En la imagen Caprice (Léa Seydoux), Saúl Tenser (Viggo Mortensen) y Timlin (Kristen Stewart) |
Los Crimines del
Futuro, el esperado regreso del maestro del body
horror David Cronenberg, nos transporta a un delirio distopico, muy burroughsiano,
en el que la corporalidad ha transcendido para alcanzar un nuevo estado de
conciencia libre de dolor. La cámara nos introduce a un escenario que busca encontrar
el significado de vivir en un mundo sintético, que debe alimentarse de sus
propios residuos industriales ante la desaparición de los alimentos naturales, donde
el único dolor que no ha podido extinguirse es el de la memoria.
Una escena delirante
por ejemplo nos presenta una bodega abandonada que acoge a un entusiasta grupo
de espectadores que esperan ansiosos lo que parece ser la una performance quirúrgica
de un bailarín con orejas en todo su cuerpo. Los espectadores alistan sus cámaras
y dispositivos de filmación para registrar cada detalle del performance, incluso
el bailarín ha hecho coser sus parpados en vivo y en directo para aumentar la
sinestesia de su acto y moverse al compás de la vibración del lugar. Entre los
asistentes se encuentra Saul Tenser (Viggo Mortensen), un creador corporal que
rastrea las pistas para resolver el dilema que le arrebata el sueño y el
apetito: nuevos órganos que crecen aceleradamente inhibiendo sus funciones básicas.
Para Saul el cuerpo es la realidad y la cirugía como un medio para lograr
sentir algo de nuevo junto a su pareja y cómplice Caprice (Léa Seydoux). La
habilidad de Saúl ha despertado la curiosidad del Departamento de Registro de Órganos,
cuyo director esta fascinado y sorprendido por la aparición de órganos tatuados
que se han convertido en el objeto de deseo entre los mercaderes del nuevo arte
corporal.
Aquí el cuerpo ya
no emite las señales de su propia degradación a través del dolor, esa
desagradable sensación ha sido erradicada, lo que produce una suerte de vacío
existencial que llevara a las personas a encontrar nuevas formas de sentir
mediante infringirse daños a sí mismos. Saúl y Caprice conocen a Lang
Dotrice, un emprendedor particular que quiere donar el cuerpo de su hijo
fallecido para su siguiente performance, lo particular es que el niño tenia la
capacidad de digerir plástico en su organismo. Dotrice declara que “Tenemos que
empezar a alimentarnos de nuestros propios residuos industriales”, quien
entiende su difunto hijo como el camino a la evolución de la especie. Esto
llevara a Saúl a descender por una insondable espiral al verse involucrado de
forma accidental en una investigación policiaca. De repente, su intrusión a un
oscuro y peligroso sub-mundo de concursos de belleza interior, de registro de
órganos, de drogas sintéticas y de performances que cruzan la línea de lo
moralmente correcto, lo lleva a cuestionar sus propios ideales y a aceptar que
sus extraños poderes quizá no lo convierten en un ser inferior ni menos humano
que lo demás.
Sin duda alguna Cronenberg, fiel a su obsesión con la intervención
corporal, recupera varios elementos de filmes como El Almuerzo Desnudo, Videodrome, Existenz y Crash; En todas ellas
podemos ver las implicaciones de la corporalidad al ser impactada por el desarrollo
tecnológico y los dispositivos que se crean para cada entorno. Si bien el festival
de Cannes no supo entender lo que plantea el realizador canadiense, quienes
seguimos su obra comprendemos lo que pretende en esta puesta en escena. Muy
recomendada además por todo el diseño de producción, los efectos y la fotografía.
Simplemente un deleite visual.
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