Henry D. Thoreu
escribió un ensayo que inspiraría un experimento social bien singular.
Publicado en 1845 “Walden”, como fue titulado, nos habla de su experiencia de
dos años, dos meses y dos días viviendo en una cabaña que el mismo construyo,
en la que se propone, por un lado, demostrar que la
vida en la naturaleza es la verdadera vida del hombre libre que ansíe liberarse
de las esclavitudes de la sociedad industrial. Por otro, que la comprensión de
los recursos de la naturaleza, sus reglas, sus recompensas, son un camino que
el hombre no debe olvidar.
Esto motivo al psicólogo y filosofo social
Burrhus Frederic Skinner, pionero de la psicología experimental y defensor del
conductismo, a escribir una novela que titulo Walden Dos.
Skinner escenifica en la novela una
sociedad científicamente construida. Esta sociedad opera utilizando como base
la teoría conductista operante. A lo largo del relato se describe cada uno de
los métodos empleados para condicionar a los miembros de la comunidad: sus
ideales en cuanto al aprendizaje; a la formación de una sociedad sin envidias,
sin maldad, sin enfrentamientos; donde se fomente el cooperativismo en lugar de
la competitividad; una forma de gobierno que nada tiene que ver con las formas
de gobierno de nuestros países, todo ello desde el punto de vista conductista y
lo hace desplegando sobre esta novela toda su doctrina psicológica desde el
punto de vista de Frazier, creador de Walden Dos. En resumen, toda una utopía
fácilmente controlable a través de los avances de la ciencia cognitiva. Y bien ¿Qué
tiene que ver esto con Charles Stross y su novela “La Casa de Cristal”? sin ir
muy lejos Stross nos lleva a una suerte de Walden 2.0 usando el extrañamiento
cognitivo para dejar una reflexión sobre nuestro modelo de vida alienado a las
practicas del consumismo y los valores sociales.
Antes de
proseguir me parece oportuno confesar que no conocía a Stross, una vergüenza siendo
amante del cyberpunk, pero mas vale tarde que nunca. Nacido el 18 de octubre de
1964, se dio a conocer en las décadas del 70 y del 80 con artículos para la
revista White Dwarf, especializada en Advanced Dungeons and Dragons. Su primer
cuento, titulado “The Boys”, apareció en la revista Interzone en 1987. En 2002
fue lanzada su primera colección de cuentos “Toast: And Other Rusted Futures”,
algunos de estos fueron nominados al premio Hugo, Nebula y otros galardones. En
2003 se publica su primera novela, Singularity Sky, por Ace Books, también nominada
al premio Hugo. Tambien tiene una saga de espionaje bien particular titulada “Los
archivos de la Lavandería”. En 2007 se publica la obra que nos interesa en esta
reseña, La Casa de Cristal, que gano el premio Prometeo 2007 y entro en la línea
final del premio Hugo en la categoría mejor novela extranjera. Debo agradecer a
mis queridos compañeritos de Mirabilia Libros por haber publicado esa imagen de
instragram, que con esta bella descripción motivo mi decisión de adquirirla:
"--¿Y si hacemos un
post-Black Mirror, un Black Mirror posthumano? --No, ese ya lo hizo Charles
Stross.
Stross, el hijo no
reconocido de Sterling y Egan, aunque sobre todo hijo de sí mismo, y de su
tiempo, y de la ciencia ficción (no se disguste con nosotros, señor Stross),
más prolífico que un instagramer y con más imaginación en uno solo de sus
cuentos de la que cabe en cinco cerebros (cuánticos), propone una sociedad
postacelerada y un escape virtual a la edad oscura de los siglos XX y XXI.
Ciencia ficción densa."
Ahora si,
prosiguiendo el asunto, Stross divide esta novela en dos partes. La primera nos
lleva al siglo XXVII, poblada por una sociedad hiper-tecnologica, que puede
modificarse a su antojo, cambiar su apariencia, corregir las imperfecciones en
una nueva replica y en el que las guerras usan virus informáticos para borrar
la memoria, incluso hay procedimientos que pueden eliminar fragmentos o eventos
traumáticos, también los viajes interestelares se hacen por medio de portales
transdimensionales, la epitome tecnológica envidiable por los antiguos
astronautas de Daniken. En este entorno encontramos a Robin, un ortohumano (es
decir un hombre común y corriente) alguna vez soldado de la resistencia en las
guerras de censura, que siente que es perseguido por alguien para asesinarlo,
sin recordar exactamente por que o por quien. La ansiedad y el afán de huir de
su perseguidor se acoge, no totalmente a voluntad, para ser parte de un experimento
sociológico de tres años, en el que se recrea la sociedad de la edad oscura, un
periodo comprendido entre los años 1940 y 2050, en el que los voluntarios
ingresan en un juego de roles que premia las acciones sincrónicas y penaliza
las anacrónicas.
Lo que parece
una propuesta razonable y que marcha relativamente bien al comienzo, se vuelve
mas turbia a medida que Robin, que ahora ha sido convertida en Reeve, una chica
promedio de la edad oscura, indaga el trasfondo del experimento que degenera en
pesadilla de control externo e interno. De ahí el titulo de la novela, que
refiere a la forma general de las prisiones militares británicas (en especial a
una construida en Aldershot en 1844, que tenia techo de cristal para vigilar a
los presos), al igual de evocar la idea de panóptico, concebida por el filósofo
Jeremy Bentham en 1796, en la que los presos no pueden estar seguros de si están siendo vigilados o no, consiguiendo que unos pocos guardias puedan crear
una sensación de omnipresencia y haciendo que la propia conducta de los prisioneros
se ajuste a esta realidad opresiva. Sin duda el sistema de puntos aplicado por
Stross es realmente perturbador.
Robin, digo
Reeve, sufre de súbitos flashes de memoria que nos revelan sus verdaderos
motivos para presentarse como voluntario. Esto nos ofrece una panorámica del
mundo futuro, caracterizado por el uso recurrente de puertas-T (transporte instantáneo
entre dos puntos muy lejanos) y puertas-A (replicadores, capaces de crear
cualquier cosa, incluso cuerpos de repuesto, no necesariamente con las características originales) y marcado por las Guerras de Censura, desatadas cuando
el sistema de puertas-T fue infectado por diversos gusanos (en especial el
Curious Yellow) que borraban sistemática y selectivamente la memoria de quienes
empleaban la puerta y los convertía en vectores de propagación (se me olvidaba anotar
que Stross tiene una formación como programador). Una visión del universo como
una inmensa red en la que los seres humanos constituyen paquetes de datos susceptibles de ser corrompidos por un malware, o código malicioso.
Sin duda las
descripciones que hace Stross a través de los personajes sobre nuestras costumbres
es muy divertido. Cada una de las parejas del experimento recibe un “manual”
que les explica cada aspecto del comportamiento que esta avalado por el experimento:
los hombres trabajan y las mujeres se quedan en casa, los hombres ven tv y las
mujeres lavan y cocinan, las mujeres van de compras, pero solo pueden usar lo
que dicta el dress code de la época de los cincuenta (no pueden usar pantalones
o botas, por ejemplo); entre otras cosas. El manual semeja un ipad que les va
explicando cada parte de la casa, los electrodomésticos y demás artilugios;
construyendo a partir del “extrañamiento cognitivo” de Suvin una reflexión sobre
nuestro estilo de vida, una vuelta de tuerca al modelo neoliberal que ha
penetrado silenciosamente en nuestras conductas socio-culturales. Sin duda esto
es lo mas valioso para mi en esta novela. Ahora cabria preguntar como hubiese
impactado el tema de las redes sociales, de Facebook e instragram, en la manera
de sumar o penalizar los puntos en el encuentro dominical.
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