El siglo XX
acelero Las cosas. Corrían los años ochenta y para entonces los computadores
aun eran costosos y solo lo podían adquirir las universidades y las grandes
empresas e internet comenzaba sus primeros pasos. Los grandes relatos de progreso
y desarrollo estaban en crisis, la modernidad estaba colapsando sobre el no
futuro afectando las reglas de juego de la ciencia y las artes; la rebelión no
se hacía esperar. Un puñado de jóvenes escritores delineo un futuro de cromo y neón
adelantando el reloj 25 minutos. Gigantes rascacielos de neón, implantes de
cromo, superautopistas de información, replicas genéticas, megacorporaciones
mas poderosas que los estados e inadaptados hackers enfrentando al nuevo orden
tecnológico para el mejor postor.
Estas visiones provenían
de los ecos de la New Wave inglesa con J.G. Ballard, John Brunner, Brian Aldiss
y el omnipresente Philip K. Dick. La rebelión literaria fue edificada sobre dos
grandes pilares: por un lado, el filme de culto Bladerunner de Ridley Scott,
estrenado en mayo de 1982, que esbozo la estética noir con replicantes, autos
voladores y megaciudades bañadas por lluvia acida. Por otro la prosa renovadora
de William Gibson, quien por aquel entonces había escrito 200 folios tamaño
carta de una novela que combinaba sus cuentos Quemando a Cromo y Johnny
Mnemonic. Dos años después del estreno del film el escenario no podía ser
mejor para Gibson y su opera prima Neuromancer, una novela que introducía un
argot hibrido de la poesía beat y el silicon valley con hackers e inteligencias
artificiales que coexistían con los añejos tropos de la novela negra y la prosa
de los escritores beat de los años sesenta, con toques de la cultura
japonesa.
Sería hasta 1986 con
la publicación de la mítica antología Mirrorshades
de Bruce Sterling – el ideólogo del Cyberpunk y el más ferviente investigador
de la cultura tecnológica – que el Cyberpunk se consolidaría como autentico
movimiento literario, que viviría lo suficiente para producir una ola de y caducar
por sus propios excesos.
Para el mes de
junio de 1992 aparece en las librerías la novela Snowcrash, tercera novela del
ensayista y escritor de ciencia ficción Neal Stephenson. En parte parodia y en
parte carta de amor, la novela reconfigura el futuro de cromo delineado por
Gibson y lo dinamiza incorporando elementos de mangas como Ghost in The Shell y Akira,
incluyendo además una crítica a la economía, la política y la religión moldeada
desde el lenguaje. La novela sigue a Hiro
Protagonist, un repartidor de pizza afroamericano que en las noches ingresa
al Metaverso para blandir sus catanas en duelos y probar su valia, sin embargo,
un misterioso virus conocido como Snowcrash puede alterar el futuro del
Metaverso. Stephenson planteaba en estas paginas un mundo con hiperinflación, franquicias
y creencias religiosas que operan con lenguajes antiguos usando conjuros
sumerios para someter a sus avatares.
Han pasado 40 años
y el Cyberpunk sigue más vivo que nunca, en parte gracias a la exitosa
franquicia de video juegos Cyberpunk 2077,
las antologías audiovisuales como Love,
Death and Robots y películas como Battle
Angel Alita. Si bien no habitamos el futuro de cromo y neón, al menos hemos
comprendido el impacto de esa entidad que Gibson despertó usando las vísceras
del pasado literario de la depresión financiera de 1929 y el encantamiento
literario del cut-up y el fold-in de William Burrouhgs, que ahora ha ganado
tanto poder que nos esta regulando con más fuerza que Wintermute, la I.A. que
contrata a Case para ser liberado del yugo opresor del programador. Sin mas
preámbulos, sigan y contemplen 25 minutos al futuro.
Att
Ficciorama / enviado desde el Ficciverso
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