Desde el taxi recorriendo
medio sueldo
veo al sol viajando de mosca
llegando tarde a la chamba a chambear
en la 1ra calle de la
soledad.
Jaime López / La primera
calle de la soledad (1984)
Inspirado en una tonada transistorizada de Jaime López (1954) - musico y compositor mexicano reconocido por Chilanga Banda, éxito que después versiono Café Tacuba - Gerardo Horacio Porcayo transcribió en una vieja computadora un sueño que se volvió obsesión desde 1988, un periplo onírico lleno de alucinaciones eléctricas que iniciaba en La Primera Calle de la Soledad (1993), su ópera prima que, como señala el eslogan de su reedición de 2020, “inauguro el ciberpunk en Hispanoamérica”. Porcayo comenta que “trataba de vomitarlo a través de cuentos mal armados que nunca alcanzaban a reflejar todas las sensaciones que, en el mundo onírico y en el palpable, consiguió generarme.”
Para 1993, el año
en que se publica el primer tiraje de La
Primera Calle de la Soledad, Mexico entraba en las lides del tratado de libre
comercio, trazando un curso de colision hacia la debacle económica de 1994. La
señal parabólica ingresaba en los hogares como un primer avistamiento de la
aldea global de McLuhan. El modelo neo-liberal se abría paso hacia la conquista
de Latinoamérica, imponiendo una fe al consumismo, beneficiando a los grandes
empresarios y perjudicando a los trabajadores en oficios cada vez más precarizados.
Recordemos aquel discurso del presidente Cesar Gaviria en que declaraba con optimismo
“Bienvenidos al futuro”. Esta idea de futuro estaba mas cerca de las ideas expresadas
por los primeros acercamientos del ciberpunk instalado por William Gibson en su
novela Neuromante (1984), la
multipremiada obra que puso de moda el ciberespacio, los implantes y la inteligencia
artificial.
En ese contexto
Gerardo Horacio Porcayo nos presenta a el zorro, un tecnodelincuente que
regresa a Monterrey para llevar a cabo una infiltración de rutina, espionaje
industrial, para la Trip Corporation. La compañía rival, Laboratorios Mariano,
ha sacado al mercado una potente drogra conocida como “sueños eléctricos” y
esto pone en duda lo que produce la Trip Corporation. A primera vista todo luce
como los lugares habituales del ciberpunk: equipos de alta gama, implantes que
han transhumanizado al personaje, corporaciones rivales. Pero luego todo
comienza a desvariar tras la captura de El Zorro por parte de Laboratorios
Mariano. Allí descubre que hay un plan de dominación a través de una religión llamada
el Cristorrecepcionismo, que tiene su sede en una catedral construida en la
base tranquilidad de la luna y que ha ganado muchos adeptos gracias a su
profeta Mateo Ayala. Frente a este rápido
ascenso surgen religiones opositoras como Los Hijos del Armageddon, los
Pleyedianos y los Skin Heads.
Sin develar mucho
de la trama puedo decir que es una novela interesante, que tal vez decepcione a
quienes buscan una replica de Gibson o Sterling en sus líneas, por el contrario,
Porcayo usa una escritura fragmentaria, llena de nostálgicos bits transmitidos
por esas tecnologías que se resisten a desaparecer como el Compact Disc y las
viejas consolas de videojuegos, dibujando un México taciturno, gris, que extiende
su pesimismo a una confrontación de creencias propias de la libertad de culto y
el multiculturalismo. Me agrada bastante el personaje de Zorro, un digno
representante de los consumidores de tecnología, contratado por la Trip Corporation
y luego por Laboratorios Mariano con las mismas garantías que tiene hoy el
empleado moderno: ninguna.
En resumidas cuentas,
La Primera Calle de la Soledad es una
obra que puede establecer vínculos con Guerrilleros:
Una Salida al Mar para Bolivia de Ruben Mira, e Ygdrasil de Jorge Baradit; una suerte de trinidad ciberpunk
latinoamericano.
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