse, juran lealtad a su profesión, y son bautizados, sumergiéndose por completo en una gran cuba de agua del Rin.”

Fernando Trías de Bes
Regresando a Johan Wallbach, su pasión por los libros lo lleva a ser librero de préstamo acumulando muchos títulos, autores, tramas, palabras; a la final ha acumulado galones de tinta en los cuales tratara de hallar “el motivo de la sinrazón” ¿Qué lo llevo a tan obsesiva búsqueda? La infidelidad. Se ha enterado que su esposa, Alice Thiel, ha tenido varios encuentros sexuales con un misterioso hombre en el Hotel Schwarzkopf (si, como la marca del laboratorio de champú) y al intentar el descabellado acto de asesinar al amante, ella lo detiene con un deseo: “debes encontrar el motivo de la sinrazón”. Un detonante que llevara a Walbach a cruzar camino con un matemático, Sebastian von der Becke, un catedrático que también busca el motivo de la sinrazón.

Wallbach y von der Becke se lanzan juntos a buscar el motivo. El matemático ofrecerá la formula, el algoritmo de búsqueda, y el librero cederá todos sus libros con tal de hallar la respuesta a su enigma. También conocerán al impresor Patrik Gensfleisch, descendiente del linaje de impresores que comenzó con Johannes, si, el que conocemos como Gutenberg, quien ha esperado el encargo que le permita encontrar la respuesta a la sinrazón. En el camino también encontraran a un corrector de estilo, Guido Bressler, quien ha dejado la escritura para corregir solo la forma y que de algún modo intenta en ello indagar por la respuesta a la sinrazón que tanto lo embarga. El camino culminara con el editor Eusebius Hofman, quien tiene una extraña costumbre de tomar páginas de libros vírgenes, recién impresos, y frotar paginas en su cuerpo para sentir como la tinta se desprende y llega a los poros de su piel.    

Esta novela es un hermoso homenaje al libro, a toda esa cadena de producción que lo lleva del concepto a la materialidad, evocando ese espíritu que marco la Galaxia Gutenberg que tanto señalaba Marshall McLuhan. En sus paginas recorremos esa Maguncia de principios de siglo XX donde el principal renglón de producción son los libros. Las galeradas, los tipos móviles, la tinta, las palabras y todo ese circuito que convergen en este bello objeto: el editor, el impresor, el corrector, el autor y claro el librero. Si la logran ver en alguna librería de segunda mano, déjense llevar, adquiérala y sin mayor perjuicio sumérjase en este estanque de tinta. Absolutamente recomendada. Agradezco como siempre al gran Alejandro Torres, librero de Arbol de Tinta, quien me paso esta novela con un compromiso: “me tienes que decir de que trata, la leí hace mucho y no recuerdo por que me pareció tan fascinante.”

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