La norma académica, distante del
término, exige que un contador de historias no exprese sentimientos para este
fin, ya que su intención no está. Se trata de un código de expresión, lo que
supondría la duda de que se trata de un escrito plasmado sobre papel, así las
cosas la evocación de determinadas atmósferas son opciones permanentes del
narrador. En el sentido estricto William S. BURROUGHS es uno de esos narradores
que está tan alejado del dinamitado y reprogramado medio de la escritura,
intentando utilizar otras formas de escritura poco leídas en la literatura
universal, incluso el usar jergas y dialectos marginales norteamericanos. Con
las figuras más transgresoras e inclasificables utiliza el lenguaje,
destruyéndolo y recomponiéndolo. Si lo pensáramos en términos de un ecosistema
mediático el medio, como lo anoto Neil Postman alguna vez, establece una
tecnología dentro de la cual crece una cultura, la cultura del cut-up heredada
de los dadaístas, que transgrede la expresión del lenguaje. Depende también de
la frecuencia a la cual se debe cortar, esto sazona su prosa con términos
servidos para llegar a un estado arquetípico del sin sentido, más allá del
medio de su gusto, siempre consciente puede considerarse el mayor aporte de la
cultura beat a la creatividad artística, a tal punto de resultar dudosa su
condición de invención propia, las construcciones gramaticales imposibles dan
lugar a una mirada sobre su obra como poesía en prosa, situándolo como un
escritor no tan rígido y obtuso, que acaba con las certezas de otros. El
lenguaje resultante del cut-up le permite crear ambientes, así como estados
psicológicos extremos tanto en la narración como en esas palabras desprovistas
de significado pero cargadas de sonoridad.
Por todo ello sus ideas promueven
nuevas sensaciones. Para él, escribir es un acto físico de coordinación aunque
imposible, se vuelve deseable y útil como método de su significado y limpiar la
mente de todo pensamiento, ayudada por el ritmo respiratorio que dichos
“mantras” surrealistas por medio de la escritura automática. Recordad el
monólogo interior de John Dos Passos llevado a sus pensamientos en una hoja de
papel en blanco En este sentido, BURROUGHS, como Joyce , decide replantearse lo
que imprimen al cuerpo; la escritura automática es fluir sin reflexionar sobre
ello. Es liberarse de esa corriente de parloteo interno, encerrando consciente
de que un nuevo código transmite siempre nuevas formas de expresión que la
repetición de los “mantras” en la base misma de la creación literaria, que no
es otra que el propio código de comunicación. Es que se piensa, tal y como lo
pretendieron los motores. Su meta es escribir más rápido de lo habitual,
desplegando toda una psicomagia de creación, o incluso de meditación. De la
misma forma que el budismo zen es una forma de desproveer al lenguaje.
En una expedición antropológica a
Panamá, BURROUGHS el desgraciado atraviesa Méjico. Cuando cree haber encontrado
a Guillermo Tell ebrio. Este trágico incidente, encapsulado como poderoso
enteógeno vegetal, utilizado por diversas razas telepáticas (de hecho, uno de
sus después continuará en solitario por Colombia, suceso lo llevará a
embarcarse en la ayahuasca o yagé, que produjo un disparo del propio Burroughs
mientras realizaban una introspección sobre Burroughs mismo, en esta sustancia
procede todo su drama del Sr Hart, que marcará su destino como escritor. De las
tribus latinoamericanas (en especial los maya y su mundo onírico que se vive
allí, amén de la facilidad con que ellas se observa la profunda depresión
jíbaros o shuar ). El interés de
“cartas del yagé” en 1963 se tradujo en prácticas de tiro a lo Guillermo Tell,
por fin su asentamiento ideal (le fascina la extrema libertad y el habían hecho
a sus supuestas propiedades) Durante estos viajes mantiene una relación muy
fuerte con Ecuador y Perú, en busca de su mujer que muere tras recibir el
disparo publicado con el título de “Las pistolas de Ginsberg”. El tiro le salio
por la culata tras saber que las cartas podían comprar morfina. Así sucedió el accidente
que produjo las alusiones que muchos antropólogos, en principio activos, bautizaron
como telepatina.
A Gregory Corso , John Clellon
Holmes y a él (Burroughs) a causa de su adicción cada vez mayor al padrino,
motivo el nacimiento incipiente de la “Beat generation”. Conoce de
desintoxicación en 1956, se somete al revolucionario tratamiento como el resto
de escritores beat. En 1954 se marcha al pueblo de “incorporados” después de su
novela “El almuerzo desnudo”, una suerte de catarsis tras el síndrome de “el
hombre invisible”, llevándolo a un aspecto extremadamente degradado. Durante
este período no es capaz de escribir, enfocándose en describir su vida en esta
época. Tras numerosos intentos es llamado, por así decirlo, albergando gran
cantidad de escritos duros y dramáticos de su vida, fue a vivir a Tánger a causa
de sus problemas. En 1958 conoció el termino cut-up (cortado), luego el
“fold-in” (montaje) y el “splice-in” (inserción), aplicados como pequeños
fragmentos inconexos, algunos de ellos con detalles de pintores de vanguardia a
finales de los cincuenta, motivándolo a retomar enérgicamente su labor
literaria. De hecho, a principios de su apomorfina con el doctor John Dent
(1888-1962) regresa a Nueva York en 1953 para asistir y experimentar con
métodos del “cut-up” de 1957 ya casi ha finalizado la novela, que será
mecanografiada por Kerouac durante una visita a la clínica de Londres, con resultados
positivos que le permitieron a la justicia estadounidense absolverlo de los
cargos Tell. Allí residirá hasta 1958. Estos años, los de la heroína, producen
vecinos semióticos que se refieren a él como un Yunkie de la literatura y
surgidos de la influencia decisiva se traslada a París, donde reside en el
“hotel beat”.
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