Cortesia del portal El Universo |
Adios Ródez
Las palabras no
vienen tan fácilmente. He de confesar que hago un esfuerzo para sentarme ante
el teclado y tratar de redactar algo ingenioso, digno de mención, sobre Ródez
(1963-2021). Han sido unos días muy extraños, por no decir bizarros, al saber
tan repentinamente en la red social del fallecimiento de uno de mis mejores
maestros. Los textos que escribo habitualmente toman distancia de las cosas,
pero, en este caso, es difícil hacerlo por la cercanía que tuve a él. La dificultad
de expresar el gran vacío que deja la partida del Maestro Ródez, me hace
reflexionar sobre todo aquello que aprendí sobre el oficio de ilustrar. Decido
mirar a otra parte porque, al echar un vistazo al teclado, se niega a arrancar,
a extirparme algo coherente, sentido y verdadero. La necesidad de escribir
sobre alguien que ha expresado lo mejor de la vida en trazos, formas y colores
en el momento en que yo entregaba lo mejor de mi como aprendiz, discípulo y
luego como docente. Elijo entonces reconstruir su figura mediante el recuerdo
de nuestros encuentros en el salón de clase, los eventos y en la calle, su
lugar favorito.
Conocí a Ródez en
1996. Ese año en agosto ingrese a la Jorge Tadeo Lozano como estudiante de
primer semestre de Diseño Gráfico. Gracias a un gran amigo, que ya cursaba 5to semestre,
pude estar en la clase de ilustración que impartía Ródez como asistente. Era
los viernes de 2pm a 6pm, el popular bloque de cuatro horas. Durante esas 16
sesiones vencí el miedo al color, a ir más allá del lápiz y explorar otras
formas de ver las cosas. Recuerdo incluso que en una de las sesiones llevo su
carpeta de trabajo, un maletín de tamaño pliego, en el que conservaba sus
mejores trabajos. Ver esas imágenes me dejo atónito, eran una increíble convergencia
de colores, texturas y composiciones. Quería ser ilustrador y no descansaría hasta
lograr hacer algo mejor. Lo que no vi en aquella ocasión y que logro comprender
hoy es el disfrutar ilustrar. Paso el tiempo y en cuarto semestre estaba el
taller de aerografía, ese fue nuestro primer encuentro oficial, yo como
estudiante y él como docente. Dominar el
aerógrafo requería de constancia, férrea voluntad y claro tener mucha
paciencia; esas fueron las primeras lecciones que aprendí.
Continúe con la
clase de Técnicas para ilustración de
5to semestre. Allí conocí la tinta, la plumilla, el pincel, el ecolin, la
acuarela, las texturas y el resolver encargos temáticos para cada sesión. Su
manera de explicar la técnica mediante lo que se conoce como la clínica, esto
es estar en el centro del aula mientras los estudiantes estaban a su alrededor,
era simplemente un acto místico. Cual chaman gráfico hacia su acto de prestidigitación
revelando en la hoja una poderosa visión del cosmos, además lo hacia tan rápido
y sin error alguno que muchos y muchas quedábamos en shock. Sus correcciones sobre
los trabajos eran todo un espectáculo. Algunos pasaban como genios revelados y
otros como grandes fracasos que competían con una vendedora de tomates en hacer
algo decente. En sus retroalimentaciones podía hablar hasta de tu abuelita, doblegando
tu espíritu para exigirte mas de ti mismo. Nuestro último encuentro académico seria
en noveno semestre, en la clase de Ilustración
de Novela y Poesía, enfocada a la ilustración editorial.
Al graduarme como
Diseñador Gráfico en 2001, tome la decisión de ser docente y retribuir sus
enseñanzas a través de las nuevas generaciones. Tal vez no fui el mas destacado
en sus clases, mis trabajos dejaban siempre una sensación de pude hacerlo
mejor, pero, lo mas significativo, es que al estar en ese lugar como profe, pude
entender el porqué de su manera de enseñar y de hacer las cosas. Recuerdo
incluso que en alguna clase me decía: observe
muchas referencias del arte, por que el comic estaba mandado a recoger. Mi
terquedad diluida me permitió acercarme a Gustav Klim, Egon Schiele y David Hockney;
ver el arte con otros ojos. Esta edición es un pequeño y sentido homenaje a la
memoria del papa de los pollitos, el maestro de maestros, el inigualable chaman
de los mil ojos Ródez. Gracias por todo lo aprendido y tu legado vive en cada ilustrador
e ilustradora que formaste.
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