miércoles, 28 de mayo de 2025

Las dimensiones que nos desbordan: ficciones desde el magma

 En Las dimensiones absolutas, Rodrigo Bastidas Pérez entrelaza una trama que es tanto radical como imprescindible: una exploración especulativa que recorre volcanes, cuerpos híbridos y memorias fragmentadas, amalgamando la ciencia ficción con la historia viva de Colombia.

La premisa inicial es sencilla, casi legendaria: Martin, un programador, regresa a su ciudad de origen y se dirige hacia un volcán acompañado de tres guías. Sin embargo, lo que inicialmente parece un relato de regreso se transforma en una inmersión en la multiplicidad, donde las leyes del tiempo, el espacio y la propia carne sufren alteraciones. Lo que descubrimos no es un único mundo alternativo, sino una plétora de ellos, en los que lo tecnológico, lo ancestral, lo biológico y lo espectral coexisten en una misma trama narrativa.

Bastidas utiliza una prosa rica y casi onírica, evocando a Ballard por su profundidad psicológica, así como al "weird latinoamericano" por su sintonía con lo telúrico y lo histórico. Esta obra no se adhiere a la ciencia ficción dura según lo convencional, sino que profundiza en la especulación ontológica más que en la tecnología misma. Las máquinas que surgen en su narrativa no son meros dispositivos: se presentan como extensiones rituales, entidades simbióticas que transforman el cuerpo y la identidad.

La novela también actúa como un cartograma del trauma: las repercusiones del conflicto armado, la violencia paramilitar, las desapariciones y los silencios que marcan al país se manifiestan como capas sobrepuestas en el paisaje. Su lectura se asemeja a adentrarse en un terreno minado, donde cada elemento del entorno puede estallar en una visión política, mística o cibernética.

Las dimensiones absolutas no es una experiencia de lectura sencilla ni complaciente, pero resulta absolutamente cautivadora. Representa una de esas obras que amplían nuestra comprensión de la ciencia ficción proveniente de América Latina: no se conforma con imitar los ampliamente transitados modelos anglosajones, sino que los subvierte desde una perspectiva geológica, histórica y emocional propia.

Es ideal para aquellos lectores en busca de una ciencia ficción distinta, que se acerque más al ritual que al algoritmo, más poética que programada. Una novela en la que perderse, con el riesgo —o el anhelo— de no regresar como antes.

Les dejo este video del Canal Estereoscopio sobre esta novela 


Reinas, ruinas y vampiros: una parranda gótica en Altasangre

 

En Altasangre, la escritora barranquillera Claudia Amador erige una novela que se despliega como un palacio en ruinas: majestuoso, inquietante y lleno de secretos que supuran desde las paredes. Con una prosa poética, oscura y cuidadosamente acompasada por tamboras y trompetas, la autora nos arrastra hacia un universo gótico que trasciende el tiempo y el espacio carnavalesco para convertirse en una alegoría inquietante de la historia barranquillera y latinoamericana.

Desde las primeras páginas, la novela nos sitúa en un ambiente tupido y de parranda, dominado por la decadencia de una estirpe que vive aislada del mundo, atrapada en sus propios fantasmas. La fortaleza en la que habitan —más prisión que refugio— actúa como herencia maldita, un espacio donde los ecos del pasado se repiten y deforman. La enfermedad, la sangre, el silencio y el delirio recorren las páginas como hilos invisibles que entrelazan generaciones.


Amador no se limita a contar una historia: invoca una atmósfera. Su lenguaje, cargado de lirismo y sombra, es uno de los mayores logros de la novela. Cada frase parece labrada con precisión, construyendo imágenes que conmueven tanto como perturban. Esta belleza formal, sin embargo, no mitiga la violencia latente en la narración; al contrario, la intensifica, demostrando que la historia de una nación también puede ser narrada como una pesadilla estética.

Los personajes, marcados por la herencia y el trauma, se mueven como sombras atrapadas en un ciclo eterno. Hay algo profundamente simbólico en sus destinos, como si encarnaran las heridas no cerradas de una sociedad entera. A través de ellos, Altasangre habla del poder como maldición, de la memoria como cárcel, y de la violencia como legado.

Pero esta novela no solo confronta desde la oscuridad: también lo hace desde el carnaval. Usando la lectura del bando, la elección de la reina del carnaval y el ritmo frenético de las comparsas como telón de fondo, Amador incorpora a los vampiros de forma mimética, fundiéndolos con los rituales del baile y la fiesta. Cada página mueve el esqueleto del lector, haciéndolo sentir el compás de la percusión y las cantaoras como una extensión de su propio cuerpo. En esta mezcla, la celebración se convierte en conjuro, y la alegría en máscara de lo ancestral.

Altasangre no ofrece respuestas fáciles ni desenlaces tranquilizadores. Por el contrario, deja al lector con una inquietud persistente, como si hubiese sido testigo de algo prohibido, algo que se repite cada año entre disfraces y sangre.

En definitiva, Altasangre es una obra poderosa que renueva el imaginario gótico desde una mirada latinoamericana, profundamente enraizada en la historia y el dolor de su territorio. Claudia Amador ha escrito una novela que no se olvida fácilmente: un altar escritura de la sangre, donde la belleza y la muerte bailan al mismo ritmo.

Les dejo este video del canal estereoscopio que revisa esta maravillosa novela


jueves, 15 de mayo de 2025

El Eternauta: La nevada que continúa

Estamos en 1957. Un guionista de cómics se encuentra finalizando las últimas líneas de una historia que debe entregar lo más pronto posible. De repente, un sonido extraño en el suelo y en su asiento interrumpe su concentración. Gradualmente, una figura toma forma ante él. Es un hombre que afirma provenir de un bucle temporal interminable. Se presenta como Juan Salvo y, visiblemente desorientado, dice: "Supongo que estoy en la Tierra".  El guionista, Héctor Germán Oesterheld, lo observa con asombro. Lo que está a punto de escuchar será una narración que dejará una huella perdurable en la ciencia ficción argentina: la llegada de una nevada mortal y de fuerzas extraterrestres en la penumbra que invaden Buenos Aires.

Así arranca El Eternauta, una de las obras más impactantes y cargadas de crítica política en el cómic latinoamericano. Escrita por Oesterheld y ilustrada por Francisco Solano López, esta historieta se lanzó inicialmente en 1957 en la revista Hora Cero Semanal. Desde ese momento, la nieve que cubre Buenos Aires ha estado congelando nuestro aliento.

El Eternauta es, sin duda, ciencia ficción.  Sin embargo, no se trata de un escape. No hay manera de evadirse. Por el contrario, nos introduce en nuestras propias calles, en nuestros hogares, junto a nuestras familias, confrontando el horror en lo familiar. La invasión no tiene lugar en Nueva York ni en Marte, sino en lugares como Flores, Vicente López o la General Paz. Sus protagonistas no son héroes con habilidades sobresalientes, sino ciudadanos comunes: vecinos, oficinistas, técnicos. Oesterheld nos lleva a comprender que solo enfrentando lo desconocido, lo monstruoso, lo deshumanizante, podemos hacerlo colectivamente. El verdadero héroe es el pueblo organizado.

Este mensaje, en un contexto de creciente represión y autoritarismo, no era inocente. Oesterheld era consciente de ello. Por eso, en 1976, ya involucrado en la resistencia contra la dictadura, reformuló El Eternauta con un tono más sombrío y explícito. Los "Ellos", los enemigos verdaderos, no solo son extraterrestres: son las estructuras de poder que, desde la sombra, manipulan y ordenan asesinatos, desapariciones y silencios. Poco después, Oesterheld sería secuestrado y desaparecido por el régimen, al igual que sus cuatro hijas.

Hoy, cuando quienes están en el poder niegan la existencia de la dictadura, minimizan los crímenes de lesa humanidad y recortan la memoria en nombre del "ahorro" o el "orden", El Eternauta resurge para desafiarnos. Vuelve a advertir que no hay invasión más peligrosa que el olvido. Que el adversario ya no necesita casco ni tentáculos: puede ir vestido de traje, hablar de libertad mientras impone disciplina, utilizar el miedo como argumento y los medios como herramientas.

La nevada continúa cayendo. En forma de represión, recortes, censura o indiferencia. Lo que decidamos hacer ante esta situación, al igual que en la historieta, dependerá de si actuamos solos o si elegimos resistir como lo hizo Juan Salvo: en compañía, con memoria, con dignidad.

Tal como mencionó Oesterheld: “El auténtico héroe en conjunto es la gente.”

Y la gente, como todos sabemos, no requiere de un manto para redimirse.


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