La cresta de la ola producida por el último destello del cyberpunk
tras el estreno de Matrix en 1999, seria aprovechada por varios escritores para
explotar las partículas restantes de aquella rebelión contra el poder digital y
los delitos computacionales. El prolífico escritor de novelas policiales
Jeffery Deaver (1950 -), conocido por El
Coleccionista de Huesos, llevada al cine por Philip Noyce, con Denzel Washington
en el rol principal; nos presenta en
2001 la novela La Estancia Azul, un
tecno thriller que explora la ética hacker y que sucede cuando cruzas la
barrera moral para infringir daño físico. Todo comienza con el rapto y
asesinato de Lara Gibson, una reconocida conferencista encargada de brindar
herramientas para la autodefensa de mujeres incluso fue invitada por Larry
King. El victimario, usando la ingeniería
social se hace por un familiar cercano y así cometer el asesinato.
El escritor Jeffery Deaver |
Una de las locaciones es la escuela privada de Junipero Serra |
La prosa es muy adictiva y engancha con facilidad, logrando también
descripciones agiles y momentos de reflexión que ayudan al relato. Un detalle interesante
es que los capítulos están numerados usando nomenclatura binaria, además de la
cantidad de datos relacionados a programas de libre distribución y la introducción
del modem wi-fi – Si, Gyllette es el primero que usando herramientas muy
precarias logra crear la primera tarjeta Wi-Fi para conectarse a la red de
manera inalámbrica – que le da a su exesposa para que recupere todo lo que perdió
por los abogados y las fianzas para sacar al hacker. Mientas Gyllette intenta
hacer las cosas bien, por la otra cara tenemos a Phate el hacker que, valiéndose de un programa llamado Trapdoor, puede acceder a sus víctimas y
descargar valiosa información privada almacenada en sus discos duros. Phate tiene una única motivación: lograr
el acceso total, el acceso divino, una promesa que alguna vez compartió con sus
compinches bautizados como Knights of the
Access (Los caballeros del Acceso) al que también perteneció Gyllette. Asi
las cosas, este dato nos enruta en un camino de venganza personal y obsesión
con la cultura informática, en uno de los momentos los investigadores
determinan que las fechas de los asesinatos están conectadas con fechas
importantes para la industria informática.
El escritor hace una advertencia en la que reza que, si bien se documento ampliamente del tema, este se toma unas licencias creativas y también cambia los nombres de los departamentos de investigación, sin embargo, siento que esto le añade mas valor a la construcción de mundo en un Syllicon Valley que desplazo los viejos campos de cultivo por el silicio y los circuitos. Retomando el hilo, la carrera entre Gyllette y Phate nos dará giros insospechados, algunos tropos literarios muy usados por la primera generación cyberpunk y claramente una especie de reivindicación del delincuente para encajar en el sistema social – esta parte parece aleccionar a quien intente ser malhechor digital - en ultimas darle una segunda oportunidad, que queda en suspenso, pero los indicios pueden reforzar dicha idea del final feliz.
En definitiva, esta novela es una invitación y también una
puerta de acceso a quienes desean sumergirse en el género cyberpunk clásico. Incluso
el escritor incluye un pequeño glosario y brinda unos datos bien particulares
sobre los Phreakers, los Crackers y demás fauna producida por los programadores
computacionales. Una entretenida oda que sin duda servirá indirectamente de
base para otras historias como Mr. Robot o Código Swordfish.
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