Un libro no solo
es un objeto, un artilugio, es un dispositivo que acelera el intercambio de información
y que sobrevive a los cambios de paradigma de la tecnología. Cada hoja contiene
no solo palabras, contiene tinta, con esa idea conoceremos al primer
protagonista: el librero Johan Walbach, el regente de una librería de préstamo en
Maguncia, Alemania. Por si acaso estamos en el año 1900, así es, el comienzo
del siglo XX. Antes de proseguir debo hacer mención de una nota particular: “cada mes de junio, en Maguncia (Alemania)
se celebra la fiesta de San Juan. El momento culminante de los festejos tiene lugar
el 21 de junio con el bautizo de los nuevos impresores. En plena Ludwigstrasse,
juran lealtad a su profesión, y son bautizados, sumergiéndose por completo en
una gran cuba de agua del Rin.”
Fernando Trías de Bes |
Wallbach y von
der Becke se lanzan juntos a buscar el motivo. El matemático ofrecerá la
formula, el algoritmo de búsqueda, y el librero cederá todos sus libros con tal
de hallar la respuesta a su enigma. También conocerán al impresor Patrik
Gensfleisch, descendiente del linaje de impresores que comenzó con Johannes,
si, el que conocemos como Gutenberg, quien ha esperado el encargo que le
permita encontrar la respuesta a la sinrazón. En el camino también encontraran
a un corrector de estilo, Guido Bressler, quien ha dejado la escritura para
corregir solo la forma y que de algún modo intenta en ello indagar por la
respuesta a la sinrazón que tanto lo embarga. El camino culminara con el editor
Eusebius Hofman, quien tiene una extraña costumbre de tomar páginas de libros vírgenes,
recién impresos, y frotar paginas en su cuerpo para sentir como la tinta se
desprende y llega a los poros de su piel.
Esta novela es un
hermoso homenaje al libro, a toda esa cadena de producción que lo lleva del concepto
a la materialidad, evocando ese espíritu que marco la Galaxia Gutenberg que
tanto señalaba Marshall McLuhan. En sus paginas recorremos esa Maguncia de
principios de siglo XX donde el principal renglón de producción son los libros.
Las galeradas, los tipos móviles, la tinta, las palabras y todo ese circuito
que convergen en este bello objeto: el editor, el impresor, el corrector, el
autor y claro el librero. Si la logran ver en alguna librería de segunda mano, déjense
llevar, adquiérala y sin mayor perjuicio sumérjase en este estanque de tinta.
Absolutamente recomendada. Agradezco como siempre al gran Alejandro Torres,
librero de Arbol de Tinta, quien me paso esta novela con un compromiso: “me
tienes que decir de que trata, la leí hace mucho y no recuerdo por que me pareció
tan fascinante.”
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