En el principio reino el
silencio.
En sus entrañas habitaba una
fuerza que podría arrebatarle su dominio, ya se lo había señalado el tiempo,
pero no hizo caso. Su sospecha pronto se hizo paranoia y fue ahí, en ese mismo
instante, que sin darse cuenta la despertó de su letargo. El silencio no pudo
saber como lo haría, ella tenia su forma de hacerlo, no de una forma agresiva o
violenta, no, lo haría de la manera mas sutil, sin que lo notara. Al comienzo
se manifestó como una pequeña larva que se fue nutriendo del ruido oculto que
almacenaba el silencio en su corazón, la energía que emanaba de allí le hizo
aumentar su tamaño hasta que el mismo silencio no pudo contenerla y estallo en
millones de formas que ocultarían al silencio en los socavones del olvido.
Las formas congregadas tomaron su
lugar como símbolos, pálidas representaciones de lo que teníamos a nuestro
alcance, generando una rebelión que termino por encarcelar toda manifestación
pura en definiciones y nombres, aprisionándolas en sentidos que no les correspondían.
Con el paso del tiempo mismo esos símbolos tomaban su esencia de las cosas inertes:
la roca, el árbol, la montaña; también de las cosas activas: el agua, el viento
y el fuego. Fue este último, el fuego, el que desato la última contienda por el
dominio del mundo que había guardado el silencio, dotando a los primeros seres
la potestad y la falsa idea de que eran los dueños.
Los cánticos, los rituales y las
plegarias a todos los símbolos se fueron sustituyendo, cuando los primeros
seres cayeron en el sueño de la razón, por un solo regente, una entidad que
arrebato toda la esencia de los primeros símbolos para asegurarse su potestad
como el símbolo que los domina. Con esa idea en mente los primeros seres
engendraron una nueva fuerza que acabaría con estos seres e impondría un régimen
cuyas estrictas reglas moldearían
la percepción a tal grado que los sentidos obedecerían ciegamente. La magia de la palabra comenzó
a diluirse cuando fue llevada ante la imprenta, que fijo su esencia en una
celda bidimensional visitada por incautos que al preguntar sobre su naturaleza
no sabrían que responder, dejando su valor en la interpretación que este les
pudiese dar.
El aparente triunfo se convirtió
en fracaso al momento de compensar aquello a lo que se había renunciado. El
intercambio solo dejo un suelo árido y antiespiritual que aplanaron todo
sentido ritual hasta menospreciarlas y mecanizarlas, la intención no era otra
que dirigirlas a un nuevo crisol, uno que no dependía del fuego sino del cobre
y el silicio. Siendo consciente de ello he pagado mi condena revelando la
manera en que esta fuerza, que en lengua común se le llama lenguaje, nos
arrebato el sueño silente y nos dejo a merced de la tiranía de las
representaciones, con el único fin de incitar a quienes decidan convertirse a
una nueva rebelión que acabe con esta epidemia y regresemos al silencio mismo,
pero eso ya no es posible.
hace poco supe que el silencio había
muerto en su encierro.
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