lunes, 5 de abril de 2021

El hombre que hablaba de Marlon Brando

 

Marlon Brando y Evaristo Márquez en una escena de Quemada (1968)

La Batalla de Argel (1966) deja al cineasta italiano Gillo Pontecorvo con una impronta particular: una marcada postura contra el colonialismo en sus diversas formas, lo que convenció al gran Marlon Brando, activista por los derechos de la comunidad afroamericana y los nativos americanos, para aceptar el rol estelar en su siguiente film Quemada (1969). Pontecorvo puso el ojo en la ciudad de Cartagena para filmar este épico relato de esclavos de plantaciones de caña que se rebelan contra sus amos en la isla de Quemaida, ayudados por el espia William Walker (encarnado por Brando) y un regimiento de ingleses. Era 1968, un año que cambiaría al mundo de muchas formas, en especial a Cartagena de indias, sobre todo con la llegada de Marlon Brando, a quien describieron como Jesús entrando a Jerusalén. Durante los seis meses siguientes las calles de la heroica se convirtieron en el plato de filmación donde gran parte de la población hizo de extra, entre ellos un joven bien parecido y con recios músculos que salto a escena: Evaristo Márquez. La tensión entre la superstición de Pontecorvo y el ego de Brando hicieron que el rodaje se trasladara y finalizara en Marruecos, fue en ese momento donde las luces se apagaron, las cámaras y las claquetas emigraron y la gente volvió a lo suyo, a la pesca y el turismo. Junto a Brando y Márquez estaba también Giuseppe Tomassi, quienes hicieron una promesa de volver a la ciudad amurallada para remembrar aquellos días dorados

Muchos años después Tomassi, haciendo honor a la promesa, decide regresar a las calles de Cartagena para rememorar, junto a Alsino Bitar -un profesor de ajedrez y rebuscador famoso por sus historias mitad verdad mitad ficción – quien le ayuda a localizar a un abogado y escritor ocasional de buenas crónicas, Santiago Barón, al cual le dan el encargo de escribir una buena crónica sobre los días de filmación de Quemada en aquella Cartagena de 1968. En ese contexto se sitúa la reciente novela de John J. Junieles (San Luis de Sincé, 1970) El Hombre que Hablaba de Marlon Brando (Planeta 2020), una maravillosa combinación de cine, novela negra y crónica periodística que nos lleva a recorrer las calles de una Cartagena muy diferente a la actual, al son de las viejas grabaciones de discos fuentes y los recuerdos del paso de Marlon Brando por la heroica.

El detonante viene cuando Santiago Barón comienza la investigación para la crónica: en esos días de filmación se descubre el cuerpo sin vida de Evangelina Saumeth, una revelación de canto que perdió su brillo de manera fugaz. Esta pista lo llevara a revolcar ese pasado enterrado del que pocos y pocas quieran hablar, que conectara una historia de amor que termina en tragedia y que al parecer involucra a una poderosa familia del corralito de piedra. Con cada entrevista a los extras de la película, Barón comienza no solo a reconstruir aquellos días de ensueño, también revive el fantasma de Evangelina y sus conexiones con la poderosa familia Saumeth, la aparición del detective Sabalza -un aspirante al cargo de comandante de policía- se convierte en esa piedra en el zapato de Santiago, Tomassi y Bitar; obstaculizando toda posible revelación de tan funesto crimen. A medida que las paginas avanzan nos vamos encontrando con ritos yoruba, el bullicio del mercado de Bazurto, las calles de Getsemaní y otros lugares que se sienten muy vividos, al punto que dejas por un instante la fría habitación en la que estas leyendo para hacer inmersión total en la heroica. Muy buena trama, además se van conectando los acontecimientos con las vivencias de cada personaje y eso enriquece mucho la lectura, mas aun cuando uno recién ha visitado la ciudad amurallada. Muy recomendada para quienes gustan del gótico tropical.




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