Desde que nacemos
nos insertamos en el sistema: un conjunto de regulaciones cuya finalidad es
dictaminar la forma en que debemos vivir, pero, ¿Qué tipo de vida estamos viviendo
y cual deberíamos vivir? ¿Qué tan interpelados estamos por el dogma consumista de
la sociedad industrial? ¿Somos libres realmente? Estas y otras preguntas rondan
la mente de Vicente y Sebastian, los protagonistas de Buda Blues, la séptima novela
de Mario Mendoza, que, como lo señala su autor, es un “desgarrador aullido
contra la sociedad y la especie”. Mendoza retrata como al estar atrapadas en una
sórdida espiral hacia el tedio y el vacío de una vida mediocre, los conduce a
cruzar el umbral de esos miedos infundados por el American way of life. Un tedio soterrado que puede verse liberado
por un evento inesperado. Mendoza, el cronista de esa Bogotá sórdida y escatológica
llena de marginados, reflexiona en estas 277 páginas sobre el impacto del
modelo industrial y la imposición de una normalidad social en la que importa
tener un empleo, una vida familiar y alimentar la economía siguiendo las convenciones
dadas por el marketing.
En este escenario,
usando el genero epistolar, Mendoza nos presenta la reconstrucción de las
cartas que se envían Vicente y Sebastián, un par de buenos amigos cuyas vidas
han pasado por una serie de situaciones que los han llevado a pensar sobre la
vida que llevan y las que deberían llevar precisamente. Por un lado, Vicente,
profesor de sociología, ha llevado una vida normal: trabajo, casa, trabajo; sin
embargo, esta aparente estabilidad se ve interrumpida cuando es citado a
Medicina Legal para identificar el cadáver de un familiar del que no sabia
nada, su tío Rafael. Este encuentro hace que Vicente descubra el motivo
por el cual su tío se había distanciado de la familia, convirtiéndose en una
suerte de apostata de un credo que lucha contra el germen del sistema: La Cosa.
Por otro lado, Sebastián, un andariego que no quiere estar
atado a nada ni nadie, es perseguido por la culpa a raíz de una mala decisión.
Esta sensación de culpa lo lleva a buscar refugio en otros lugares y otros
oficios, pero cuando vuelve a saber de Vicente, su mejor amigo de infancia,
decide que ya es momento de dejar de huir y se encuentra con una revelación en
el lugar más inesperado: una prisión de Bombay. Entre las celdas y los patios Sebastián
conoce a Rajiv, un monje budista que le enseña el camino de liberación
espiritual y de la prisión del ego.
En las líneas de cada carta se mencionan personajes bien
importantes que refuerzan las motivaciones de Vicente y Sebastián en ese cuestionamiento
sobre nuestra condición dentro de un modelo social hegemónico como Theodore
John Kaczynski, el mítico Unabomber; Ned Ludd, conocido como el capitán Ludd; y
John Zerzan, historiador y filosofo. De todos ellos, el trabajo de Kaczynski es
particular, en especial por su manifiesto La
Sociedad Industrial y su Futuro, cuyas líneas encierran sus reflexiones en relación
al sometimiento de la condición humana a una lógica de producción y reproducción
de un sistema que precarizaba la labor humana a la lógica mecánica. El merito
de Mendoza en esta novela se encuentra en las conexiones que establece con la
realidad local, no solo de los habitantes de calle, también con la política y las
raíces del conflicto que han llevado a nuestro país a ser regidos por el narcotráfico.
Ante todo, esto, esta novela me recuerda mucho la apuesta del escritor y
filosofo belga Raoul Vaneigem en su Aviso a los vivos sobre la muerte que los gobierna y la
oportunidad de deshacerse de ella (1990), en el cual, como buen
situacionista, se sobrepone a las tradiciones académicas para reflexionar sobre
los problemas de la sociedad de su momento. Sin duda un texto recomendado para
sacudirnos de esta falsa expectativa que ofrece en seductor encanto del consumo.
1 comentario:
Qué bueno que vía esta reseña se recupere la discusión sobre uno de los libros más importantes de Mario Mendoza y de nuestra literatura nacional. Este libro tiene muchas lecturas posibles, una de ellas desde el género negro, que permitió que fuera nominado en el 2010 al premio Dashiel Hammett que otorga la prestigiosa Semana Negra de Gijón. Siempre pienso en estos reconocimientos cuando veo que el canon de la literatura colombiana sigue mirando de soslayo a Mendoza y su obra, lo cual a este punto de la historia es irrelevante.
¡Celebremos que estos libros sigan encontrando nuevos lectores!
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