Rogelio Spare y su esposa circa 1956 |
Un homenaje al escritor Rogelio Spare, nacido en Girardot, Cundinamarca, en 1890, y desaparecido en 1957. Spare fue un adelantado a su tiempo y sus cuentos ya plasmaban los lineamientos de un horror cósmico con tintes tropicales
Por Edgar
Modorwsky
Su nombre podía mezclarse
entre los de Robert E Howard, Robert Chambers y Ambrose Bierce en una conversación
de literatos, porque se desvivía por los relatos de horror, y él mismo era, en
su manera de vivir, un invocador de horrores, o volverse único, inmortal e
imperecedero si alguien hablaba de horrores cósmicos. “Un hombre reservado”, solían
decir de él aquellos que lo habían tratado, para añadir luego de mil formas distintas,
que marcó una época literaria de la literatura oculta en los 40, y que, por él,
por sus escritos, a veces introspectivos, a veces complejos y siempre
desbordantes de estampas, las historias de miedo empezaron a cambiar.
Por Rogelio Spare,
varios entusiastas clandestinos que se sumergían en sus historias decidieron
volverse escritores. “Un día se perdieron en la selva que hay saliendo de Neiva
hacia el Caquetá una pareja de extranjeros: Los Cavendish – relataba años atrás
German Arciniegas-. Rogelio Spare se fue a buscarlos con unos guías, una comisión
de campesinos que salió a buscarlos. Rogelio, un narrador urbano, pero el
escritor mas insigne que se conoció en los cuarenta, se hizo una serie sobre
los Cavendish que transportaba a los lectores a la selva y hacia sentir el
calor y el rigor de la selva. Unas paginas prodigiosas. Entonces volvía a decir:
“ahora si quiero ser esto en mi vida”. Algo similar contaría Eduardo Caballero Calderón.
Spare fue ocultista
sin matricula, pue creía que era urgente renovar la literatura y el arte del
terror, la poesía y, si se hubiera podido, la vida. “Eran unos estetas y estoy
en parte de esos herejes”, decía a finales de los 40. Fue amigo de Howard
Philips Lovecraft sin oficialismos, pues con él, en infinitas conversaciones sobre
lo que llamaban, medio en broma, medio en serio, horror cósmico tropical, se
reencontraba con los postulados de la rebeldía en extremo. Lovecraft decía que
sus textos tenían “la calidad de lo inverosímil”. Spare declararía en sus
ultimas apariciones, que “Lovecraft nos quedó debiendo muchas cosas. Fue una
promesa fulgurante, pero desgraciadamente se lo llevo el abismo”.
Solía tutearse
con la oscuridad, y por ella, con ella tal vez, caminaba despacio y hablaba quedo.
Era, con otros nombres y diversas descripciones, un personaje de sus cuentos
(La Sombra Sobre Girardoth, Los Gatos de Agua de Dios, La Orden Dagoniana de
Mompox), un hombre enjuto de apariencia añeja que vivía en otros planos de
existencia. “Beethoven decía ‘no he aprendido a morir’ – le dijo en una entrevista
a tres años antes de su desaparición al periodista Guillermo Cano -. La música me
ha salvado de morir, pero no he aprendido a morir’. Parece que un reto bellísimo
que la gente asume pocas veces es el reto de la muerte, el reto personal,
individual”.
Él asumió ese
reto desde niño, cuando comenzó a crear un mundo, su mundo, en el que podía refugiarse.
Boto cientos de cuartillas a la caneca para que nadie conociera sus pesadillas
infantiles, Incluso, confesaría después, quemo su única novela. Después comprendió
que habría otros miedosos como él que tal vez querrían vivir sus mundos
imaginarios. Por eso ya no incendio mas sus papeles. Publico sus historias.
Unas reales con toques de lo gótico, algunas imaginarias con toques de lo real.
Al final, bien habría podido decir, como Lovecraft, “El miedo es una de las
emociones mas antiguas y poderosas de la humanidad, y el tipo de miedo mas
viejo y poderoso es el temor a lo desconocido”. Y su obra, en ultimas, fue su
vida.
Edgar Modorowsky en la Universidad de Miskatonic
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