martes, 4 de agosto de 2020

DEL SILICON VALLEY A LA ISLA DE SILICIO: UNA RESEÑA DE “MAREA TOXICA” de CHEN QIUFAN

La zona sur de la bahía de San Francisco, en el norte de california, conocida como el valle de Santa Clara, tomo un protagonismo muy alto desde la década de los 70 del siglo XX gracias a la concentración de fabricantes de chips de silicio y a los innovadores que llegarían posteriormente, alojando gran parte de las empresas y negocios de alta tecnología que propiciaron la revolución a las actuales tecnologías digitales. El termino de Silicon Valley fue acuñado por el periodista Don C. Hoefler en 1971, que designo a la zona comprendida entre Menlo Park hasta San José. Sin embargo, se ha expandido hasta el Condado de San Mateo y partes del condado de Marin. Una hermosa visión de diseño que inauguro el futuro tan anhelado por los escritores de la edad dorada de la ciencia ficción.

Hewleet-Packard, Microsoft, Apple, IBM; entre otras, hicieron parte de este valle. Si bien sus avances han ayudado a potenciar el desarrollo de las herramientas digitales y la transmisión de información; también se han convertido en parte del problema ambiental por los desechos que genera anualmente. La vida útil de los computadores, sus componentes y hasta su software están regidos por la obsolescencia programada, ese periodo de tiempo calculado de antemano por el fabricante o la empresa, durante la fase de diseño, que impone la necesidad de seguir adquiriendo y desechando. ¿Dónde terminan todos esos desechos producidos por el Valle de Silicio? ¿Quiénes se encargan de procesarlos? ¿Cómo viven sus trabajadores inmersos en sustancias y humos tóxicos derivados de la quema de plástico, miasmas de la combustión de PVC, y sus consecuencias? Parte de las respuestas a estas preguntas emergen 49 años después cuando conocemos su contraparte: Silicon Island, La Isla de Silicio.

Illustracion: Anastasya Eliseeva

El responsable de este descubrimiento es Chen Qiufan y su novela Marea Toxica (Nova, 2019), parte de ese grupo de autores chinos que han sido conocidos en occidente gracias a Cixin Liu (El problema de los tres cuerpos) y Ken Liu (El Zoo de Papel), quien nos llevara a un periplo por este irónico contrapunto al Silicon Valley, donde los chips y tarjetas de circuito dan su último aliento, la disolución que da lugar a nuevos principios. Este techno trhiller biopunk, es una apuesta lucida dentro de lo que conocíamos del ciberpunk, subgénero de la ciencia ficción que dio origen a estas reflexiones. En dicha isla, muy distante de las que nos muestran los planes turísticos, la avasallante cantidad de desperdicios la han convertido en un enorme basurero. Teléfonos inteligentes, portátiles, tabletas, robots y hasta implantes biomecánicos, algunos todavía funcionales, están a la espera de su clasificación y desmontaje a cargo de los residuales, parias habitantes de la isla que cambian su calidad de vida por el sustento para sobrevivir, en instalaciones insalubres y carentes de protocolos de bioseguridad.

Chen Qiufan

En esta novela coral, conoceremos a Scott Brandle, quien no es lo que aparenta, pero es que aquí nadie lo es, representante de TerraGreen Recycling, una corporación “que busca proteger el medio ambiente”, que trae una propuesta para “mejorar la calidad de vida” de la isla. Brandle se enfrenta a un obstáculo: Los jefes de los clanes que controlan la isla.  Estos jefes pueden ser devotos padres en un momento e inclementes mafiosos al siguiente. Además de ellos tendrá que lidiar con otros protagonistas como el Hermano Wen, genio de la electrónica que surge entre los incultos trabajadores migrantes, que rescata componentes de entre los deshechos y construye con ellos aparatos sorprendentes, y quien, en su curiosidad por experimentar con lo que encuentra, va a desencadenar una reacción imparable de consecuencias imprevisibles e imprevistas. Aquí no existe esa moralidad ambivalente, más bien se manifiestan los intereses cruzados que entrarán en conflicto muy pronto, al igual que las lealtades se verán cuestionadas. El planeta, o al menos esa parte del planeta y no olvidemos que todo está conectado, está yéndose por el desagüe del retrete, pero los intereses corporativos y económicos siguen pesando más que cualquier consideración ecológica. Y es curioso cómo los fenómenos naturales van a tomar un rol determinante en el desarrollo de la acción, acompañando en la creciente tensión a los sucesos que van desarrollándose. Sin duda el protagonismo se lo llevara una de sus habitantes más particulares: Mimi, una residual cuyo arco de transformación funge a modo de punto de inflexión, otorgándole a la trama momentos memorables, pasando de ser tímida y conformista a ser una autentica líder de la rebelión contra los clanes y sus políticas represivas.

Qiufan me sorprende gratamente, no solo por la ambientación del relato, también por que propone unos detalles innovadores dentro de la amplia gama de patentes con acrónimos que no veía desde Neal Stephenson en La Era del Diamante, de verdad son increíbles, en especial por que son parte de la cotidianidad misma del entorno, por ejemplo los Perros Chipeados: canes que han sido modificados con chips para servir de anillos de seguridad más efectivos; entre otros. Un detalle que complementa este lienzo es la regulación gubernamental que aplica el gobierno de China sobre La Isla de Silicio, al reducir la velocidad de transmisión de la internet.

Otro de los aspectos que me han gustado también de la novela es la inclusión de las creencias animistas, aunque sin mucho desarrollo, por cierto, pero que le dan un toque particular en medio de tantos artilugios tecnológicos. En algunos pasajes se mencionan ciertas practicas del budismo, al igual que algunos rituales extraídos de otras creencias paganas propias de la cultura china ancestral.

En definitiva, para mi gusto particular por el cyberpunk, es una novela muy entretenida, con un planteamiento interesante, bien construida y bien resuelta. El haber combinado la especulación tecnológica con una estructura social más clásica con sus creencias, hace que puedas entrar en ese mundo con total naturalidad, además de experimentar las condiciones insalubres del ambiente. Creo que abusa de algunos recursos narrativos, pero la sensación general es que es una lectura recomendable. Sin duda la aproximación de Chen Qiufan me dejo muy feliz de saber que aun hay posibilidades dentro del género, que se había quedado rezagado al canon gibsoninano durante unas décadas. 


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