Extractos del diario
naranja de José Alfort
Noviembre 25
Fue atracción a
primera vista.
Nunca antes
había sentido algo similar por una pieza grafica impresa.
Recibí el
singular volante de manos de un joven cuya impávida expresión reflejaba la dura
jornada al repartirlos sin mayor recompensa que ir de nuevo a pedir mas y ganar
algo extra. Como acto mecánico la doble por la mitad y la guarde en el
bolsillo, pero luego cai en cuenta de que eso lo hago con los otros volantes,
los de comida y otros menesteres, lo extraje de nuevo y lo guarde en la página
numero 70 de la novela que estaba leyendo, El Venusino, para que no sufriera mayor alteración y recuperara algo de su ya
gastada lozanía, pero el papel es rencoroso, lo recuerda todo.
Noviembre 26
Salí de nuevo
hacia el mismo sector, la calle 17 con carrera 10.
Ahí estaba el
mismo joven con la misma expresión en el mismo lugar, sin embargo el volante había
cambiado. Tenia otra tinta, magenta, y el dibujo era diferente al primero que recibí,
una mano abierta con un ojo al centro y el lema “ver para creer”. Avance unas
cuadras mas hacia el sur y comencé a recolectar otras “muestras” impresas para
mi futuro estudio en litografía. Al regresar a mi casa me dirigí al improvisado
estudio que arme en el cuarto de servicio, sobre la pequeña mesa de dibujo que había
comprado en un remate. El plan era dejarlos y seguir con mis labores diarias de
supervivencia – como hacer almuerzo por ejemplo – pero en vez de eso me quede
embelesado observándolos, leyendo los divertidos textos e imágenes, una de
estas tenia una simpática simplificación de cupido, nada del otro mundo, pero
era muy divertida. Se dice que cuando se lee un libro ya no se vuelve a ser lo
mismo, creo que en mi caso fue con los volantes.
Noviembre 29
He vuelto a
recuperar medianamente la compostura.
Mis ojos
cayeron en un profundo trance del cual he salido, pero no muy bien librado. Al
siguiente día de haber leído los volantes mis ojos, mis parpados, mis pupilas;
todo mi sistema óptico mejor dicho, me ardían. El mirar por la ventana o
simplemente mi mesa de noche era una tortura. Mi primer impulso no fue ir al
médico, eso sería peor, el solo hecho de llegar a la EPS y esperar a que me
llamaran por el digiturno se compara con un vía crucis de 24 estaciones, de
transporte masivo claro. Me puse compresas de hielo, agua bendita, infusiones,
todo lo que Reuters me dijera que hiciera, Reuters el anunciante del Bristol,
no se si este vivo pero que señor pá bendito oiga. Tras la alquimia homeopática
logre recuperar paulatinamente la vista y decidí tomar el esfero y describir lo
acontecido.
Es como si me
hubiese enfermado, como una gripa pero con cara de otra cosa. Los parpados, me
costaba tener abiertos los parpados, como si un hipnotista hubiese hecho lo
suyo por wi-fi, tanto así que me coloque unas cintas adhesivas a ver si en algo
ayudaban, pero solo sirvió para despegarme unos cuantos pelos de la ceja y un
par de pestañas. Los bastones y la fovea, agentes del sistema óptico, solo veían
un mínimo porcentaje que me impedía reconfigurar mi noción de realidad. Ahí recordé
ese volante que me habían entregado en una esquina concurrida de Chapinero que
hablaba de una enfermedad de transmisión textual: La Tipolitis.
Acorde a los
tutoriales teguas ofrecidos por Youtube, La Tipolitis consiste en una alteración
del nervio óptico que inflama los conductos que envían los estímulos visuales
al cerebro impidiendo así una visión coherente sobre lo que se lee o observa. Mi
visión ya estaba contagiada, ya nada seria lo mismo, ahora si estoy jodido.
Noviembre 30
Un vecino del
edificio al verme en tan deplorable estado me recomendó un remedio que había
leído hace rato ya en la famosa Guía de Glong y Plenovsky Para Enfermedades
de Transmisión Textual. Al principio no
le estaba creyendo de a mucho, pero era la única posibilidad de recuperación y
a problemas desesperados soluciones desesperadas, dicen por ahí.
El remedio en
si consiste en purgar el imaginario con dosis mínimas de arte suprematista de
Malevich, ver por al menos unos 15 segundos el cuadro negro abriendo y cerrando
los parpados rápidamente, muy parecido al REM, para que los conductos empiecen
a desinflamarse. Luego de esta rutina se hace pertinente ver algunas obras de la
secesión vienesa, puede ser Kokoshka o Klimt, pero mejor Klimt, es mas sutil y
transmite los nutrientes requeridos para hidratar la pupila.
Vaya, este sujeto parece estar mas en un canal de
telemercadeo, la verdad no había leído estas notas y por el afán de rellenar me
deje llevar por las primeras líneas que parecían prometedoras. Es habitual en los
redactores amateur sigan el famoso consejo de “escribir como hablan”, de ser así
no me quisiera imaginar un poema escrito en el dialecto del bajo lenguaje
urbano, en otras palabras seria intraducible por cualquier traductor por mas
especializado que fuera, además desde la invención del Nadsat, el mismo que
pronunciaba Alex DeLarge insigne protagonista de la Naranja Mecánica.
Como pudieron notar, el mismo Alfort nos brinda en su
“testimonio” la solución salvo su visión: una purga visual.
Bueno, creo que eso era todo ¿esperaban mas? Tal vez
en la próxima, son mas de la una de la madrugada y he estado sentado la misma
cantidad de horas que dura un viaje hasta la costa, doce horas para ser exacto ¿qué
por que no escribí mas? Una cosa es estar sentado frente al computador y otra
escribir, seré sincero: he caído en la procrastinación. Si ya se, es posible
evitarla, pero la tentación es mas fuerte y el diablo es puerco, en fin, eso será
todo por ahora.
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